Contenido creado por Gonzalo Charquero
Alejandro Andrada

Escribe Alejandro Andrada

Opinión | Llamadas del Carnaval: una fiesta popular que se torna cada año más excluyente

La posibilidad de desfilar por Isla de Flores es un derecho natural de todas las comparsas y no debería ser coartado.

30.10.2023 11:05

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2023-10-30T11:05:00-03:00
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Durante los días 30 de setiembre y 1º de octubre, 45 comparsas de negros y lubolos participaron de las “Llamadas de Admisión”, evento clasificatorio para las tradicionales “Llamadas del Carnaval”, que desde 1956 organiza la Intendencia de Montevideo junto a las asociaciones de Carnaval.

Para participar, las comparsas nuevas debieron pagar la suma de $ 120.000, aproximadamente US$ 3.000.

De las concursantes clasificaron 22 que desfilarán junto a las 23 primeras en “las llamadas” del año anterior, según el puntaje obtenido.

Una injusticia evitable

En mi opinión, dejar afuera a 23 comparsas es una injusticia tremenda, que se suma a una larga serie de hechos cuestionables en la órbita del candombe.

Con el sacrificio enorme que conlleva sacar una comparsa, dejar 23 grupos afuera es algo totalmente carente de empatía. Es no comprender lo que significa para muchos ese evento, y es algo que no le hace bien al candombe; genera suspicacias entre los grupos, y perjudica el quehacer cultural de Montevideo.

Poner una comparsa en la calle, sin lujos, cuesta por lo menos $ 400.000 (unos US$ 10.000) y es algo que se logra con un esfuerzo muy grande que debería ser respetado.

Un poco de historia

Las llamadas no siempre estuvieron vinculadas al Carnaval. Encontraron en este una gran vidriera que le permitió expandirse y llegar a los rincones más lejanos del mundo.

Si bien la evidencia nos permite afirmar que el candombe no es un producto exclusivamente uruguayo, ya que tanto en Argentina, Paraguay y Brasil hay manifestaciones desde hace muchísimos años —hasta en la época de Manuel de Rosas—, lo cierto es que en nuestro país ha tenido su mayor desarrollo y difusión. Hoy el candombe no solo es patrimonio cultural uruguayo, sino patrimonio cultural de la humanidad declarado por la Unesco.

Antes de 1956, las llamadas tradicionales se daban en el período de Navidad, entre el 24 de diciembre y el 6 de enero, pero a partir de ese año pasaron a realizarse el viernes anterior a la semana de Carnaval.

Las comparsas de antaño no tenían la magnificencia visual actual en cuanto a despliegue de vestimentas, brillos y colores, pero tenían un elemento integrador muy grande. Las personas salían de sus casas al oír los tambores para sumarse a tocar, a bailar o simplemente a disfrutar viendo y escuchando.

Significado afectivo

Para los candomberos, participar en las llamadas de carnaval es algo que les genera mucha ilusión. No solo por el prestigio y relevancia que ha cobrado la fiesta en materia de difusión mediática, sino también en cuanto a sentimientos de pertenencia, de reafirmación de la identidad.

Para muchos afrodescendientes, volver a los barrios Sur y Palermo, tierra de la cual fueron expulsadas sus familias algunas décadas atrás, tiene un componente afectivo muy grande y es una especie de peregrinación anual.

Tener la posibilidad de mostrar su arte al mundo es motivo de orgullo. Lo que un día tuvo que realizarse a escondidas por estar prohibido, o en las afueras de la ciudad por ser considerado molesto, hoy es motivo de orgullo nacional y tarjeta postal del Uruguay.

Candombe show

Hay que diferenciar el “candombe ritual” que se vive todo el año, en múltiples puntos de Montevideo, Uruguay y del mundo, del “candombe show” que se presenta como espectáculo de carnaval.

Está claro que originalmente el candombe no tiene nada que ver con el carnaval, pero desde hace décadas en nuestro país están entrelazados.

Si bien algunos hablan de evolución del candombe, otros prefieren hablar de transformación o adaptación a las condiciones sociales existentes. Y en una sociedad de consumo, capitalista, no es de extrañar que algunos hagan del candombe una mercancía más, que se compra y que se vende.

Hasta hace algunos años, la asistencia a las llamadas era gratuita. Duraban desde la noche del viernes hasta las 7 de la mañana del sábado, y las personas podían llevar su silla plegable para disfrutar.

En la última edición, las entradas generales costaban entre $ 350 y $ 450, en torno a los US$ 10 por asiento, algo excluyente para muchas familias.

Institucionalización y reglamentos

La institucionalización de las llamadas con sus premios y reglamentaciones le impone reglas al candombe. Limita la cantidad de integrantes totales, la cantidad de tambores y la cantidad máxima de figuras del candombe tales como mamas viejas, gramilleros y escobilleros. Les marca un tiempo de 75 minutos para desfilar a lo largo de 10 cuadras.

Por otro lado, los organizadores se reservan el derecho de introducir causas, consignas que, aunque no tengan nada que ver con el candombe, se aprovechan de la popularidad de la fiesta para lograr exposición.

Recomiendo la visualización del documental Orígenes del candombe, disponible aquí.

En conclusión

La necesidad de tener que competir para clasificar a las llamadas de carnaval y poder desfilar por la calle Isla de Flores, es algo que es tomado con normalidad por muchos actores, como si siempre hubiera sido así. Sin embargo, no lo es. El cambio comenzó en el año 2004 bajo la administración del arquitecto Mariano Arana y continúa hasta el día de hoy, aparentemente sin mayores cuestionamientos.

Creo que la posibilidad de desfilar por Isla de Flores en “las Llamadas de Carnaval”, es un derecho natural de todas las comparsas y no debería ser coartado.

Perfectamente, se podrían hacer tres categorías y un sistema de ascensos y descensos. La A desfila el viernes, la B el sábado y la C el domingo. Los tres primeros ascienden y los tres últimos bajan, generando así el espacio para que participen todas.

Creo también que en Uruguay hace falta una ley de incentivo cultural que aunque sea le permita a los artistas comprar sus insumos sin IVA. Como digo siempre, si el Estado no ayuda, por lo menos que no se convierta en un obstáculo.

Detrás de cada comparsa hay muchísimo esfuerzo, sueños y además dinero. Muchas de las comparsas que quedan afuera provienen de las zonas más pobres de Montevideo, con una importante presencia de población afrodescendiente que realiza un esfuerzo muy grande para poder salir.

Es poco probable que el “Desfile de llamadas” vuelva a ser lo que hoy muchos recuerdan con nostalgia, pero pienso que como mínimo deberíamos tratar de recuperar su espíritu integrador y no dejar a nadie afuera. Que no sea excluyente es parte de la esencia que hay que recuperar.


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