Contenido creado por Gonzalo Charquero
Alejandro Andrada

Escribe Alejandro Andrada

Opinión | Las ferias vecinales de Montevideo a más de un siglo de su creación

Hay que orientar estos espacios a las necesidades de los vecinos, repensar la oferta, los lugares y los horarios.

25.07.2023 12:35

Lectura: 11'

2023-07-25T12:35:00-03:00
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Que las ferias vecinales son importantísimas para la economía de las familias de Montevideo no es ninguna novedad. La diferencia de precios respecto a las principales cadenas de supermercados es abismal. Distribuyen gran parte de las frutas y verduras que se consumen en el departamento. Generan miles de puestos de trabajo. Muchos dependen de ellas para comer. Son un tradicional paseo familiar y un lugar de encuentro con los vecinos. Sin embargo, no todo es color de rosa.

Investigando recorrí varias ferias del departamento. Las diferencias por zonas son enormes.

Por ejemplo, al lado del Carrasco Lawn Tenis hay una que funciona los sábados en una vereda ancha y no interrumpe el tránsito. En una cuadra se pueden encontrar frutas, verduras, queso y pescado de distintas calidades y precios. A las 13:50 horas ya están desarmando y limpiando para irse.

Una feria en el barrio Carrasco. Foto: Alejandro Andrada

Una feria en el barrio Carrasco. Foto: Alejandro Andrada

En Punta Gorda, en Brenda esquina general Paz, también los sábados funciona otra que no llega a ocupar una cuadra y no genera problemas alrededor.

Al recorrer la Unión, Reducto y La Teja me encontré con el problema de las periferias extensas. Cuanto más lejos del Centro, peor. En Piedras Blancas, Casavalle y Manga su extensión es enorme.

Desprotección de los consumidores

Si las ferias son tan importantes para las familias, no es por folclorismo, hay una razón económica detrás.

¿Cómo puede ser que un pan flauta en un supermercado o en una panadería pueda llegar a $ 80 o $ 90 y en una feria se consiga por $ 30? ¿Cómo puede ser que pueda comprar papa a dos kilos por $ 100 y en el supermercado, la misma papa, la cobren a $ 85 el kilo? ¿Cómo puede ser que un queso medianamente bueno lo consiga por $ 380 y en el súper no baje de $ 600?

Las grandes cadenas de distribución han adquirido una posición dominante. Hay abuso y especulación.

En este contexto, es estratégico promover la más amplia competencia, también entre los feriantes. Premiar a los mejores, recuperando el espíritu fundacional de las ferias.

Foto: Alejandro Andrada

Foto: Alejandro Andrada

¿Por qué no otorgarles más de un permiso a los feriantes que tengan las propuestas más convenientes?

Pequeños productores agropecuarios e industriales nacionales, productores de la economía popular y solidaria podrían ofrecer mejores precios al público, pero hay barreras de acceso a los puntos de venta.

Dentro de las grandes superficies comerciales, unas pocas marcas concentran los espacios en las góndolas, pero también en las mentes de los consumidores.

Frente a los millones que se invierten en marketing y publicidad, la desprotección de la ciudadanía es enorme. No existe una educación al respecto y muchas veces terminamos pagando basura alimenticia, al precio de oro. La ausencia del Estado opera en complicidad con el sistema.

Desde la Unidad de Defensa del Consumidor (Udeco) se ha creado un Sistema de Información de Precios al Consumidor, pero su aporte es irrelevante. Es necesario desarrollar una política que empodere a los consumidores, fomentar las agrupaciones de consumidores, y educar para mejorar las habilidades de compra. Las campañas de bien público a través de la prensa podrían ayudar mucho en este sentido, pero no se usan.

Adoptar algún sistema de certificación de calidades y contribución al bien público también sería importante, así como exhibir los precios por kilo o litro para poder comparar racionalmente y escapar los ilusionismos del “packaging” y del “merchandising”.

Me consta que dentro del sistema capitalista la sola mención de la frase “control de precios” es rechinante, pero es posible hacerlo, aún dentro de las “reglas del mercado”.

La Udeco es heredera de Subsistencias, pero qué lejos está de aquella entidad creada en 1917, con la cual el Estado enfrentó la especulación y la escasez de productos de primera necesidad generada durante la Primera Guerra Mundial. También ante el impacto de la Crisis del 29, jugó un rol preponderante regulando precios. Durante la Segunda Guerra Mundial, en 1947, Subsistencias creó los Expendios Públicos, una cadena de comercios estatales que actuaba ofreciendo productos a precios testigo y que se expandieron por todo el país junto a las intendencias. Cuando era necesario importaba productos que vendía a través de los Expendios Municipales y también en ferias vecinales.

Trancas

Hablé con Diego Olivera Silva, de la agrupación Brazo Libertador del Frente Amplio, quién trabajó cerca de 10 años en la Dirección de Desarrollo Económico de la Intendencia de Montevideo (IM) y le pregunté: si la comuna sabe cuáles son los problemas y cómo resolverlos, ¿por qué no lo hace?

Me respondió que “muchas veces es un problema de presupuesto”, que ideas hay pero si no cuentan con fondos para llevarlas adelante es imposible. Dice que “muchas veces la IM tiene la decisión de rotar una feria pero los alcaldes trancan” y que otras veces “es difícil hacer la coordinación interna entre todas las áreas vinculadas”.

En el 2010 trabajó junto a la Escuela de Diseño Industrial en el proyecto Nutriferias, que buscaba resolver algunos problemas de funcionamiento, agregando valor estético, pero la idea no prosperó. El mismo proyecto buscaba que la IM ofreciera a los vecinos con ferias frente a su casa una bonificación del 50% en el pago de la patente de rodados y de la contribución inmobiliaria, aunque esto tampoco se concretó.

Irregularidades

La expansión de ferias y las periferias está condicionada por el comercio informal. Detrás de esta realidad hay una problemática mayor que es el acceso al empleo digno. A falta de mejores opciones, mucha gente sale a “hacer feria” como un mecanismo de supervivencia.

Las periferias también se prestan para actividades ilegales de evasores, contrabandistas y reducidores, pero no podemos meter a todos en la misma bolsa.

Está claro que en algunas “ferias” no se deberían encontrar autopartes procedentes de vehículos robados, pero al no existir un mecanismo que permita la trazabilidad de las piezas, no podemos afirmar que todas las piezas que se comercializan en algunas periferias tengan un origen lícito.

Ante el tema de la evasión habría que preguntarse qué es lo que hace que muchas empresas tomen por este peligroso camino. Deberíamos revisar el sistema impositivo uruguayo, las cargas patronales, el Impuesto a la Renta de las Personas Físicas (IRPF) y más. Tal vez si apretamos menos al que trabaja, podríamos reducir la informalidad, y lograr que más personas opten por estar dentro del sistema.

Respecto al contrabando tampoco todo es igual. Legalmente sí, pero desde un punto de vista moral podemos discutirlo. ¿Es lógico que se criminalice al que revende tarros de café que compró en la frontera a la mitad de precio que en Uruguay? Pongo el café como ejemplo, pero podría ser pasta dental, champú o cualquier producto sobre los cuales los consumidores no tenemos la posibilidad de pagar un precio justo. Si quitamos algunos impuestos y levantamos algunas barreras arancelarias, seguramente el contrabando de algunos productos también disminuirá, ya que no sería rentable traerlos.

Impuestos y colaboración

Si los Gobiernos, nacional y departamental reconocen la importancia de las ferias para la economía familiar, ¿por qué no ofrecer a los feriantes una exoneración de impuestos y también una amnistía para los que tienen deudas con la Intendencia? Creo que el cobro del derecho de piso, es éticamente cuestionable.

A los almaceneros de Cambadu también habría que ayudarlos y, además, si quieren montar un puesto en la feria ¿por qué impedirlo?

Más allá de los controles, la IM y los municipios deberían tener un rol mucho más activo y colaborador en cuanto a actividades de promoción de las ferias, pero para que esto suceda hay que dar muestras de voluntad política, apoyando con el presupuesto adecuado.

Foto: Alejandro Andrada

Foto: Alejandro Andrada

Un poco de historia

“Feria” es la que se realiza dentro del espacio previsto, generalmente una cuadra o dos. "Periferia" es la prolongación de la feria, contigua a la feria formal.

Las ferias semanales en Uruguay son obra de la Asociación Rural del Uruguay (ARU). La primera se realizó en la Plaza Independencia, en 1877. El boletín de la ARU del 15 de abril de 1877 afirmaba que las ferias asegurarían el acceso a los productos de primera necesidad “a precios y en condiciones equitativas”, tanto para “las familias pobres" como para “las más acomodadas”.

Proponían la competencia entre los productores como una herramienta de superación y se premiaba a los mejores con medallas de honor, reconocimientos públicos, acceso a ferias más grandes y exposiciones anuales.

Las ferias

De las 164 ferias de Montevideo, 120 están en la órbita de la Udeco, perteneciente al Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) y 44 son de la IM.

A la Udeco le corresponde la inspección de sus 120 ferias. En 1997 tenía 19 inspectores, en el 2010 bajó a 10 y actualmente en 2023 no hay ninguno. La responsabilidad de las 44 ferias municipales y de todas las periferias es de la IM y de los municipios.

En declaraciones a El País, del 5 de marzo de 2023, Álvaro Fuentes (Udeco) dijo que el MEF quiere pasar la administración de todas las ferias a la IM —algo que había propuesto el director departamental Gustavo Lanzabilidad en el seminario de 2010— pero Carlos Varela, actual director de Promoción Económica de la IM, dejó el tema en suspenso y afirmó que se está analizando.

Foto: Alejandro Andrada

Foto: Alejandro Andrada

Los protocolos

El primer informe del Defensor del Vecino (2007) ya daba cuenta de ruidos molestos, incumplimiento de horarios, problemas de higiene, insalubridad, falta de rotación, entre otras situaciones conflictivas que año a año continuaron apareciendo en los nuevos informes.

En el 2010, la Intendencia Municipal de Montevideo (IMM) organizó un seminario en el cual participaron varios directores departamentales, el Defensor del Vecino, representantes vecinales y de los feriantes.

Más o menos todos estaban de acuerdo en la necesidad de actualizar las normativas, delimitar responsabilidades, rotar las ferias, buscar espacios alternativos que no generen perjuicios a los vecinos, generar espacios de diálogo, tratar de minimizar el impacto negativo y más.

En el 2015, la IMM creó un protocolo que suscribieron Defensa del Consumidor (Udeco) y la Asociación de Feriantes del Uruguay (AFU). Acordaron la instalación de baños químicos, normas referentes a limpieza, estacionamiento, horarios y que los feriantes recibirían un curso de manipulación de alimentos, pero el cumplimiento es relativo.

La Unión de Vecinos

La Unión de Vecinos de Ferias y Periferias de Montevideo (UV-FPM) existe desde el año 2015. Impulsa una Ley de descanso del hogar para que las ferias roten obligatoriamente al quinto año de estadía y no regresen al mismo lugar por un período mínimo de 12 años.

Flavio Harguindeguey, su presidente, nos contó que hay 120 ferias con los plazos de rotación vencidos. “Los feriantes pueden o no querer rotar, pero la voluntad jurídicamente relevante es la de la IM y es la que no está atendiendo las solicitudes de los vecinos".

Repensar las ferias

Hace años que la IM sabe lo que hay que hacer, pero no lo hace. Su complicada estructura burocrática lo complica todo.

Cómo si fueran carpas, se arman y se desarman espacios de diálogo pero se resuelve poco, porque hay temas que no se resuelven con conversación. Vecinos y feriantes están de acuerdo en que debe haber un orden y está claro que debe venir por parte del Estado, llámese Udeco, IM o municipio.

Hoy los controles o no están o son ineficaces, los inspectores no aparecen y los problemas siguen.

Hay que orientar estos espacios a las necesidades de los vecinos, repensar la oferta, los lugares, los horarios. Procurar espacios estables que no ofrezcan dificultades, agregar ferias vespertinas, reinstalar los mercados públicos.

La vida de los feriantes es muy sacrificada. Sus jornadas laborales son de al menos 12 horas y generalmente involucran a familias enteras. Trabajan a la intemperie y en condiciones climáticas extremas. A pesar de todo, la mayoría “le mete onda” y reciben a los clientes con una sonrisa.

Muchísimos feriantes carecen de un lugar digno para hacer sus necesidades. Ninguna periferia y más de la mitad de las ferias tienen baños, con todas las implicancias sanitarias y sociales que esto tiene.

Hay que hacer cambios positivos y evitar las reglamentaciones absurdas.

¿A quién le interesa si el feriante lleva puesta una túnica reglamentaria de color beige? ¿Quién va a la feria en busca de asesoramiento nutricional?

Por último, nadie quiere una feria frente a su casa, si solo le genera problemas, pero si al vecino se le da algún descuento o beneficio, en tributos y en las compras para su hogar, y la actividad se da con respeto, el rechazo sería menor.


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