Contenido creado por Nicolás Delgado
Eduardo Bonomi

Escribe Eduardo Bonomi

Opinión | La gran mentira: todas las explicaciones conducen a la LUC

Hechos de mayor magnitud se olvidan, se destacan otros y se atribuyen, no tanto a la profesionalidad policial, sino a leyes que defienden.

07.02.2022 16:46

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2022-02-07T16:46:00-03:00
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A raíz de la detención de Nicolás Schiappacasse en Maldonado se dijo que “la policía, en un control de rutina y pedido de documentación, vio en actitud sospechosa a una persona en un auto y detuvo a un jugador de fútbol que llevaba un arma que le habían pedido”. E inmediatamente se agrega, como para que no queden dudas: “si será importante no derogar la ley" (la LUC).

Esto es puro cuento. Pero es peor, porque luego siguen y se repiten las opiniones “autorizadas” respecto a que antes de la LUC no se podía pedir la cédula de identidad de nadie, ni se podía registrar un vehículo ni a una persona sospechosa, por lo que tuvo que llegar la LUC para que eso se pudiera hacer.

No importa si la propia fiscal del caso, la doctora Dean, dijera contundentemente, según lo consigna el semanario Búsqueda, que “se trató de un control de rutina de efectivos policiales de la Jefatura de Policía de Maldonado, similar a otros realizados en el pasado sin la LUC, cuando en ese departamento (u otro cualquiera diríamos nosotros) se juega un partido de fútbol”.

Pero no nos quedemos solo con lo dicho por la doctora Dean. Hagamos un poco de memoria y recordemos lo que ya pasó.

El 27 de noviembre, cuatro años antes que fuera aprobada y promulgada por el Poder Ejecutivo la LUC, se  jugó un partido clásico por el campeonato uruguayo en el Estadio Centenario. Los antecedentes y el contexto en que se jugó eran bastante complicados, no solo por los hechos de violencia que se habían registrado en las canchas de fútbol y en las calles de la ciudad, sino también porque había habido presiones violentas contra la directiva y contra los jugadores de Peñarol que se habían planteado no dar dinero ni entradas a la barra brava.

Además, se había exasperado aún más la discusión pública sobre las políticas de seguridad en el deporte: sobre la presencia o no de la policía en los escenarios deportivos, o sobre quienes tenían que ejercer el derecho de admisión: la policía o los organizadores del espectáculo. A eso se sumaba la exigencia del Ministerio de Interior respecto a que el fútbol tenía que financiar, con sus recursos, la instalación de un sistema de identificación facial en las cámaras de video vigilancia que ya existían en el Estadio Centenario. Nacional y Peñarol, por su parte, tendrían que instalar el mismo sistema en el Parque Central y en el Campeón del Siglo.

Al mismo tiempo se producían reiteradas incitaciones a la violencia en las redes sociales y, en varios casos, fueron identificados y detenidos los responsables.

En ese marco se planificó un operativo muy grande y que empezó mucho antes que empezara el partido. A las 9 y 30, aproximadamente, se interceptaron dos vehículos cargados con bombos y personas identificadas con el Club Estudiantes de la Plata, de Argentina, que se dirigían al Estadio Centenario. No se los detuvo, pero se los obligó, sin LUC, a dar la vuelta y volver a Argentina.

A la hora 14, en Ramón Anador y Doctor Alfredo Navarro, se produjo la detención de referentes de la parcialidad de Peñarol que pretendieron entrar con vehículos, banderas y bombos, que ocultaban elementos de mayor peligrosidad. Fueron detenidos los principales referentes y se desarticularon las acciones que estaba previsto que se desarrollaran desde la tribuna Ámsterdam.

El objetivo, hay que recordarlo, era que Peñarol perdiera los puntos por graves desórdenes en la tribuna y, si se podía, arrastrar a Nacional en la pérdida de los puntos.

A las 15 y 50, sin LUC, la policía informó que había disturbios en la puerta 7 de la tribuna Ámsterdam. Diez minutos más tarde se empezaron a producir saqueos en dicha tribuna. Poco después, comenzaron a tirar objetos desde la tribuna hacia abajo, con el objetivo de que la guardia que se encontraba en el lugar se dispersara y la barra brava pudiera entrar en avalancha. El nuevo sistema de vallas que se utilizó, sin LUC, dificultaba la irrupción en línea recta hacia la tribuna. En ese momento, la Dirección General de Información e Inteligencia informa que cabía la posibilidad de que a la tribuna Ámsterdam se ingresara con armas. Desde la parte superior de la tribuna, al mismo tiempo que saqueaban el puesto de venta de refrescos, arrojaban objetos contundentes hacia los policías. A pesar de los disturbios, seguían manteniendo sin ocupar el espacio reservado en el centro de la tribuna para el ingreso de los principales líderes de la barra brava y sus acompañantes. No sabían que, sin LUC, ya habían sido detenidos y habían sido decomisadas distintas armas en diferentes procedimientos.

A la hora 16 y 20, se retiró el personal de boletería y se detuvo el ingreso por las puertas de acceso. Inmediatamente después comenzaron a tirar más objetos de todo tipo desde la tribuna hacia afuera del Estadio.

A la hora 16 y 27 se detectó que personas comenzaban a pasar de la Ámsterdam a la América. Fuera del estadio había cada vez más gente cerca de las puertas de acceso a la Ámsterdam y, sin LUC, se dio la orden de dispersarla de la zona.

A la hora 17 y 20 se arrojó una garrafa de supergás desde la tribuna y el hecho quedó registrado por las cámaras. Pocos minutos después tiraron otra garrafa de 13 quilos.

A la hora 17 y 42 se ordenó evacuar a la hinchada de Nacional del estadio y contener a la hinchada de Peñarol en la tribuna Ámsterdam, que fue desalojada más tarde.

En esos momentos, ya estaba circulando en las redes sociales la imagen, falsa, de un hincha de Peñarol supuestamente asesinado en las inmediaciones del Parque Batlle. Se trataba de la foto de un hecho policial que había sucedido varios días antes en Paysandú, que se hizo circular en ese momento para tratar de alimentar el odio y la violencia…

El partido se suspendió y luego comenzó una investigación que arrojo luz sobre el mecanismo y los principales responsables de las conductas violentas…

De todo esto, que fue el comienzo del fin de la violencia dentro de los escenarios deportivos, se informó con lujo de detalles en su momento, hace cuatro años; pero cabe repetirlo ahora porque, a veces, la memoria es corta. Los hechos de mayor magnitud se olvidan, se destacan otros hechos y se atribuyen, no tanto a la profesionalidad  policial, sino a leyes que quieren defender con mentiras y exageraciones. Es el mejor argumento que han encontrado: no decir la verdad y crear una gran confusión entre la gente. Pero cada paso adelante que se da apoyado en la mentira, a la larga se transforma en un retroceso que aleja de los objetivos planteados.

Lo del 27 de noviembre fue producto de un gran trabajo policial, sin LUC, que permitió una paulatina vuelta a las canchas de fútbol, a partir de un acuerdo en el que claramente prevalecieron los criterios que el Ministerio del Interior defendió durante años. Ese acuerdo se instrumentó de forma paulatina y condujo a disminuir claramente la violencia en los escenarios deportivos. Eso es público y notorio. Pero también es muy claro que todavía no cambió la mentalidad con la que algunos colectivos encaran las competencias deportivas y que, mientras ese cambio no se produzca, la violencia que sale de las canchas de fútbol, se puede trasladar a las calles o plazas de la ciudad. Corriéndose el riesgo, incluso, que se revierta el proceso y empiece a haber episodios de mayor violencia, si no se mantienen las medidas de prevención.

Para terminar, quiero subrayar que con los acuerdos entre distintos actores del fútbol uruguayo y los decretos del gobierno de diciembre de 2016, sin la LUC, se pudo orientar una salida a la violencia en los escenarios deportivos.

Con la LUC y sin los acuerdos y los decretos gubernamentales de 2016, sería  impensable creer que se puede superar la violencia en las canchas de fútbol.

 Es imprescindible seguir el camino iniciado después del clásico de la garrafa, y aun antes, para poder avanzar en ese camino; recordar,  tener mayor honestidad intelectual y tener en cuenta lo que realmente pasó, para intentar nuevos acuerdos que ayuden a combatir la violencia en sus orígenes y no solo dentro de los escenarios deportivos.


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