Por Esteban Valenti | @ValentiEsteban

Solo falta que una agencia de publicidad haga un spot en que mucha gente enfurecida se pelea a codazos por un espacio en el centro del escenario. Esa es la mejor imagen de esta campaña. Casi todos los candidatos y, sobre todos los principales, entablaron un nuevo estilo de lucha, el codazo, no por la violencia sino por la perseverancia por ocupar un espacio en el centro.

Las empresas de encuestas, las buenas, las medias y las otras y que las hay las hay, todas coinciden "casualmente" en que ese es el espacio que hay que conquistar en estas elecciones. En realidad, en todas las elecciones, pero con pequeñas variantes. Como si las campañas electorales fueran una batalla para medir con un teodolito. No lo fueron nunca, ni lo será en el Uruguay.

¿Qué es el centro? La gran moda gran, es afirmar que no existe ni la izquierda ni la derecha, pero milagrosamente el centro si existe. Aunque a los ciudadanos cuando le preguntan en las encuestas por su identificación ideológica, saben perfectamente donde colocarse. ¡Mirácolo!

El centro es además de ese espacio político e ideológico situado en el medio de los dos extremos, la izquierda y la derecha, y es bien elástico e incluye a mucha gente que no tiene el menor interés en la política, que es abúlica de ese y de otros temas, y las personas que no caen en otros casilleros. Es una enorme bolsa indefinida o casi.

Después de 30 años de gobiernos del Frente Amplio en Montevideo (43% de la población nacional), y 15 años de gobiernos nacionales interrumpidos del FA, el centro ha crecido. Otro mirácolo que mide la profundidad del cambio cultural e ideal que se ha producido en el país. Una verdadera obra maestra. Por eso ahora, todos hacia el centro.

Algunos directamente renunciaron a ocupar ese centro o, directamente, comprenden que no es su fortaleza y le dan hacia la derecha o hacia la izquierda discursiva. Aunque no tengan nada que ver con las derechas antidemocráticas de los países vecinos, ni con la posibilidad de incidir en la conducción del país hacia la izquierda. Las brutalidades en política pueden dar visibilidad, pero siguen siendo brutalidades y por lo tanto es falsedad.

Las elecciones de octubre y noviembre del 2019 no las ganará el que logre colocarse mejor en el centro, sino el que presente una imagen, un discurso, propuestas, ideas con una base de credibilidad y de seriedad para resolver o avanzar hacia la solución de los problemas que vivimos los uruguayos, económicos, sociales, de empleo, productivos, educativos, de seguridad, de integración, de progreso y justicia social en serio y sostenible. Ahora además con un agregado fundamental que es el de protección y papel activo con el cuidado del medio ambiente. Y honestamente, sin meter la mano ni en la lata ni la pata en los problemas. Con capacidades adecuadas.

¿Es difícil, es complejo? ¿Pero cuando las campañas electorales se ganaron con bailongos ridículos y discursos ñoños?

La izquierda disfrazada de centro, porque no es capaz de ser de izquierda, no solo no enamora, sino que se le ven las patas a kilómetros. Lo mismo sucede con la derecha. Los ciudadanos uruguayos son más inteligentes que la mayoría de los políticos. Y digo uruguayos porque hay países donde todo está tan entreverado y es imposible distinguir casi nada: es todo humareda. En Argentina, en Italia por ejemplo.

Oigo algunos discursos y me hacen recordar con pena la frase pronunciada por un famoso director de cine italiano, Nanni Moretti, mientras escuchaba el discurso del presidente del Consejo de Ministros Massimo D´Alema integrante del Partido Democrático, cuando salida del alma le dijo: "¡decí algo de izquierda !". Así terminó la izquierda italiana, a la deriva total.

Los enamora su propia incapacidad crítica, su feroz apego a los cargos y al cuarto gobierno y poco más. Y no solo a los dirigentes y funcionarios, a una parte de la población, que se resigna a todo y le gusta. No nos mintamos. Es lo que hay valor y vamos a defenderlo, aunque no tenga nada que ver con lo que imaginamos, por lo que luchamos y con lo que soñamos. Y prometamos más de lo mismo mejorado, que se supone que es lo que consume el famoso "centro". Es lo que se debería llamar el centro -centro izquierda. Y la próxima directamente será el centro, el gran centro.

¿En eso nos hemos transformado? En decenas de grupos que se juntan, que hacen alianzas, que despedazan frentes internos por alianzas entre ellos y con otros, todo sin mencionar siquiera algún valor ideológico, político o cultural.

Los grandes codazos de centro, a los que se le ha sumado el movimiento sindical, tienen que ver con cómo resolver el déficit fiscal que alcanzará el 5% y todos saben que es insostenible a corto plazo; o como negociar los salarios y las prebendas de los dirigentes sindicales (porque que los dirigentes sindicales tengan todo tipo de privilegios y sobre todo no tengan que trabajar, eso es super de izquierda...); o sobre el estado de la educación, o del empleo y las inversiones o en la cúspide de todo, las políticas sociales y si la actual ministra tiene credenciales de algún tipo para ocupar durante 10 años esa cartera y los que se la disputan tienen algún título o mérito para hacerlo.

En medio de este jaleo gigantescos de codazos centrales, él que nos logre explicar qué país mejor quiere y puede dejarnos dentro de 5 años, ese ganará, no el centro sino las elecciones.

Menos mal que en esta marcha hacia el centro a nadie se le ocurrió utilizar A Redoblar, "porque el corazón no quiere entonar más retiradas".