Corro el riesgo de que me llamen "mecano", por la cantidad de clavos, tornillos y herramientas que utilicé en mis últimos artículos. En este caso voy a referirme a los muchos funcionarios que existen en el Estado y en los partidos, que están clavados a sus cargos y también a su comprensible y respetable sensibilidad.

Es absolutamente comprensible que cuando alguien alcanza la seguridad de un puesto en el Estado (nacional o departamental), sobre todo si es jerárquico y más todavía si es del mayor nivel, le cueste mucho soltarlo y volver al duro mundo de las ocho horas, o incluso el de las seis horas diarias.

No quiero justificar a nada ni a nadie, pero les sucedió a los integrantes de los otros partidos, en particular a los colorados, pasa en todo el mundo y sucede en Uruguay actual, el poder tiene un sabor inconfundible y agradable y cuesta mucho largarlo.

No es una idea que se me ocurrió sola, fue caminando por la Ciudad Vieja que alguien que conoce del tema, que lo sufrió, me aportó esa mirada humana y compleja de la relación con los cargos públicos. Cuando más arriba más duros de largar.

Una cosa es analizar el tema desde la política y desde los valores genéricos y otra distinta es desde la realidad de cada uno, desde sus perspectivas y a determinadas edades. Y hay que reconocerlo.

El problema es cuando esa realidad "humana" y profesional se transforma en ideología, en autojustificación de cosas injustificables, o al menos muy cuestionables, y peor todavía cuando alcanza el sumun de bloquear totalmente todo sentido crítico, afecta gravemente la base de cualquier identidad de izquierda.

Las cosas que han sucedido en el Frente Amplio y en sus sucesivos gobiernos, algunas muy buenas, otras buenas, otras - muchas - mediocres y, otras malas y muy malas, tienen explicaciones. No soy como los "contra", que ahora gritan alborozados y quieren imponer como explicación, que todo es derivado del pecado original de ser de izquierda, de la propia existencia del Frente Amplio. Los nostálgicos del poder "tradicional", en sus dos colores, es natural que aprovechen la situación actual para organizar orgías de insultos y de olvido. Sobre todo de un gran olvido. Les hemos dado desde la izquierda las armas más punzantes y afiladas.

Uno de los motivos por los que me fui del Frente Amplio es precisamente porque hay demasiadas cosas que hace el gobierno del FA, el anterior y este, y el propio FA, que se parecen o son idénticas a las que hacían los blancos y colorados y que nosotros criticábamos con dureza y con justicia. Y no estoy dispuesto a utilizar dos varas, dos medidas y dos morales. No quiero que la gente se olvide de todo lo que cambió el FA en su primer gobierno, no estoy con el olvido en absoluto pero, tampoco con los relatos falsos y deformados. Y abundan.

Porque recuerdo perfectamente cómo estaba el país en el 2005, cuando comenzó a gobernar el FA, y cómo quedó al final del primer gobierno en el 2010, es que tengo elementos para comparar con el desorden programado e ideológico del gobierno de Mujica y con la plancha y el dribling a los problemas del actual gobierno de Vázquez. Un milagro, hacer la plancha en un sillón y driblear los problemas haciendo la plancha...

Eso sucedió por dos motivos diversos, por serios errores políticos, por la pérdida de una referencia ideológica mínima, que no sea la ideología del poder, por el 3er gobierno y ahora por el 4to gobierno casi como la única idea fuerza movilizadora y, porque esa ideología se encarnó en fuerzas políticas que dominan cada día más el FA, cambiando su esencia transformadora, me refiero al G8, es decir el MPP y sus aliados. Es la ideología del poder en todo su esplendor, eso sí a la uruguaya, sin afectar la democracia en absoluto. No seamos groseros y falsos, el Uruguay sigue siendo y con un aporte fundamental del FA el país más democrático de América Latina.

La ideología del poder se alimenta de dos vertientes, del vacío de otra cosa que no sea el poder y, de los funcionarios aferrados a sus cargos que transformaron a los partidos, grupos y movimientos y por lo tanto al Frente, en un gran sector de funcionarios dependientes del poder. Ese mecanismo hizo caer el socialismo real, fue la perversión de toda la ideología del cambio revolucionario de Marx e incluso de Lenin, aunque en este último caso él tuvo una gran responsabilidad en su génesis, por "El Estado y la revolución".

Fue también la enfermedad del batllismo, y sobre todo del coloradismo, en este país la situación se agrava, por el tamaño del mercado laboral, que hace muy difícil la reinserción luego de dejar el sillón o el silloncito y, por el enorme tamaño del Estado, que en estos años y por diversos sistemas ha crecido en número y en importancia. El Estado enorme reduce el espacio del sector empresarial y profesional y las opciones laborales.

Otra de las consecuencias tremendas que se generan es la perversión del sistema de selección de los cuadros y sumado a ello decadencia de la cultura del trabajo. Miles de personas que acceden a esos cargos - no todos, pero muchos - por razones muy distantes de sus capacidades, es decir por la sectorialización y la devoción demostrada a sus grupos y partidos, empobrece la calidad técnica, profesional e incluso política de las estructuras estatales, nacionales y departamentales. Lo fundamental es ser fiel y no capaz.

Además la cultura del trabajo, del orgullo por el cumplimiento bien hecho, a conciencia, de las responsabilidades laborales, se ve afectado, sobre todo si además algunos mensajes son muy confusos y hasta profundamente equivocados, como los que emitió en su momento José Mujica, sobre que había que vivir con lo imprescindible y no tener aspiraciones de bienes materiales. Esta como reflexión individual, de alguien que alcanzó el climax del poder y de la fama nacional y mundial, puede ser comprensible. A nivel social, es indefendible, ni histórica, ni sociológica ni antropológicamente. Es marketing de la frugalidad y el ascetismo y nada más, bien comprada por un mundo cada día más superficial y falso.

En realidad, en ese caso personal, la satisfacción no viene por los bienes materiales sino por el poder, lo más amplio y fuerte posible. Y lo consiguió, vaya si lo consiguió, para él y los suyos.

Sin que ese poder haya representado cambios importantes en la estructura económica y social del país, es decir para los uruguayos. Nada fue radical ni profundo, solo los delirios de grandes proyectos fracasados.

Los clavos de acero que aseguran los cargos son móviles, si se cometen errores en un puesto, en un cargo, siempre habrá otro cargo esperándote, aunque no tengas la menor experiencia y no hayas demostrado nunca las capacidades básicas. Y eso, además de ser injusto porque es garantía de pobreza en el desempeño de las funciones públicas, tiene otra consecuencia, es que destruye, literalmente destruye la selección por méritos, la justa competencia por capacidades y promueve la incondicionalidad y la devoción al líder o al grupo. Es la ideología de "la barra". Los ejemplos sobran.

Y en el caso de los gobiernos del FA ha sido una permanente involución.

Por último, aquellos funcionarios y gobernantes que son efectivamente servidores públicos, que hacen, que crean, que tienen ideas, que son constructores, que demuestran sus capacidades con resultados, se los sumerge en una marea de clavados que transforma a todos en el mismo caldo espeso y negativo, para el Frente, pero sobre todo para el Uruguay y los uruguayos.

Una de las cosas que habría que regular y limitar son las interminables carreras de legisladores y gobernantes. Lo hacen varios países muy civilizados. Hay que comenzar por arriba y no por los eslabones más débiles y hay que ser implacables y justos.

Por Esteban Valenti