E l PIT-CNT se apresta a realizar una movilización contra el expresidente Luis Alberto Lacalle, en medio de la campaña electoral y arrastrada por la Federación de Cooperativistas de Vivienda por Ayuda Mutua, Fucvam. ¿Recuerdan las extemporáneas declaraciones del presidente de la Federación Rural contra el Plan Ceibal y otras políticas del gobierno y que titulamos "Gato por liebre"? Bueno, igual pero peor.

Ya no se trata de que sus dirigentes revisten en los partidos que integran el Frente Amplio ni de expresar en sus discursos la preferencia de la cúpula sindical por la actual conducción del gobierno. Con la excusa de oponerse al "modelo neoliberal de los años 90", el PIT-CNT aceptó utilizar su maquinaria organizativa y propagandística contra el probable ganador de la candidatura presidencial nacionalista.

La maniobra no es nueva pero se está volviendo cada vez más evidente y audaz. Al no poder frenar esta iniciativa de la radicalizada Fucvam (acaba de iniciar una huelga de hambre porque no comparte la reglamentación de los préstamos de vivienda dispuestos por el gobierno) la central obrera inaugura una nueva etapa en la historia de las movilizaciones sindicales, que consiste en inmiscuirse sin ambages en la campaña electoral a favor de un partido, so pretexto de defender una verdad política e ideológica que presumen auto evidente.

¿Qué sentirán quienes, estando afiliadas a sus sindicatos y formando parte de una cooperativa de vivienda, crean que el gobierno de Lacalle fue positivo para el país? ¿Y aquellos que además estén pensando en votarlo? ¿Se sentirán libres como para decirlo públicamente y colgar sus balconeras? ¿Será que ninguno de ellos está afiliado a estas organizaciones o que conviven con la violencia de sentirse perseguidos?

Una de tres: o los votantes de Lacalle no integran organizaciones gremiales por alguna razón desconocida, o las integran pero votan por dirigentes que organizan movilizaciones contra sus creencias, o bien los dirigentes gremiales están utilizando su investidura y utilizándola para avanzar en un proyecto político que excede lo partidario y que apenas confiesan.

Contrariamente a lo que parece, el problema no es tanto de Lacalle o de los nacionalistas, a quienes las encuestas ubican con chance de ganar las próximas elecciones, sino del oficialismo y su máquina paralela de agitación y propaganda, cuyo juego se vuelve cada vez más evidente. Pero además, estos procedimientos causan un rechazo creciente en buena parte de sus adherentes y simpatizantes, por no hablar de los ciudadanos indecisos que serán quienes terminen resolviendo quién nos gobernará en los próximos cinco años.

Cada vez que las organizaciones sociales ceden ante medidas como estas, se compromete una herramienta de lucha que debería concentrarse en ayudar a los ciudadanos a resolver sus problemas laborales y habitacionales independientemente de sus preferencias ideológicas, en lugar de descerrajarles una plataforma atrabiliaria, dogmática y arcaica.