El título no está inspirado en las críticas del arzobispo de Montevideo, Nicolás Cotugno, a los noticieros de televisión ni en su exhortación a que se incluya en el menú informativo quince minutos de buenas noticias sino en un breve y significativo poema del alemán Friedrich Hölderlin, escrito doscientos años atrás.

La muchedumbre prefiere lo que se cotiza, las almas serviles sólo respetan lo violento.

En su homilía pascual, Cotugno se lamentó por ciertas prácticas y tónicas que se están volviendo costumbre en las coberturas de noticias policiales en algunos informativos de televisión. Una inquietud comprensible e incluso compartida por no pocos periodistas. Detenerse en los detalles morbosos del crimen, musicalizar las imágenes para reafirmar el sentido trágico del accidente, sobredimensionar hechos menores, postergar datos relevantes de la noticia para mantener enganchado al televidente, fragmentar acontecimientos que forman parte de una unidad narrativa, son prácticas que distorsionan la comprensión de la realidad. De esta manera se potencia la sensación de que vivimos en una sociedad caótica e insensata y terminan minando el vínculo de confianza entre los medios, el público y la profesión periodística.

Cuando Cotugno se ocupa del asunto en la homilía pascual, recoge cierto consenso público y sabe que habla de temas que angustian a sus feligreses. Tanto como los cautiva.

¿No es más bella la vida de mi corazón desde que amo? ¿Por qué me distinguíais más cuando yo era más arrogante y arisco, más locuaz y más vacío?

La noticia es el relato de lo excepcional y lo relevante en un contexto determinado, como puede comprobarse en nuestra vida cotidiana. Si alguien camina por la peatonal Sarandí, podrá cruzarse con gente que va al trabajo, madres que llevan a sus hijos a la escuela, parejas de novios sonrientes y vendedores ambulantes voceando sus mercancías, pero nada de eso le llamará demasiado su atención. En cambio, si se encuentra con un piquete de obreros desocupados, una madre que pide socorro, una pareja discutiendo a gritos o un vendedor golpeándose con un cliente, seguro que contará esa anécdota a la hora de la cena. En mano de los periodistas, las noticias deben responder a esa lógica de lo excepcional y lo relevante, narradas en base a criterios de precisión, veracidad, contexto, equilibrio y ponderación.

"Únicamente creen en lo divino aquellos que también lo son".

Si alguna duda cabe, alcanza con leer el mensaje pascual de Nicolás Cotugno. En los párrafos destinados a describir "nuestra realidad", el arzobispo de Montevideo habló de falta de valores humanos, peligro de extinción de la fe, cárceles que no dan abasto, inseguridad que "se respira en el aire", tensiones, agresividad, corrupción y violencia ¡pero no incluyó una sola buena noticia! Si Cotugno no quiso asustar a sus feligreses con una versión distorsionada de la realidad, entonces sucumbió a la fascinación por las malas noticias y las coberturas sensacionalistas de los noticieros de televisión.