Los promotores intentan demostrarle a "los argentinos" que no somos sus "peleles ni rehenes", apelando a un ideal patriótico y a "defender lo nuestro". El destino de estas campañas cibernéticas suele ser la carpeta de "elementos eliminados", pero como nunca faltan almas candorosas que se dejen seducir por estos cantos de sirena, conviene hacer algunos comentarios. De prosperar el boicot, será más lo que se pierda que lo que se gane. No sólo en dinero y bienestar sino también en cordura.
El comercio voluntario entre las personas y los países sólo puede beneficiar a los participantes. De no ser así, simplemente no existiría. Como nadie obliga a los uruguayos a comprar productos argentinos ni a éstos a venderlos con este destino, se debe concluir en que ambas partes se benefician. De prosperar el boicot, no sólo los consumidores de productos argentinos se verán perjudicados, al tener que optar por otros (quizás uruguayos, quizás no) que por alguna razón consideran una opción subóptima. Además, se perjudicarán miles de uruguayos que integran esa cadena comercial, como importadores, distribuidores, repartidores, choferes, peones, administrativos, publicistas, asesores profesionales, etc. El impulso patriótico que lo alienta, se convertirá así en un atentado contra los ciudadanos de la patria.
Es cierto que la vida en una sociedad globalizada no es una siesta en un tálamo de rosas. Hace un siglo y medio, Karl Marx había intuido que la economía capitalista seguía el derrotero de la internacionalización. Si bien cometió errores monumentales (como su teoría de la "plus valía") su genial ocurrencia cambió para siempre la historia de las luchas políticas. Aunque algunos de sus epígonos se detengan en las calamidades de la globalización, cuanto más interdependiente se vuelve el mundo, más oportunidades tenemos de generar anticuerpos contra la intolerancia y la miseria. La libre circulación de ideas, personas, bienes y servicios, es una barrera formidable contra el aislacionismo, la plutocracia, las prebendas, la burocracia y la xenofobia.
Por lo visto, los gobernantes rioplatenses no dominan suficientemente el arte de la política o se dejan ganar por sentimientos pseudopatrióticos que nos traen de mal en peor. Quienes comercian libremente (productores, vendedores, compradores, intermediarios, turistas y viajantes) están entre los primeros interesados en que prospere la amistad y la comprensión, puesto que el agravamiento del litigio sólo les traerá pobreza e infelicidad. Quizás sean ellos los que puedan aportar la sensatez necesaria para solucionar este conflicto de pacotilla.