Según Nin, el Consejo será de carácter consultivo y propositivo y tendrá entre 70 y 80 miembros, repartido por partes iguales entre empresarios y trabajadores. Más allá de las buenas intenciones, ¿qué resultado puede arrojar semejante empresa? Si bien no se conocen mayores detalles, los que se han revelado reflejan mucho más de lo que dicen.

 

Para empezar, cabe preguntarse qué criterios van a utilizarse para asignar representatividad. ¿Es el PIT-CNT un buen representante de los intereses de los trabajadores o sólo de los trabajadores estatales? Su nómina de afiliados y su dirección parecen confirmar esto último. ¿Son las cámaras empresariales fieles representantes del sector patronal? A propósito, ¿tiene algún sentido dividir los congresistas en empresarios y trabajadores? ¿Son confluyentes o antagónicos los intereses de los trabajadores estatales, con su inamovilidad a prueba de crisis, y los de los privados, que han cargado el peso del Estado con desocupación y rebajas salariales? ¿Y quién va a representar a los consumidores? ¿Y a los contribuyentes? Ya que los promotores tienen inquietudes igualitarias, ¿cuántos consejeros va a tener el Estado, el mayor holding empresarial del país?

 

 

Caminitos que el tiempo ha borrado...

 

Supongamos que allí estén representados los importadores junto a  los exportadores, los empresarios del comercio y los servicios junto a los productores agropecuarios, así como los trabajadores de los sectores respectivos. ¿Cómo se articularán las alianzas cuando se hable de política tributaria o cambiaria? ¿Podrán elaborar una sola propuesta o evacuar una sola consulta de común acuerdo? ¿Y qué decir de las empresas del mismo sector? ¿Habrá consejeros que representen a las que apostaron a la productividad y la competitividad y otros a las que siguen trabajando con tecnología y procedimientos obsoletos?  ¿Y quién va a representar a los que recibieron préstamos bancarios? ¿Y a los que todavía no los recibimos? Las preguntas surgen torrencialmente porque la trama económica de un país es siempre más rica, diversa y compleja de lo que cualquier consejo pueda recrear. Es en su diversidad y sus antagonismos donde reside su principal fortaleza.

 

Lo poco que se sabe del proyecto parece traído de la noche de los tiempos. Los defensores del Consejo de Economía han argumentado que España cuenta con un ente similar. Omiten decir que fue creado en la década del cuarenta del siglo pasado por Francisco Franco, conjuntamente con el Consejo de Estado y los Tribunales para la Masonería y el Comunismo.

 

No debe olvidarse que, en este intento por ''mejorar las condiciones de vida de los más postergados'' como dice Nin, el futuro gobierno apuesta también a las negociaciones tripartitas y los consejos de salarios. Tales iniciativas deberán articularse con las ideas del futuro ministro de Producción, José Mujica, quien no trepida en anunciar subsidios para el que produce zapatos, camisas, galletitas, ajos y otros rubros de una lista nunca revelada. El objetivo, según Mujica, es ''volver a la media suela pero que todo tengamos zapatos''. Parece ignorar que los zapatos, las camisas, las galletitas y los ajos son cada vez más baratos y están cada vez al alcance de más gente porque los producen quienes lo hacen de manera más eficiente.

 

Es significativo y esperanzador que el futuro ministro de Economía no hable de estas cosas. Por el contrario, Astori elogia las Safi y el secreto bancario como antes hizo con el canje de deuda y la ley de Ancap. ¿Pueden imaginarse universos más divergentes?

 

 

Ni bueno ni malo, sino todo lo contrario

 

En resumidas cuentas, ¿para qué queremos un Consejo de Economía? ¿Es necesario montar un nuevo monstruo burocrático para que el gobierno tenga a quién consultar? ¿No estamos llenos de propuestas de los más diversos sectores? ¿Cree el futuro gobierno que un ente va a amortiguar los antagonismos o propiciar las sinergias? La administración Vázquez tendrá que tomar decisiones en un mercado donde conviven actores con intereses contrapuestos. En eso consiste el arte de gobernar.

 

Ningún uruguayo debería estar condenado a ser pobre ni a remendar  zapatos ni a comprar camisas más caras habiendo más baratas ni a financiar el ''tallercito'' de nadie, salvo que lo desee. Y no se trata de ideología o buenos sentimientos sino de simple aritmética: si lo que se produce vale menos que lo que se inverte en producirlo, no se crea riqueza sino que se destruye, por lo que al cabo de un tiempo, todos seremos más pobres. Sobran los ejemplos en el mundo de países que salieron adelante desde condiciones peores a las nuestras. Lo lograron porque mantuvieron reglas de juego previsibles, respetaron los derechos de propiedad, abandonaron  el populismo y el paternalismo estatal y dejaron que el sector privado desarrollara su capacidad innovadora en libertad. Quien no quiera creerlo, que se lo pregunte a los socialistas de Chile, España, Inglaterra, Italia, Irlanda o Nueva Zelanda.

 

Si Usted quiere ganar dinero fácil, hágame caso: pídale a los teóricos de la planificación, la burocracia, los salarios tarifados y los consejos corporativos que le nombren un solo país que haya salido de la pobreza con ese modelo. Apuéstele lo que tenga. Seguro que les ganará unos pesitos.