Por The New York Times | Shira Ovide

Las compañías tecnológicas poderosas que fungen como guardianes de acceso a los servicios digitales tienen la mala reputación de controlar lo que sucede en línea, pero en realidad no merecen todas las críticas.

Una de las cosas emocionantes de la era digital es que los individuos ya no necesitan el permiso de las instituciones poderosas. Los creadores de un esmoquin para gatos pueden montar su tienda en línea y no necesitan convencer a un gran almacén de que se abastezca de su producto. Las personas que atestiguaron el aterrizaje de emergencia de un avión o vivieron una guerra pueden compartir sus experiencias a través de las redes sociales en lugar de tener que esperar a que los medios informativos difundan sus recuentos.

Las personas no tienen que ganarse a las disqueras, las casas editoriales o los ejecutivos de Hollywood para entretenernos. Pueden entrar en contacto directo con nosotros.

Señalo con frecuencia en On Tech que este poder del individuo sobre los guardianes de acceso es solo una verdad a medias. Sí, cualquiera puede programar una aplicación, crear un nuevo producto, componer una canción o compartir información, pero una buena parte del camino para llegar a las personas pasa por Google, Apple, Amazon, Facebook, Spotify y otras potencias. Tal vez los antiguos dictadores de la información, los productos y el entretenimiento hayan perdido influencia, pero en su lugar se alzaron nuevos cancerberos digitales.

Es una lástima en cierto modo, y es una de las razones por las que los tecnólogos se inclinan por la “web3”, un término amplio para un internet imaginado a futuro en el que los individuos tendrían más control y propiedad.

No obstante, en esta ocasión debo alabar a los guardianes de acceso. Eso no significa que la web3 sea una idea inútil o que deberíamos regresar el antiguo sistema de Hollywood que decidía qué actores o escritores podían trabajar y cuáles eran rechazados.

Sin embargo, también hay un valor verdadero cuando las decisiones las toman expertos de confianza. Quizás una de las razones por las cuales los cancerberos siguen surgiendo es que pueden ser muy útiles.

Apple determina qué aplicaciones puedes descargar en tu iPhone y revisa cada línea de código de software en ellas. Apple es un guardián de acceso a las aplicaciones y no le da pena admitirlo. Y aunque he escrito que las desventajas de esta estrategia podrían ahora ser mayores que los beneficios, deberíamos reconocer lo bueno de que una institución elija eliminar aplicaciones que cree que promueven un comportamiento dañino, son de mal gusto, se roban buenas ideas o intentan robar tu dinero.

De igual manera, es genial poder elegir entre miles de parrillas para barbacoa en Amazon o en cualquier otro sitio. Sin embargo, en ocasiones, puede ser un alivio para el Home Depot de nuestra localidad tener en existencia solo tres buenas para darnos a escoger.

Además, es probable que Home Depot no te vaya a vender parrillas apócrifas o peligrosas y, si lo hace, puede enfrentar consecuencias legales. Amazon podría no enfrentarlas si las parrillas las ofrecen comerciantes independientes que venden en Amazon como si fuera un mercado de pulgas.

Me agrada poder escuchar sin intermediarios a políticos y ejecutivos corporativos en Twitter y navegar entre miles de millones de puntos de vista sobre un acontecimiento noticioso. ¿En qué otro lugar me enteraría de lo que pasa con los neumáticos de los camiones del Ejército ruso directamente de alguien con experiencia de primera mano? No obstante, también hay valor en que los periodistas verifiquen la información y nos digan qué es importante (siéntanse libres de estar en desacuerdo con esta periodista sobre el valor del periodismo).

Lucas Shaw, un reportero de entretenimiento de Bloomberg News, escribió hace poco sobre lo que cree que los movimientos relacionados con la web3 entienden mal respecto al empoderamiento de los músicos u otros artistas para que se conecten de manera directa con sus admiradores sin intermediarios como los servicios de transmisión en continuo y las disqueras. Escribió: “La mayoría de los músicos, actores, guionistas, cineastas y personas creativas prefieren el respaldo de una institución con experiencia. Hace sus vidas más sencillas”.

Una gran disquera o un excelente agente puede ayudar a pulir a un músico o actor en ciernes, y un editor con amplio conocimiento puede identificar grupos de lectura para promover un nuevo libro. Los cancerberos cobran por su experiencia, pero pueden aportar más de lo que cobran.

Esto no es una verdad universal. Algunos guardianes de acceso no tienen idea o están hambrientos de poder y algunas personas creativas no quieren toda esa intervención. Sin embargo, para otros, la ayuda para no tener que hacerlo todo ellos mismos puede ser una bendición.

Hay cosas de los guardianes de acceso que son completamente imperdonables, sin importar si son de la vieja guardia, como las organizaciones informativas corporativas y Walmart, o jóvenes, como Apple y YouTube.

A veces toman decisiones estúpidas. Eliminan nuestras opciones y erosionan la autonomía y las ganancias de creadores de videos entretenidos, libros o esmóquines para gatos. Tal vez la web3 pondrá fin a que unos cuantos tengan el poder de actuar como árbitros para la mayoría, o quizá consolidará el poder de la misma forma que cada movimiento tecnológico lo ha hecho durante décadas.

No obstante, espero que no desechemos lo que es útil de los cancerberos, aun cuando nos preguntemos si son necesarios. Las compañías tecnológicas poderosas que fungen como guardianes de acceso a los servicios digitales tienen la mala reputación de controlar lo que sucede en línea. (Ruslan Vyaltsev/The New York Times)