Un equipo de investigadores en España confirmó el hallazgo de un nuevo objeto celeste que orbita junto a la Tierra: el asteroide 2025 PN7, clasificado como una cuasi-luna. La detección se realizó el pasado 2 de agosto de 2025 desde el observatorio Pan-STARRS, en Hawái. Según cálculos actuales, este objeto ha acompañado a la Tierra desde la década de 1960 y continuará haciéndolo por al menos 60 años más.
Aunque su órbita parece estar ligada a nuestro planeta, los astrónomos aclaran que 2025 PN7 no es una luna verdadera. Se trata de una cuasi-luna, es decir, un tipo de asteroide que orbita el Sol en sincronía con la Tierra, generando la ilusión de estar orbitando nuestro planeta, aunque no está atrapado por su gravedad.
¿Qué es una cuasi-luna?
A diferencia de la Luna —que sí está gravitacionalmente vinculada a la Tierra—, una cuasi-luna no está ligada permanentemente. Se mueve en una órbita solar muy similar a la terrestre, lo que provoca que, desde nuestra perspectiva, parezca acompañarnos. Este comportamiento lo ubica dentro del grupo de asteroides Arjuna, una subcategoría de los asteroides Apolo, caracterizados por órbitas muy cercanas a la de la Tierra.
El primer asteroide con este comportamiento fue detectado en 1991 por el proyecto Spacewatch, y desde entonces se han identificado más de 100 asteroides Arjuna.
¿Por qué se descubrió recién ahora?
Pese a estar cerca —a una distancia comparable a la de la Luna, entre 300.000 y 384.000 km—, 2025 PN7 es extremadamente pequeño, con un diámetro estimado entre 15 y 30 metros. Esto, sumado a su bajo brillo, ha dificultado su detección. Solo puede ser observado cuando se encuentra lo suficientemente cerca de la Tierra y bajo condiciones óptimas de visibilidad.
Curiosamente, los astrónomos han identificado a 2025 PN7 en imágenes de archivo que datan de 2014, aunque no fue reconocido como tal en su momento.
Sin riesgo para la Tierra
Los expertos recalcan que 2025 PN7 no representa ningún peligro para nuestro planeta. Su órbita estable y tamaño reducido hacen improbable cualquier impacto. En cambio, su descubrimiento enriquece nuestro conocimiento sobre los cuerpos menores que comparten órbita con la Tierra y permite afinar modelos sobre la dinámica del sistema solar interior.
Una oportunidad científica
El hallazgo abre la puerta a futuras observaciones y estudios sobre estos objetos transitorios y poco comprendidos, que podrían ser relevantes para misiones espaciales futuras, ya sea como blancos de estudio, potenciales plataformas de investigación o incluso como candidatos a misiones de exploración cercana.