Contenido creado por Valentina Temesio
Medioambiente

Más que pasto amarillo

“En Uruguay el 87% de extracciones de agua dulce van para el agro”, dice experto de FAO

En los últimos 14 años se declararon 13 emergencias agropecuarias en el país; este año el 100% del territorio nacional tuvo déficit hídrico.

16.03.2023 20:26

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2023-03-16T20:26:00-03:00
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“Sequía es un término que se utiliza para describir un fenómeno de insuficiencia o disminución significativa de las lluvias y otras fuentes de agua, cuya consecuencia es una escasez del recurso hídrico para satisfacer las necesidades normales de personas, animales y cultivos en un área o región dada”, explica a Montevideo Portal Marcelo Sadres, especialista regional en Agua y Gestión de Recursos Hídrico en la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Sin embargo, aclara no siempre es posible “atribuir un evento de sequía exclusivamente al cambio climático”.

La escasez de agua, dice Sadres, se ve en la falta de humedad en el suelo que afecta el crecimiento de los cultivos y el forraje para animales; en la falta de agua para el riego, así como para el ganado. “Desde el punto de vista de los sistemas alimentarios, afecta en primer lugar la producción de alimentos además de poner en peligro el abastecimiento en agua para el consumo humano”. Además, destaca que la escasez de agua no se da solo por una reducción del recurso, sino también cuando se pierde la calidad.

La FAO considera que la seguridad alimentaria y el acceso al agua no son excluyentes. La seguridad hídrica es “relevante” porque “el sector agropecuario representa el 70% de la utilización de agua dulce en todo el mundo”, explica Sadres. “En Uruguay se estima que el 87% de las extracciones de agua dulce van para el agro. Además, si tenemos en cuenta que para 2050 la producción mundial de comida, fibras y alimento para el ganado tendrá que incrementarse en un 50% ante el aumento de población, esto exigirá, por lo menos, un 35% más de agua dulce”, complementa.

La comunidad científica coincide en que estos eventos “se están dando con más frecuencia, que son más fuertes y que las causas son antropogénicas”. Están vinculados con el “imparto de la actividad humana en el ambiente”, dice Sadres.

En Uruguay, actualmente se “declaró sequía en el 100% del territorio nacional y en los últimos 14 años ya se declararon 13 emergencias agropecuarias”, recuerda.

Las medidas para anticiparse a una sequía

Sadres enumera diferentes tipos de medidas para anticiparse a una sequía. En primer lugar, resalta los sistemas de monitoreo, de alerta temprana y planes de contingencia. Además, valora contar con indicadores fiables para evaluar los niveles de sequía (según la severidad y el tipo).

A la hora de establecer estrategias para hacer frente a una sequía debe contemplarse que  deben aumentar, diversificar las fuentes de agua y desarrollar diferentes formas de almacenamiento. Así, reconocer los recursos hídricos subterráneos puede optimizar el uso de los embalses, ya que se genera un conjunto de aguas superficiales y subterráneas. Otra manera para anticiparse a una sequía puede ser mediante la construcción de represas o embalses para almacenar el agua en épocas de lluvia y, de este modo, usarla cuando hay sequía.

Foto: FAO

Foto: FAO

También es “necesario” considerar la gestión del agua en el sector agropecuario y su reposicionamiento en el contexto general de los recursos hídricos y la seguridad alimentaria. Sadres plantea que se debe “avanzar en soluciones innovadoras que integren la ciencia y la tecnología en sistemas eficientes para enfrentar la crisis hídrica, que aseguren la disponibilidad de agua para la producción de alimentos”.

En esta línea, considera se debe invertir en sistemas de riego “eficientes” (riego por goteo, micro-aspersión, riego de precisión), la reutilización de aguas en clave de economía circular y la aplicación de tecnologías digitales con información satelital para la planificación del cultivo. Estas “son herramientas valiosas a tener en cuenta y saber utilizar en función de cada situación, sin dejar a nadie atrás”, agrega. 

La situación en Uruguay

Desde el punto de vista institucional, Uruguay tiene fortalezas, indica, ya que el país cuenta con un Plan Nacional de Aguas y un Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático para el Sector Agropecuario, aunque, seguramente, “existan desafíos a la hora de financiar su implementación”. Destaca además que el país también avanzó en una Política Nacional de Gestión Integral del Riego de Emergencias y Desastres.

Un proyecto que el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca y la FAO llevan en conjunto registró que “es posible mejorar la productividad de los predios disminuyendo la intensidad de emisiones”. Pero, además, “las prácticas de manejo del rodeo a través de la co-innovación en predios piloto indican una mayor resiliencia a los eventos de sequía”.

Por su parte, el MGAP, cuenta con una herramienta para poder medir los impactos de los desastres causados por eventos como las sequías, entre otros. 

El sector público y el privado ante sequías 

El rol del Estado, explica Sadres, es guiar y orientar la planificación del agua, “considerando que es un tema intersectorial que implica múltiples visiones e intereses contrapuestos que hay que conciliar”. Así, una “gobernanza inclusiva del agua que considere el valor económico, pero también el valor social y ambiental, debe ser un elemento central en las políticas del agua”, agrega.

Para ello, se debe “favorecer la participación efectiva de los distintos usuarios del agua”. El sector público también es el encargado de “asegurar un acceso equitativo al agua, que se cumpla la priorización del recurso para el consumo humano y para el sostener los ecosistemas”.

Por otro lado, el sector privado —aunque sea difícil definirlo “como un todo”— puede realizar inversiones en el medio agropecuario que le permitan “aumentar la productividad del agua, incorporando ciencia y tecnología en sus procesos, diversificando sus productos o trabajando con variedades más resilientes a la sequía”, señala.

La región

En la región las sequías “no solo son más frecuentes o duraderas, sino también más intensas”, señala Sadres. Durante los primeros 20 años de este siglo, ejemplifica, la Amazonía atravesó tres amplias sequías y la falta de precipitaciones se vuelve cada vez más frecuente debido al cambio en el uso del suelo y al cambio climático.

Un informe de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) indica que se registró una pérdida de superficie de los glaciares del 30% en los Andes tropicales y del 50% en Perú, en comparación con 1980. “Esto genera una disminución en el caudal de los ríos y agudizará fenómenos de escasez de agua en esas regiones”, explica.


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