Una banda de minitas. Una banda de moda. Estas son solo algunas de las afirmaciones que se hicieron en estos 20 años sobre Airbag, la banda argentina de los hermanos Sardelli, nacidos en Don Torcuato.

Ya sea por tener un público mayoritariamente femenino, por lo que pasa en “Colombiana” o por su vínculo popular con la Selección argentina y el fútbol en general, Airbag despierta juicios y polémicas, principalmente en los sectores más conservadores del rock rioplatense.

Ellos hacen lo que quieren. Y a muchos no les causa gracia.

Quien no conoce a la banda ni lo que ocurre en sus shows en vivo, no espera encontrarse con una mezcla de rock clásico, hard rock, blues, tango, música clásica, crítica social, canciones de amor y espectáculos nudistas. Pero sí, todo eso forma parte de un todo con sentido.

La noche del 27 de julio fue una oda al rock clásico, al tango y a José Gervasio Artigas. Y se tocaron todos los instrumentos. Con la fecha del sábado 26 agotada en su preventa, la segunda cargaba con unas exigencias altas y la expectativa natural de lograr el mismo show dos veces.

Pero no fue el mismo show. No conocen de setlists, en el más positivo de los sentidos. La improvisación es un factor clave en sus presentaciones, y suele ser lo más memorable de sus toques.

Si en la noche del 26 la cosa estuvo más repartida, el día 27 Patricio encarnó el protagonismo, como hizo durante toda su carrera. El rol de Guido fue más dinámico que en la noche anterior, animándose a ocupar la batería una vez más. Las canciones de Guido dan guerra, euforia, provocación incesante y retazos de hard rock. Con sus pantalones militares que no siempre sube a las tablas, es una topadora que arrasa con lo que tenga en frente. Patricio por su parte, encarna la sensibilidad de lo romántico. El lado más sensorial del mundo masculino. Y con sus canciones —que son las más conocidas—, congrega a un público de todas las edades y clases sociales.

Si el hecho de contar con un público mayoritariamente femenino los convierte automáticamente en boyband como el fruto de una ecuación matemática, lo más probable es que lo sean. Pero la música no entiende de conclusiones, de números ni de realidades materiales. Hay momentos que no se explican. Y la noche de ayer sirvió talento, pasión y momentos, por lo menos, vibrantes.