Por Gerónimo Pose | @geronimo.pose
"Querido cielo, no quiero morir, largate lejos de mi canción". Javier Corcobado es músico, novelista y poeta. Nació en Frankfurt, Alemania, se crió en Madrid y lleva a sus espaldas una carrera de más de tres décadas.
Una carrera que involucra unos cuantos discos en solitario tanto bajo el nombre de Corcobado y de Javier Corcobado, como con su grupo Corcobado y Cría Cuervos, con quienes grabó dos discos de "boleros enfermos de amor". También con Corcobado y los chatarreros de Sangre y Cielo, que fusionaban los más oscuro del post punk con lo fino de la chanson francesa, Mar Otra vez y Demonios tus ojos, entre otros.
Ni hablar de sus poemarios y novelas. Un músico prestigioso y emblemático de la talla de Scott Walker, Leonard Cohen y Charles Aznavour. Un Español en el que en su alma conviven el punk y el espíritu de lo mejor de la música latinoamericana. Aunque también aparecen nombres como el de Raphael, el de James Chance, aquel protagonista de la escena no wave neoyorquina de los años setenta, Frank Sinatra, Tom Waits, Gal Costa, si hablamos de gritos por supuesto que aparece Johnny Rotten, algún disco de Gardel en la mesita de luz durante el servicio militar.
Su máxima influencia fue Alan Vega, el cantante de Suicide, por la dramatización que encontró dentro de su narración. Esto lo llevó a su propia manifestación artística en los gritos que se podían escuchar en los recitales en vivo y en las punzantes líneas que Corcobado escribió en libros desde los años noventas.
Coqueteos con la muerte tanto en canciones como "Caballitos de Anís", en la cual el mantra "muerte" cala hasta los huesos, al igual que en la canción "A traición", junto a Manta Ray donde repite incesantemente "quiero morir". En su obra la muerte atraviesa una línea que nace con Los Presumidos, el primer grupo adolescente, informal y punk en el cual tocó Javier Pérez Corcobado después de haber visto a los Sex Pistols en un Telediario junto a sus padres. Creyó que eran maravillosos, unos príncipes. No llegaron a grabar nada, simplemente se juntaban a intentar tocar instrumentos eléctricos en los años setenta en Madrid. Conseguirlos, asegura, no era nada fácil.
Quiero hablar de los Chatarreros de Sangre y Cielo , esa banda que editó tres discos y que se caracterizaba por esa búsqueda de la belleza dentro del ruido. A su vez, el disco Arco Iris de Lágrimas (1997) tiene influencias de la electrónica del tipo Cabaret Voltaire o Death in June, grupos oscuros y terroríficos.
A mi me encantaba Cabaret Voltaire, recuerdo uno de sus primeros singles, "Nag, Nag, Nag". Me gustaba muchísimo ese dúo electrónico y ruidista, porque además tenían muy buen gusto. Recuerdo con mucho cariño un además un disco de ellos que era una versión del soundtrack de la película Touch Of Evil (1958), que me encantó. Bueno, en Arco Iris de lágrimas mostré, saqué más la vertiente disco y electrónica, exactamente. Ahí se nota más y luego ya la seguí utilizando en otros trabajos porque siempre la he tenido ahí, siempre fui amante de la música disco, de baile y de la música industrial, que se llamaba así en los años 80.
Parte de tu identidad pareciese ser la de confluir aspectos del punk, mencionas bastante en entrevistas a The Birthday Party y al movimiento no wave, con el lado más romántico y elegante que se puede establecer en una canción. Estas dos ideas, estas dos matrices, ¿nacieron con los Chatarreros?
No, no. Yo creo que nació el día que agarré una guitarra eléctrica a los 13 o 14 años. Eso es algo que viene dado, luego lo vas desarrollando, va evolucionando y lo vas perfeccionando. Viene de fábrica. Viene de antes de conocer a todos esos grupos que venimos nombrando. Cuando conocí a esas bandas me sentí identificado, me sentí acompañado en el mundo. Hasta entonces me sentía un poco solo, creía que yo era un tipo muy raro. Pero descubrí que en Alemania, en Inglaterra y en Nueva York, habían personas que estaban haciendo lo que yo quería hacer, y lo que yo estaba practicando en soledad.
Sos, además de músico y novelista, poeta. Editaste varios poemarios, entre ellos Sudor de la pistola 13 (1995) y Yo quisiera ser un perro (2007), la novela El amor no está en el tiempo (2005) y recientemente una novela autobiográfica. ¿Cómo conviven todas esas facetas artísticas y tan demandantes dentro de vos?
Pues conviven. No es fácil. No es fácil en un día darle espacio a cada una de ellas. Lo que suelo hacer es dedicarle épocas a escribir o a hacer música exclusivamente. Por ejemplo, cuando estoy escribiendo una novela no trabajo la música y viceversa. Últimamente estoy intentando tener unos horarios pactados, es decir, escribo por la mañana y por la tarde compongo música. Y más o menos lo voy logrando, pero tardo mucho más tiempo que si me dedico a solo una cosa. La novela aglutina la música, también. Es decir decir, hay música y hay poesía en mi prosa, intento que eso suceda.
Es la primera vez que aterrizas en el Río de la plata.
Es la primera vez que vengo al Río de la Plata, a Buenos Aires y a Montevideo. Mi conexión con estas ciudades es en el presente. Afortunadamente nunca es tarde, si la dicha es buena. Fíjate, a los 61 años me tocó conoceros, conocer el Río de la Plata. Ya podría haber venido 40 años antes, pero no se dieron las circunstancias, la providencia hizo que sea ahora. Voy a establecer buenas conexiones, de hecho ya las estoy haciendo, con músicos, estoy conociendo más bandas más música de acá. Lástima no tener más tiempo para enriquecerme de vuestra cultura, pero prometo regresar con más tiempo.
Son casi cuatro décadas de trayectoria, ¿en qué momento te encontrás ahora?
El próximo año se celebran los 40 años desde la grabación de mi primer disco en el 1985 con Mar otra vez. Y me siento mejor que nunca. Ahora un poco cansada la voz del ensayo, pero me siento mejor que nunca.