"Me siento distinta en el agua, me siento liviana, me siento niña, libre, poderosa, juguetona, queriendo más, y al mismo tiempo, disfrutando cada instante". 

Este es un fragmento del texto con el que Inés Errandonea se presenta en Spotify. También es una de las líneas conceptuales que aborda en Agua Viva, su último álbum. Diez canciones en las que la sensación de hacer la plancha sobre la inmensidad del océano se vuelve corpórea. 

"Ese estado espectacular de tener tantas ganas y, al mismo tiempo, estar disfrutando del mismo modo lo que estás haciendo en ese instante, te da sed y te la saca, te da sed y te la saca", escribe en ese mismo texto Errandonea. Pero ahora se refiere al deseo. 

Jacques Lacan lo definía como "el excedente producido por la articulación de la necesidad en la demanda". Inabarcable, insaciable. Y si se compara al mar con el deseo, es verdad que su infinitud puede causar tantas ganas de tirarse, como de huir sin mirar atrás. 

En redes vos contaste que el proceso estuvo muy cargado emocionalmente. ¿Lo emocional es un combustible creativo para vos?

Sí, es un combustible que a veces preferiría no tener. Pero no puedo evitar hacer cosas con lo que me pasa. Por suerte, está buenísimo convertir las partes de mierda de la vida en otra cosa.

¿Cómo te sentís exponiendo lo que te pasa en la música?

A esta altura te diría que me acostumbre bastante, sobre todo en la música. Ese miedo me detuvo de componer directamente, durante pila de años de mi vida. Por un lado, por el miedo a que vean tanto de mí, y por otro, el miedo a que no esté bueno. Cuando me di cuenta de que empecé desesperadamente a componer igual, supongo que porque toqué fondo, ahí dije, “fa, que pavada”. Y medio que decidí poner esa propia vergüenza adelante. “Si vos me detuviste, ahora te voy a poner en el primer plano de la cámara”. Fue una venganza contra mí misma, pero bien, desde un lugar de no dejarlo escapar. Fue tomar un riesgo conmigo misma y veo que los artistas que toman un riesgo, que viven alguna incomodidad o que te permiten ver algo que no es tan llano, me conmueven. No todo el tiempo tiene que ser así y no todo el tiempo lo hago, pero es un poco lo que soy, la forma que tengo de hacer.

Es paradójico porque por miedo a que las cosas salgan mal, terminás sin hacer nada, y por lo tanto, sin saber.

Y después vivís con el miedo para siempre. Ese es el problema, que me di cuenta después. La resistencia de lo que va a haber adelante que no quiero ir por las dudas, porque va a ser horrible. Y, en realidad, estás todo el día parada en ese lugar en el que estás sintiendo ese miedo. Sin embargo, seguramente si caminabas y dabas tres pasos para adelante eso se pasaba, era la forma de que se terminara esa tortura en la que vivías. En cambio, si te quedás todo el tiempo de ese lado de la puerta quedás con ese miedo, permanece. ¿Qué tan horrible puede salir?

¿Cuándo decidiste que el disco estaba terminado?

Hubo que soltarlo un poco. Había dos canciones que sentía que algo les faltaba. “Las ganas de saben nadar” y “El deseo”. La primera me dio un trabajo bárbaro, fui y vine 200 veces, no a nivel de la composición, sino a nivel de la producción, grabábamos cosas y las sacábamos. Nunca me pasa eso con Juani, si vamos por un lado es por ahí, y en esta algo no me terminaba de funcionar. Es muy físico eso, es o no es, y no me cerraba. Cuando empezamos a sacarle otras cosas, se empezó a mover mucho la canción, en la interpretación siempre se me devela algo nuevo. En este disco sentí que la interpretación era parte de la composición. Me faltaba algo y ahí llamé a Camila Ferrari y ahí le pedí unos coros. Les dimos unas referencias muy random, cosas sueltas y le deje mucha libertad y ella grabó en su casa, me mandó y particularmente en esa canción fue, “sí, exacto, ya está”. Terminó la canción y esas fueron las últimas dos puntadas. Después vinieron las mezclas y algunas me mandaban la mezcla y estaba terminada y otras un poquito más para allá o para acá.

¿Cómo terminaste el proceso de grabación? ¿Cansada, contenta, harta? 

Cero harta. Fue un disco que se terminó hace bastante poco, no es un material que tengo guardado hace mil años. Tomó tiempo, pero siguió develando nuevas capas de magia hasta último momento. Escuché los coros de Cami no tanto antes de tener que subir el disco en plataformas. Entonces seguía apareciendo una nueva cosa que te hacía sonreír de vuelta, creo que eso ayuda. No llegue harta, sí cansada, y queriendo disfrutar, permitiéndome un ratito de disfrute de que saliera y que esté por ahí dando vueltas.

Con el arte en particular nos pasó que yo empecé con el proceso a fines del año pasado, hicimos la tapa de “Arde”, y después empezamos a desarrollar todo lo que venía. Ahí le mande canciones y un montón de cosas escritas que yo tenía con relación al disco. Se lo mandé en octubre del año pasado. Este año seguimos avanzando a partir de todos los procesos que íbamos creando, cuando decidimos cómo iba a hacer la tapa, hacemos las fotos. Ella me propuso algo y yo le dije que tenía una referencia y se la mandé. Y cuando vemos las fotos que habíamos hecho y empezamos a elegir ella me dice: “Esta me parece como medusa”, con relación a la mitología griega. No sé nada de Medusa, pero me llevo a esa imagen y me parece un flash porque se llama “Agua Viva” el disco, es uno de esos secretos que no entendés pero que guardan algo. Ahí nos ponemos a googlear algo de Medusa por cinco minutos. Cuando termino todo y yo me pongo a armar la gacetilla y a recuperar las cosas que había escrito, veo que las cosas que había escrito al principio y que le había mandado a ella tenían toda una cosa sobre Medusa y la lengua de Medusa. Porque yo había pensado siempre que iba a haber una canción que iba a ser sobre la lengua, no sé cómo mierda llegue a la lengua de Medusa y tenía todas unas cosas escritas de eso. Y son como magias que decís: “Ah, esto siempre tuvo un sentido más allá de que no lo sepamos del todo”. Esos son regalitos que te dicen que estabas en lo correcto. No todo tiene que ser tan controlado por la cabeza.