El 2022 se terminaba cuando una estructura se convirtió en parte del paisaje de la Parada 6 de la Playa Brava en Punta del Este. Primero fueron solo caños grises, altos y vacíos, que despertaban la curiosidad de quienes pasaban por ahí. Después, comenzó a aparecer una tela negra que los envolvía. Y, por último, llegó una pantalla gigante que propagaba una luz blanca, con los colores que podrían ser los del inicio de un VHS: rosa, verde, rojo, amarillo y verde.

En ese mismo suelo que es de asfalto, en el que la arena de la playa vuela en el desolado invierno puntaesteño, donde en verano autos con matrículas uruguayas y extranjeras estacionan para tirarse al mar, sobre la calle que separa la playa de los edificios que cobran vida durante la temporada, ahí lo esperaban unas 10.000 personas. David Guetta lo dio todo, y Punta del Este se lo devolvió.

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La entrada es escueta y salvaje; un pasillo con piso de arena y paredes de arbustos que separa el escenario de los baños químicos, deja entrever los últimos rastros de naturaleza que, por un rato, va a perderse entre luces de colores, electricidad y personas que no paran de bailar. Solo queda la luna. Son apenas las 22:30, ya tocó el uruguayo Fernando Picón y, todavía, falta más de una hora para que Guetta, la estrella de la noche, se deje ver. Ahora el es el turno de Javier Zuker, que llegó desde la otra orilla y lo deja bien claro: “Bye Bye” de Babasónicos suena a todo trapo. Es el último antes del francés, el segundo de tres DJ que musicalizan una de las noches más importantes de la temporada de verano 2023. Sin embargo, el público aún está tímido: se pierde en charlas, selfies, fotos con el escenario, en reencuentros y recuerdos. Los que fueron y los que vendrán, los que las fotos pueden captar, guardar, los que pueden convertir esta noche en otra memoria.