Pero constreñido al muy concreto espacio de la política contemporánea del país, puedo y debo.

En la lucha contra todo tipo de dominación y muy especialmente contra la de la plaga burocrática que nos aqueja y aherroja, la libertad individual y colectiva se liga con la autonomía o la independencia, y con la descentralización.

En Uruguay hasta el mismo Gobierno (cualquier Gobierno), manda hasta donde la incrustación burocrática lo deja.
Que además manda en lugares donde el Gobierno no llega e incluso hasta en donde el Gobierno y la gente no imaginan.

Las pruebas de lo dicho las sufre cualquier habitante a extremos tales que han producido acostumbramiento y resignación. Adquiere ribetes de cultura y hasta de civilización .

Las dificultades que -por ejemplo- se cultivan para impedir obras y realizaciones, incluso cuando está el dinero, la decisión y los demás elementos materiales necesarios, son diabólicas. Hemos podido ver (hasta en Power Point ) cronogramas de acción estratégica para el país en los que consumen más tiempo los trámites que la obra. Muchísimo más.

Los buenos directores y gerentes incluyen esos tiempos del disparate como la cosa más natural del mundo ya que muy poco, o nada, pueden hacer en contra. Desarrollan al respecto algo así como una ciencia . Hay hasta ingenieros sui generis del papeleo. Una especialidad vital para sortear el calvario de trampas y murallas de papel prolíficamente sellado para poder al fin salir de la caverna al aire libre de la mano de obra.

Tengo a estudio para el Senado un expediente referido a un trámite sencillo: demoró siete meses, cuarenta y una páginas, sesenta sellos (hay una página que tiene tres líneas de contenido pero cinco sellos y otra que es nada más que un colosal sello). Para esta esforzada proeza burocrática el asunto pasó dentro del mismo Ministerio por veintisiete oficinas; algunas de ellas en contumaz reiteración real (fue y vino, en alucinante efecto de vaivén, como puerta giratoria o noria de burro amenazando quedar eternamente así, (legendaria e inalcanzada - hasta hoy - aspiración de la mecánica: la Máquina del Movimiento Continuo).

Bien: la libertad, la autonomía, la independencia, se han alegado casi siempre como herramientas, objetivos y hasta utopías contra este tipo de plagas; contra toda dominación, extorsión, explotación y encadenamiento.

Nosotros creemos que no sólo debe ser una reivindicación: debe también ser un DEBER ineludible.

Porque la plaga burocrática incuba y encueva en la centralización y el autoritarismo: no tengo facultades para resolver ; este asunto debe resolverlo el escalón superior O, ya llegando a la exquisitez: lo debe resolver una Comisión ; o el colectivo . Pero como esas entidades adolecen de lo mismo, generalmente concluyen mandar el asunto para arriba . Son elegantes y perfumados detergentes de la responsabilidad. Meras coartadas.

Si usted en esta semana quiere cazar un burócrata (o por lo menos encontrarlo), busque a quienes tanto en la actividad privada como en la pública diga esto lo resuelve el Jefe . Porque la plaga sabe y quiere que los problemas (sus problemas) los resuelvan los demás. No se equivoca nunca. Nadie se da cuenta. Elude la responsabilidad. Se salva siempre: resaca boyante que contra viento, marea y tempestades, boya.

Pero como esto lo han predicado e inculcado por decenios transformándolo en ideología, cultura y hasta civilización, nosotros hacemos generalmente lo mismo.

Nos han mutilado neuronas y hasta el corazón; encorsetado el alma; sustituido alas por prótesis de plomo con anclas; y nos han enseñado un gran miedo a la libertad. Muchísimo miedo; terror y pánico.

A cambio nos ofrecen el tibio y mullido sofá de la irresponsabilidad. Un tramposo lecho de Procusto que destila envidia y resentimiento contra colores, veleros, soles, pájaros ¿La culpa?: poner en los ojos un invicto (y amargo) sabor de conciencia. Esa eterna ternura resurrecta e insobornable.