Un mal matrimonio puede ser tan insalubre como el alcoholismo o el tabaquismo

Tales conclusiones se desprenden de una investigación llevada a cabo por investigadores de las universidades de Nevada y Michigan, EEUU.

"Seguimos a 373 parejas heterosexuales a lo largo de sus primeros dieciséis años juntas, y luego comparamos la salud de esposas y maridos que discutían casi por todo -hijos, dinero, suegros, actividades de tiempo libre- con la de otros que discutían menos", explica la psicóloga Rosie Shrout, una de las responsables del estudio, cuyas conclusiones fueron presentadas recientemente en la conferencia de la Asociación Internacional para la Investigación de Relaciones, en Colorado.

Mientras que la vida de pareja confiere a los cónyuges una vida más larga y saludable que la de solteros, divorciados y viudos -de acuerdo con estudios anteriores- los casamientos conflictivos pueden, por el contrario, traducirse en inflamaciones, trastornos alimentarios, dolores de cabeza y picos de estrés que afectan al corazón y al sistema inmunitario.

"Si lo pensamos desde un punto de vista biológico, nacemos capacitados de una capacidad para conectarnos emocionalmente, y que es una necesidad equivalente a la de alimentarnos, se hace más fácil entender que el impacto de nuestras relaciones se extienda a la salud de nuestro cuerpo", explica la psicóloga y terapeuta familiar Cláudia Morais, autora del libro Los 25 hábitos de las parejas felices, en declaraciones recogidas por el periódico lisboeta Diário de Notícias.

Para empezar: ¿qué define a un mal matrimonio? "Por encima de todo, es una relación que no aporta conexiones afectivas significativas y seguras", apunta Morais, quien entiende que la base de una relación amorosa es la certeza de tener al lado a alguien a quien le importamos, "alguien que se preocupa genuinamente por nosotros, por lo que sentimos y lo que nos hace felices".

Según Rosie Shrout, un casamiento en discordia puede ser particularmente devastador para la salud si los cónyuges se muestran hostiles o defensivos en las disputas. Y "también si discuten sobre el mismo asunto una y otra vez, sin arribar a un consenso", agrega, detallando que el impacto es peor en los hombres.

Este último dato no sorprende a Morais, quien recuerda que las mujeres cuentan casi siempre con una red de soporte cuando surgen problemas maritales, además de estar más habituadas a mostrar sus emociones.

"Si pensamos que continúan existiendo diferencias significativas en la forma en la que educamos a hombres y mujeres y que, en términos generales, los hombres de hoy fueron educados para esconder sus vulnerabilidades, se entiende que les resulte más difícil construir lazos emocionales significativos por fuera de la relación amorosa", concluye.