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Por The New York Times

Christo hereda a París una obra fugaz

Poco más de un año después de la muerte de Christo a la edad de 84 años, “L’Arc de Triomphe, Wrapped” es una realidad.

19.09.2021 15:18

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2021-09-19T15:18:00-03:00
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Por The New York Times | Roger Cohen

Art Monuments and Memorials (Structures) Christo Paris (France) Arc de Triomphe Concebida por el artista conceptual hace 60 años, la instalación póstuma transforma el Arco del Triunfo con un manto resplandeciente. Parece un momento liberador para la ciudad.

PARÍS — Durante casi 60 años, el artista conocido como Christo soñó con envolver el Arco del Triunfo. De joven, tras huir de la Bulgaria comunista, contemplaba el monumento desde su pequeña buhardilla. Un fotomontaje fechado en 1962 muestra el arco de 50 metros de altura burdamente envuelto. La libertad se impuso a lo sagrado. Siempre quiso que la gente volviera a mirar lo que quizás no había visto.

Ahora, poco más de un año después de la muerte de Christo a la edad de 84 años, “L’Arc de Triomphe, Wrapped” es una realidad. Unos 25.000 metros cuadrados de tejido azul plateado, que brillan bajo la luz cambiante de París, abrazan el monumento encargado por Napoleón en 1806 en el apogeo de su poder. El material de polipropileno, cuyo tono recuerda a los característicos tejados de zinc de la ciudad, está sujeto pero no rígidamente por casi tres kilómetros de cuerda roja, siguiendo las meticulosas instrucciones del artista.

“Quería un objeto vivo que, con sus pliegues en movimiento, convirtiera la superficie del monumento en algo sensual”, me dijo Vladimir Yavachev, sobrino de Christo y director del proyecto. De repente, en la cima de los Campos Elíseos, un objeto mágico y pálido llama la atención, con su reluciente ligereza anclada en losas de acero que pesan 150 toneladas. El efecto es a la vez desorientador y fascinante.

Yavachev se mudó de Nueva York a París hace dos años para dirigir el proyecto. El trabajo ha sido arduo. La Liga para la Protección de las Aves de Francia expresó su preocupación por dos halcones que anidaban en lo alto de la fachada. Eso provocó un primer retraso, antes de que la pandemia provocara un segundo.

El Día de la Bastilla, el 14 de julio, y el Día del Armisticio, el 11 de noviembre, cuando se celebran ceremonias en el monumento, dejaban una ventana limitada de tiempo. La construcción de las jaulas, cuyos barrotes de acero pasan a dos o cinco centímetros de la mano o el pie extendidos de un friso o un relieve fúnebre, fue minuciosa. También lo fue descender en rapel para trabajar bajo los salientes de la cornisa. En total, 1200 personas trabajaron en la envoltura.

“Fue difícil, estresante”, dijo Sébastien Roger, el ingeniero principal, mientras estábamos bajo el arco. “Hay que tener cuidado, al fin y al cabo… ¡es el Arco del Triunfo!”.

Desde su inauguración oficial el sábado 18 de septiembre hasta el 3 de octubre, el arco se ha convertido de hecho en algo más: se ha transformado en un objeto imaginario de gran tamaño gracias a la obsesión liberadora de un artista que se negó a aceptar los límites. Nacido en medio de la asfixiante opresión del imperio soviético, Christo —cuyo nombre completo era Christo Vladimirov Javacheff— siempre se guió por una idea central: la inalienabilidad de la libertad. Al erigirse el Muro de Berlín en 1961, hizo un muro de barriles de petróleo en la calle Visconti de París, una primera declaración pública desafiante.

Esta semana, ante el Arco del Triunfo, el presidente Emmanuel Macron dijo: “Creo que lo que creemos es esto: los sueños locos deben ser posibles”. El envoltorio de un monumento a la vez militar, histórico, artístico y depositario de la memoria nacional hizo que los franceses se sintieran “extraordinariamente orgullosos”, sugirió, “porque en eso consiste la aventura artística”.

Hubo algunas quejas. Florian Philippot, un político de derecha, denunció “una bolsa de basura colocada sobre uno de nuestros monumentos más gloriosos”. En el diario Le Monde, Carlo Ratti, un arquitecto italiano, se preguntaba si era aceptable desde el punto de vista medioambiental utilizar grandes cantidades de tela para envolver un monumento. De hecho, casi todo el material utilizado se recicla, dijo Yavachev.

Al igual que The Gates de Christo, las 7503 puertas que enhebraron un tapiz de color azafrán intenso en Central Park en 2005, o el Reichstag envuelto en Berlín en 1995, o los 3100 paraguas desplegados a lo largo de valles interiores en Japón y California, el Arco del Triunfo envuelto parece inducir en la gente una sensación de asombro colectivo. La afluencia de público que se espera es tan grande que la plaza Charles de Gaulle se cerrará al tráfico los fines de semana hasta que se desenvuelva el arco, lo que permitirá a los espectadores acercarse sin tener que esquivar los automóviles que normalmente atraviesan a toda velocidad la gran extensión circular.

Como en todos los grandes proyectos de Christo, no se han aceptado patrocinadores ni donantes. La envoltura ha sido financiada en su totalidad por el patrimonio del artista. “Mi tío siempre me decía que si tienes que rendir cuentas a alguien, no tienes libertad”, dijo Yavachev. “Recuerda que, en la escuela de arte de la Bulgaria comunista, fue criticado por las autoridades ¡porque los campesinos de su pintura no parecían suficientemente felices! Eso era demasiado para él”.

Roslyne Bachelot, la ministra de Cultura, dijo: “el Arco del Triunfo ha sido sustraído de nuestra mirada y al mismo tiempo sobreexpuesto a nuestra mirada. Esta sustracción y esta sobreexposición constituyen el núcleo de la obra. Gracias, Christo, por ofrecernos el regalo de mirar de otra manera, de una manera nueva, las obras maestras construidas por otros artistas”.

El Arco del Triunfo, como cualquier gran monumento, se construyó para durar. La obra de Christo es efímera. Dentro de unas semanas será desmontada. Esto tiene algo de liberador, quizá porque la naturaleza fugaz de la obra hace imposible poseerla. La obra es inmensa, pero insustancial. La tela parece expresar algo nómada, en consonancia con la propia vida ambulante de Christo.

Después de vivir en París durante muchos años, se mudó a Nueva York, donde vivió como inmigrante ilegal con su querida y difunta esposa Jeanne-Claude entre 1964 y 1967, antes de obtener la residencia y luego convertirse en ciudadano en 1973. Cuando Estados Unidos le abrió los brazos, llevaba 17 años como apátrida. La libertad significaba algo. Estados Unidos también era una idea.

No es la primera vez que Christo envuelve un icono de París. En 1985, tras muchos años de lucha contra las autoridades para obtener el permiso (era un especialista en la desgastante guerra burocrática a menudo necesaria para lograr sus objetivos), el artista envolvió el Pont Neuf y las 44 farolas del puente con una tela de color de piedra arenisca. Tres millones de visitantes acudieron a ver la instalación durante sus dos semanas de vida.

Para la envoltura del Arco del Triunfo, un proyecto apoyado por Macron y la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, el permiso llegó más rápidamente, aunque aquellos halcones y la covid se lo pusieron difícil. Desde el 15 de julio, dijo el ingeniero Roger, los equipos trabajaron las 24 horas del día en turnos para realizar los trabajos preparatorios.

Solo una vez antes se había cubierto parcialmente el arco con tela. En 1885, con motivo de los funerales del querido poeta y escritor Victor Hugo, se colgó del monumento un gran sudario negro. Más de dos millones de personas se unieron al cortejo fúnebre desde el Arco del Triunfo hasta el Panteón, donde fue enterrado Hugo.

Christo amaba París. Era su segunda ciudad, junto a Nueva York. “Echo de menos la emoción de mi tío, ¡habría estado dando saltos de alegría!”, dijo Yavachev. Ha sido un año duro para la capital francesa, a menudo bajo toque de queda como consecuencia de la pandemia, los restaurantes y cafés que son el tejido conectivo de la ciudad cerrados durante largos periodos. Por eso, “L’Arc de Triomphe, Wrapped” se siente como un momento liberador, una gran obra de arte pública a la que acudirán grandes multitudes.

“Christo nos sobrecoge, nos empuja, nos hace hablar”, dijo la alcaldesa Hidalgo. “Juega con la luz, con el cielo de París que reverbera a través de su obra efímera”.

Unos años antes de su muerte, conocí a Christo en Doha. Durante una entrevista de 45 minutos se negó a sentarse, hablando con una vitalidad incontenible. Come poco, aconsejaba, para canalizar la energía (en su caso, yogur con ajo para el desayuno, y luego nada hasta la cena). Decide lo que quieres —lo difícil— y aplícate sin concesiones a ese fin. Tan decidido estaba que una obra póstuma ha dado sus frutos en París con lo que Yavachev describió como el espíritu de su tío “por todas partes a mi alrededor”.

El Arco del Triunfo tiene muchas facetas. Comenzó siendo un monumento a la gloria militar. Los nombres de las grandes batallas de Napoleón están grabados en él. Era un homenaje a un emperador victorioso. Pero la guerra también es una pérdida terrible, como demostró el siglo XX. En 1920, dos años después de la Primera Guerra Mundial, se colocó bajo el arco la tumba del soldado desconocido. La inscripción en ella reza: “Un soldado francés muerto por la patria 1914-1918”. Arde una llama eterna.

La presencia de la tumba impidió que los desfiles militares pasaran bajo el arco, como para declarar la inutilidad de la guerra.

Durante el proyecto, la tumba fue cuidadosamente respetada. Las personas que cuidan de la llama todas las tardes a las 6:30 p.m. pudieron completar su tarea. Uno de ellos dijo a los periodistas el jueves que “el soldado desconocido ha estado en su sudario durante 100 años. Christo nos dejó prematuramente y ahora está en su sudario. Y creo que este sudario temporal nos dice que el arco está envuelto, pero que pronto lo volveremos a ver, así que hay una especie de unidad a nuestro alrededor”.

Ciertamente, el Arco del Triunfo envuelto —luz, respiración, brillo y liberación— habla de todo menos de la guerra. Después de completar un proyecto, a Christo le gustaba decir: “¡Lo hicicimos!” (We didded it!). Sí, lo hizo, incluso desde el más allá. La libertad es también un acto feroz de la imaginación.

Roger Cohen es el jefe de la corresponsalía del Times en París. Fue columnista de Opinión de 2009 a 2020. Ha trabajado para el Times durante más de 30 años y ha sido corresponsal extranjero y editor extranjero. Criado en Sudáfrica y Gran Bretaña, es estadounidense naturalizado. @NYTimesCohen