Contenido creado por Cecilia Franco
Invitados

Escribe Ramón Méndez

Opinión | Hay soluciones para superar la crisis actual de covid-19 en Uruguay

Éxitos y fracasos a nivel internacional dan suficiente evidencia empírica que nos indica cuál es el camino para salir de esta situación

12.04.2021 15:19

Lectura: 9'

2021-04-12T15:19:00-03:00
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Por Ramón Méndez, exdirector de Energía

En este artículo intento mostrar que, a partir del análisis de los éxitos y los fracasos a nivel internacional, es posible concluir que existe suficiente evidencia empírica que nos indica cuál es el camino para salir de la dramática situación actual de nuestro país; y estamos en condiciones de implementarlo.

La situación actual de la covid-19 en Uruguay

Veamos primero dónde estamos hoy.

A pesar de las advertencias de toda la comunidad científica uruguaya, que desde hace meses viene escribiendo el diario del lunes, nuestro país se encuentra hoy ante una situación muy compleja y angustiante.

Uruguay está hoy entre los 6 países con más muertes diarias por millón de habitantes y, de seguir en la tendencia actual, en una decena de días podría ser el primero. En relación al número de contagios diarios por millón de habitantes, no sólo hace ya varios días que somos el primero en el mundo, sino que al día de ayer duplicábamos el guarismo del pelotón de países que lo sigue. La gráfica siguiente muestra, además del actual top-5, la posición de algunos países de la región y del mundo (fuente: ourworldindata.org)

La situación resulta aún más dramática de lo que muestra esta figura: si analizamos los datos desde el comienzo de la pandemia y lo extendemos a todos los países con al menos 50 mil habitantes, observamos que sólo 3 países, a lo largo de estos 16 meses, superaron el índice actual de Uruguay: Bélgica, Irlanda y Portugal.

Mi objetivo con este rápido análisis no es ni mostrar que está todo mal, ni sembrar el pánico; soy consciente de que, en otros índices, como por ejemplo el del número de vacunados diarios, nuestro país ocupa una posición destacada. Sin embargo, el objetivo de este artículo no es hacer rankings como en un campeonato de fútbol sino identificar dónde están nuestras falencias relativas para encontrar caminos de solución, con el mayor espíritu constructivo.

Los caminos de solución existen y están a la vista

La evidencia muestra que ninguno de los tres países mencionados, así como tampoco los otros 4 que, al menos durante unos días, superaron la barrera de los 1000 contagios diarios por millón de habitantes, lograron bajar el pico apostando simplemente a la responsabilidad ciudadana. Por el contrario, en todos los casos los gobiernos aplicaron la combinación de fuertes medidas restrictivas obligatorias, junto a potentes apoyos económicos para los trabajadores y las empresas perjudicadas por esa fuerte restricción.

El peor caso durante toda la pandemia ha sido hasta ahora Bélgica. El país pasó casi todo el año 2020 sin poder formar gobierno; recién luego de 16 meses después de las elecciones, el 1 de octubre de 2020, en medio del peor impacto de la pandemia, se consiguieron amplias mayorías para nombrar un nuevo primer Ministro. El nuevo gobierno tomó rápidamente decisiones drásticas, que no implicaron confinamiento obligatorio: teletrabajo obligatorio, salvo en sectores esenciales, con sanciones para los que lo incumplían; cierre de todos los negocios no esenciales, en particular bares y restoranes; venta a distancia de productos; cierre de fronteras (si; a pesar de tener sólo fronteras secas y funcionar desde hace décadas como un territorio común, en Europa fue posible cerrar fronteras). El índice de contagios diarios por millón de Bélgica superó el valor 1000 el 23 de octubre, unos días después de impuestas las medidas, pero llegó al pico el 31 y, sólo dos semanas después, el 13 de noviembre, el indicador estaba ya en la tercera parte del valor del pico. Con unos días de retraso, el 10 de noviembre llegó a su pico de fallecidos: 18 por millón de habitantes, apenas 25% por arriba del valor actual de Uruguay; y en los días siguientes este otro indicador se desplomó.

El caso de Irlanda es doblemente más drástico. Por un lado, tuvo el crecimiento más espectacular de toda la pandemia: el índice de contagios diarios por millón pasó de 350 a 1300 en sólo 8 días. Pero así como subió, bajó: llegó al pico el 9 de enero y sólo 15 días después el índice ya había caído a menos de un tercio. Las medidas que lograron frenar este dramático crecimiento y su espectacular descenso también fueron drásticas, pero ejemplares. El 24 de diciembre el gobierno aplicó fuertes restricciones a la movilidad de las personas y el 6 de enero uno de los confinamientos más estrictos de Europa. Se clausuraron las obras e incluso se prohibió ir hasta las tiendas a recoger pedidos de productos no esenciales. Pero las medidas funcionaron y lograron detener la propagación del virus en unos pocos días. Esta rápida y decidida respuesta permitió incluso que el pico diario de fallecidos, que llegó el 25 de enero, no superara los 11 por millón, un número menor al del Uruguay de hoy.

El caso de Portugal transitó por los mismos carriles. A raíz del rápido crecimiento de casos, el 15 de enero el gobierno impuso fuertes medidas para asegurarse que la gente se quede en casa: sólo podían salir para trabajar en actividades en las que el teletrabajo fuera imposible, para comprar bienes esenciales, ir al médico, ayudar a personas dependientes, hacer deporte al aire libre en solitario y dar pequeños paseos, durante los que estaba prohibido permanecer en parques o sentarse en bancos, sin posibilidad de desplazarse más allá de cierta distancia de la casa. Ah! Y cerraron las fronteras, claro, incluyendo las terrestres con España. Como resultado, el 29 de enero se llegó al pico del número de contagios y, 12 días después, este indicador cayó a la tercera parte.

Naturalmente, en paralelo con estas medidas restrictivas de las libertades individuales en función del bien colectivo, TODOS estos países generaron poderosos instrumentos económicos para permitir que las medidas funcionaran sin destruir la economía, tanto la familiar como la de las empresas. Europa inyectó 3 billones (3 millones de millones) de dólares en su economía en un paquete de medidas diversificadas; ¡algo así como el 15% de su PBI! Pero algo parecido hicieron los Estados Unidos de Trump, e incluso el Brasil de Bolsonaro y Guedes, o el Chile de Piñera. Estos 3 últimos gobiernos, más allá de su impronta económica fuertemente liberal, directamente enviaron cheques a las familias socioeconómicamente más vulnerables. En suma, gobiernos de distintas visiones ideológicas, ya fuera por razones humanitarias o por razonamientos puramente economicistas, apoyaron fuertemente a los actores individuales y colectivos más perjudicados, destinando porcentajes muy significativos de sus PBIs.

Un último comentario adicional a todo lo anterior es que, a pesar de que los últimos picos de contagios han comenzado a surgir en países que ya se encontraban vacunando, sus gobiernos no generaron una falsa oposición entre ambas alternativas: en paralelo con la vacunación generaron las condiciones para que su país no cayera en crisis sanitarias profundas y más muertes, sabiendo que la vacunación será inexorablemente la solución para todos nuestros países, pero que tardará aún unos meses en hacer efecto, aún en los países que avanzan muy rápidamente en la vacunación. 

Y entonces, ¿qué hacemos?

Este rápido análisis permite concluir, sin medias tintas, que existen caminos probados para evitar una crisis sanitaria de proporciones y, sobre todo, más compatriotas fallecidos. De acuerdo a los ejemplos internacionales, los resultados se obtienen en unos pocos días. Naturalmente esto exige una rápida y decidida acción del gobierno haciéndose cargo de la situación, tomando medidas tanto en relación a la restricción de la movilidad de las personas como ayudando de manera contundente a los más perjudicados por estas medidas. Es decir, blindándonos por un par de meses a la espera del efecto de las vacunas.

Nuestro país debe tomar urgentemente este camino. En particular, deben implementarse rápida y eficientemente todas las medidas propuestas por el GACH hace ya más de dos meses, si fuera necesario votando urgentemente leyes (no sería algo novedoso: ya se ha votado una ley para restringir la libertad constitucional del derecho de reunión).

Y en paralelo, resulta imprescindible generar verdaderas ayudas económicas para que todas las personas y las PYMES, especialmente las que ya tienen "sus perillas al mínimo", puedan enfrentar esta limitación transitoria sin que las primeras caigan en la pobreza y las segundas se fundan. Naturalmente tenemos que hablar de ayudas de varios puntos de PBI, no de décimas de un punto. Es decir, de miles de millones de dólares, no de decenas o cientos. Felizmente, gracias a la acción de gobiernos de diferente color político, hoy tenemos líneas de crédito disponibles a muy bajo costo que superan los 2000 millones de dólares, por lo que no deberíamos cargarlo al déficit fiscal.

Según las encuestas, la mayoría de los uruguayos hoy cree que la salida de la situación actual sólo depende de las acciones individuales de cada uno de nosotros, aunque los hechos objetivos, como intenté mostrar en este artículo, prueben lo contario.

Esta es una posición de confort para la cabeza del Poder Ejecutivo: mucha gente deberá seguir saliendo de su casa para generarse los ingresos para vivir y con ello la economía seguirá funcionando; aunque la situación sanitaria seguirá empeorando ... solo que la carga de los fallecidos la llevará la gente que "no hizo lo que había que hacer". Salir de la zona de confort implica por lo tanto, urgentemente, no sólo implementar todo lo que propone el GACH y el resto de las sociedades científicas, complementándolo con apoyos económicos reales sino, fundamentalmente, cambiar el relato.

Es hora de despertarse, de hablar con claridad y que todos dejemos de profundizar la grieta, para hacer política basada en evidencia y no en el grito de la tribuna.