El siguiente es un nuevo adelanto del libro ''Pacheco: la trama oculta del poder'', de Jorge Chagas y Gustavo Trullén, en el que se aborda la relación entre Pacheco
y los militares golpistas, la posición de otros políticos de la
época y la opinión de unos y otros sobre el compromiso del entonces
presidente con la institucionalidad.
A partir de documentación y testimonios directos, los autores recrean
un pasaje de nuestra historia reciente desde una perspectiva -como todo lo que
tiene que ver con aquellos tiempos- sin duda polémica.
A pesar de que en el centro de Montevideo aparecieron volantes que decían
''Queremos un nuevo Parlamento ¡Viva Pacheco!'', no todos en
el Partido Colorado estaban dispuestos a llegar tan lejos. El vicepresidente
Alberto Abdala, cuyo cargo no estaba en juego, expresó en su audición
radial -Dialogando con usted- , que ''una elección a mitad de camino
no resulta conveniente en estos momentos''. Había pedido inútilmente
-explicó- serenidad, cordura y entendimiento. De todos modos consideraba
que si se llegaba a tal extremo debía surgir una correntada batllista
''de abajo a arriba''.
¿Hasta dónde estaba dispuesto a llegar Pacheco? Según
el entonces jefe de custodia del presidente, Víctor Castiglioni, en un
reportaje de Búsqueda del 19/3/98, durante esa crisis política
''el Jefe de la Casa Militar de quien yo dependía, el coronel Chiappe
Posse, me llamó por teléfono dándome la orden de sacar
el coche con chapa particular que a veces usaba el presidente y que lo esperara
por la calle San José. Además me recomendó que fuera solo,
sin compañía. Pacheco solía utilizar esa salida para eludir
a los periodistas. Salimos y Pacheco le indicó al chofer que se dirigiera
a una dirección diciéndole la calle a la cual iba y las dos que
la cruzaban pero sin decirle el número. Al llegar hizo detener el coche
y caminó hasta la vuelta de la esquina. Me pidió que por favor
no lo acompañara porque volvía en veinte minutos. Esa operación
la repitió más tarde en cuatro o cinco distintos lugares. Dos
meses después, un día de fin de año, lo acompañé
a su casa y me pidió que me quedara un rato para tomar una copa a efectos
de despedir el año. Trajo una botella de whisky, me sirvió y me
preguntó: '¿Usted se acuerda aquella vez que salimos hace un par
de meses y yo le pedí que me esperara en el coche? Esa tarde salí
a visitar a los principales dirigentes políticos de la oposición,
para pedirles apoyo porque el país se nos iba de las manos. Todos me
lo negaron y todos me dieron el mismo consejo: Presidente: la única salida
que usted tiene es apoyarse en las bayonetas y dar un golpe de Estado apoyado
en los militares. Yo no lo hice ni lo pienso hacer, porque el destino no me
puso en la Presidencia de la República para firmar el certificado de
defunción de la democracia. Voy a seguir luchando para llegar normalmente
en el acto electoral'''.
El problema con el testimonio de Castiglioni radica en que los acontecimientos
relatados fueron en el mes mayo, o sea no ''dos meses'' antes de fin de año.
De ser cierto, bien podría tratarse de otra crisis o una confusión
de fechas. Sin embargo, la actitud de Pacheco frente a la posibilidad de apoyarse
en los militares para librarse del Parlamento es bastante verosímil.
Existe otra pista: en un documento de cuarenta y un páginas que Carlos
Pirán le envió a fines de 1975 a Bordaberry, afirmó que
en la oportunidad en que ''me tocó actuar en funciones de relevancia,
aunque se alzaban voces dentro de ese gobierno en pro de una disolución
del Parlamento -también disolvente como el que le tocó enfrentar
al señor Presidente, aunque no tanto-, en lo personal fui contrario,
aunque estaba convencido de que el Poder Ejecutivo de la época transitaba
por el camino más acertado. No era el prejuicio institucional lo que
me preocupaba, pero, no habiendo accedido directamente a la Primera Magistratura
el titular de la época (por Pacheco Areco), estimaba que debía
ser confrontada personalmente su gestión''.
''SALVARNOS DEL DESASTRE''
El 2 de junio (de 1970), Uruguay debutaba en el Mundial de México contra
la selección de Israel. El combinado dirigido por Juan Eduardo Hohberg
despertaba expectativas en la afición uruguaya por la calidad de muchos
de sus integrantes, más aún cuando fue el primer certamen televisado
vía satélite en directo. Mientras los celestes demostraban la
valía de su juego ante Israel, el primer mandatario participaba en una
cena reservada en compañía de un miembro del gabinete, un jerarca
de ente muy influyente en las decisiones del presidente y un escritor vinculado
a un medio de comunicación. Este último había conocido
a Pacheco en el casamiento de la hija de un ex ministro de Relaciones Exteriores,
cuando todavía era vicepresidente.
Extremadamente crítico de los ''políticos profesionales salidos
de los clubes'', quedó en esa oportunidad muy impresionado por la
personalidad de Pacheco, al grado que llegó a preguntarle por qué
''no buscaba la forma de hacer algo para salvarnos del desastre'' que
se venía encima. Pacheco respondió que no era él quien
gobernaba, pero sí estaba dispuesto a acompañar en todo las decisiones
del compañero de fórmula ''sin pretender en ningún
momento dictar directivas o discutir procedimientos'', y que de esa forma
era que entendía ''ser leal al general Gestido, aún en el
error''.
Ahora, Pacheco era presidente y en el transcurso de la cena recibió
la propuesta de dar un golpe de Estado para acabar con los tupamaros, los ''infantojuveniles''
de la enseñanza y los sindicatos manipulados por el Partido Comunista
a través de la CNT. El Parlamento no estaba a la altura de las circunstancias
y la Constitución ''naranja'' no era útil, según
los argumentos que manejaron los golpistas esa noche. Según recordó
para esta investigación el ministro allí presente, Pacheco se
concentró en la televisación del partido e ignoró la sugerencia
de romper el orden institucional.
Por otro lado, Bordaberry contó a (el escritor Miguel Angel) Campodónico
que una vez fue a ver a Pacheco que estaba enfermo en la cama. Tomó té
con él, dialogaron sobre varios temas y advirtió que estaba muy
contrariado. Pronto conoció por qué: un diputado del Partido Colorado
había ido a verlo y en el transcurso de la conversación sugirió
al presidente que diera un golpe de Estado para solucionar el momento que enfrentaba
el país. Pacheco rechazó de plano esta idea. ''No quiero
pasar a la historia como un gendarme'', confesó a Bordaberry.
LAS BAYONETAS PRONTAS
¿Había ''halcones'' y ''palomas'' en el gobierno? Un presunto
manifiesto donde se alertaba sobre la grave situación política
firmado por generales retirados encabezados por Mario Aguerrondo y Juan Pedro
Ribas enrareció el clima gubernamental. En el correr de junio, Pacheco
realizó varias ''inspecciones de rutina'', sin anuncio previo, a unidades
militares del interior del país en compañía de su edecán
Chiappe Posse y el ministro de Defensa. ¿Buscaba desactivar una conjura
golpista? ¿Buscaba apoyo? ¿Buscaba fortalecer su imagen? Un amigo
de Pacheco relató para esta investigación, que ese año
se vivió en la residencia presidencial de Suárez una situación
de extrema tensión cuando un grupo de oficiales del ejército exigió
al presidente que disolviera las cámaras. ''Pacheco me dijo: 'Esa
noche yo estaba solo, sin custodia y desarmado. Los dejé desahogarse
y después di por concluida la reunión. Señores el tema
no da para más, buenas noches y sin más subí a mi dormitorio
quedándome en la cama vestido. Pensé que en cualquier momento
venía un destacamento a arrestarme. No podía hacer ninguna llamada
y me limité a esperar. No pasó nada''' .
Este relato adquiere mucha verosimilitud con el testimonio del ingeniero Jorge
Sapelli (hijo). Este profesional recuerda que a mediados de los '70, ya durante
la dictadura, estaba en el parador Los Cardos en el balneario de Las Flores
con su padre, Jorge Sapelli, Cristóbal Zolessi, dueño del comercio
y el brigadier Danilo Sena. ''En un momento mi padre le pidió a Sena
que me contara cuál había sido la actitud de Pacheco frente a
la posibilidad de dar un golpe de Estado. Mi padre tenía especial interés
en que yo conociera la historia. Sena explicó que los militares se cansaron
de pedirle a Pacheco que disolviera el Parlamento. Pero por 'la herencia de
la escuela de El Día' Pacheco siempre se negó a considerar esta
posibilidad''.
De acuerdo al testimonio de Walter Santos, Pacheco no sólo visitaba
las unidades militares ''para estrechar manos y conversar, sino que muchas
veces se sometió a la férrea disciplina de los subordinados, hizo
ejercicios con ellos, participó en una tienda de campaña durante
maniobras militares, comió el 'rancho' y la 'tumba' cuarteleras, aprendió
a jugar al truco para compartir la sobremesa con los oficiales y durmió
en los mismos catres de los soldados''. En el libro Estado y Fuerzas Armadas
en el Uruguay del siglo XX (1985) de Selva López Chirico, se sostiene
que Pacheco apostó a dádivas de orden material y atenciones y
halagos hacia el orden militar para lograr su apoyo: ''Se trata de cultivar
la simpatía y la amistad de todos aquellos que ocupan un lugar significativo
en la institución. El complemento de esta política, será
tratar de ubicar a sus elementos más fieles en puestos claves y manipular
el nombramiento de los mandos, en un verdadero intento de torcer en sentido
favorable la relación de fuerzas en la cúpula militar''.
Si bien es cierto que Pacheco buscó, a través de diferentes mecanismos,
la adhesión castrense, también surge del análisis de los
hechos el objetivo de contener cualquier desborde institucional. En este sentido
Walter Santos enfatiza que ''el propósito de Pacheco durante esas
visitas era saber en qué estaban los militares, conocer el pensamiento
de ellos y estar siempre en la delantera''. Tenía motivos para preocuparse.
En un artículo publicado en la revista Postdata el 26/1/96, el general
Alberto Ballestrino reveló al periodista Diego Achard que el 25 de agosto
de 1965 se fundó, dentro del Ejército, la logia los Tenientes
de Artigas, una organización de ideología nacionalista de extrema
derecha, encabezada por el general Mario Aguerrondo. Ballestrino reconoció
que en un principio el ejército estaba controlado por oficiales mayoritariamente
colorados, pero a medida que los elementos de la logia empezaron a ascender,
esto cambia totalmente. La logia, a su vez, comenzó a crecer cuando se
intensificó la lucha contra los tupamaros. Cuando se lo interrogó
por qué Pacheco ascendió a todos los Tenientes de Artigas, Ballestrino
respondió que ''estoy seguro que en esa época no se conocía
eso, en esa época no se sabía. Pienso yo. Yo tengo amistad con
Pacheco y él nunca me mencionó a los Tenientes para nada. Pero
él eligió los que él entendió que eran los generales
más capaces para enfrentar la sedición. Y lo que decían
algunos generales en aquella época, en lo fundamental, era que rechazaban
a todo movimiento militar. Es decir, que querían que se siguiera el régimen
civil''.
El accionar de Pacheco encontró eco en la mentalidad militar al representar
la defensa de los mismos valores castrenses frente al empuje subversivo. Pacheco
logró la lealtad de los mandos, siempre buscó estar ''un paso
adelante'' ejerciendo el mando a través del ministro de Defensa,
que era el nexo con los comandantes. En este sentido, evitó recibir o
atender a estos y cuando lo hizo nunca fue por separado. Y mientras pudo trató
que la lucha contra los tupamaros recayera en las fuerzas policiales.
APOYOS POLÍTICOS
Las preocupaciones del presidente no se centraban solamente en el estamento
militar sino que retomó las conversaciones con la Alianza para ampliar
las bases de apoyo de su jaqueado gobierno. Para los encabezados por Echegoyen
no era sencillo acordar con Pacheco. Un posible retorno a la Constitución
de 1934 que impuso la coparticipación de herreristas y terristas
en el gobierno- parecía inviable. El presidente del Directorio blanco,
Heber, era totalmente contrario a el acuerdo que tenía como base la reelección
de Pacheco. Carlos Julio Pereyra y Walter Santoro redactaron una declaración
en que expresaban el rechazo a la idea. A pesar de esto, el 26 de junio Ubillos
se reunió con Pacheco en la residencia de Suárez y Reyes para
conversar sobre la coparticipación. Este acercamiento no avanzó
más allá de los propósitos.
El 1º de julio la policía asestó un golpe al MLN con la
captura de Amodio Pérez junto a otros cinco guerrilleros. El mismo día
los reeleccionistas Raumar Jude, Washington Vázquez, Alejandro Rovira
y Wilson Craviotto dieron a conocer un manifiesto, redactado en el estudio jurídico
del padre de Jude, en el cual sostenían que ''si Gestido fue una
esperanza, que la muerte nos arrebató, Pacheco Areco es una realidad,
una bandera y un símbolo, que el partido debe capitalizar y no perder
en la próxima contienda electoral''. Aseveraban que reelegir a Pacheco
significaba ''una actitud de salvación pública que trasciende
los límites de su propio partido, que a cada instante concita más
voluntades y que culminará sin duda alguna en uno de los más clamorosos
sucesos políticos de la historia nacional''. El 4 de julio se lanzó,
en el cine Avenida de la ciudad de Las Piedras, el Movimiento pro reforma de
la Constitución y reeelección del Presidente de la República.
Pacheco, en tanto, que no emitió juicio sobre este movimiento, estaba
preocupado por el reestablecimiento de su hijo Ricardo que había sufrido
un accidente en la vértebra lumbar y una dislocación al caer de
un caballo en la estancia presidencial de San Juan.
Si bien el reeleccionismo surgía del seno de la UCB, el movimiento traspasó
los límites de la fracción. A partir de ahí el tema se
trasladó a la Asamblea Representativa Nacional para ser analizado, la
administración y el Partido Colorado comenzarían a dividirse entre
partidarios y opositores a la reelección. Jude reconocería para
esta investigación que la reelección de Pacheco era una garantía
de ''continuidad institucional''; con él en la Presidencia ''
se podrían conjurar las intentonas golpistas''.
Jorge Chagas y Gustavo Trullén son estudiantes de Ciencia Política.
Este libro mereció una Mención Especial en el concurso MEC 2004,
en la categoría ''Ciencias Sociales. Inéditos''
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