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VERSIÓN PARA IMPRIMIR

PACHECO Y LA DEMOCRACIA

Sobre un libro de Jorge Chagas y Gustavo Trullén

¿Fue Jorge Pacheco Areco un golpista? ¿Cuál fue su actitud ante la creciente inquietud militar y las voces que a finales de la década del sesenta clamaban por un golpe de Estado?

El siguiente es un nuevo adelanto del libro ''Pacheco: la trama oculta del poder'', de Jorge Chagas y Gustavo Trullén, en el que se aborda la relación entre Pacheco y los militares golpistas, la posición de otros políticos de la época y la opinión de unos y otros sobre el compromiso del entonces presidente con la institucionalidad.

A partir de documentación y testimonios directos, los autores recrean un pasaje de nuestra historia reciente desde una perspectiva -como todo lo que tiene que ver con aquellos tiempos- sin duda polémica.

A pesar de que en el centro de Montevideo aparecieron volantes que decían ''Queremos un nuevo Parlamento ¡Viva Pacheco!'', no todos en el Partido Colorado estaban dispuestos a llegar tan lejos. El vicepresidente Alberto Abdala, cuyo cargo no estaba en juego, expresó en su audición radial -Dialogando con usted- , que ''una elección a mitad de camino no resulta conveniente en estos momentos''. Había pedido inútilmente -explicó- serenidad, cordura y entendimiento. De todos modos consideraba que si se llegaba a tal extremo debía surgir una correntada batllista ''de abajo a arriba''.

¿Hasta dónde estaba dispuesto a llegar Pacheco? Según el entonces jefe de custodia del presidente, Víctor Castiglioni, en un reportaje de Búsqueda del 19/3/98, durante esa crisis política ''el Jefe de la Casa Militar de quien yo dependía, el coronel Chiappe Posse, me llamó por teléfono dándome la orden de sacar el coche con chapa particular que a veces usaba el presidente y que lo esperara por la calle San José. Además me recomendó que fuera solo, sin compañía. Pacheco solía utilizar esa salida para eludir a los periodistas. Salimos y Pacheco le indicó al chofer que se dirigiera a una dirección diciéndole la calle a la cual iba y las dos que la cruzaban pero sin decirle el número. Al llegar hizo detener el coche y caminó hasta la vuelta de la esquina. Me pidió que por favor no lo acompañara porque volvía en veinte minutos. Esa operación la repitió más tarde en cuatro o cinco distintos lugares. Dos meses después, un día de fin de año, lo acompañé a su casa y me pidió que me quedara un rato para tomar una copa a efectos de despedir el año. Trajo una botella de whisky, me sirvió y me preguntó: '¿Usted se acuerda aquella vez que salimos hace un par de meses y yo le pedí que me esperara en el coche? Esa tarde salí a visitar a los principales dirigentes políticos de la oposición, para pedirles apoyo porque el país se nos iba de las manos. Todos me lo negaron y todos me dieron el mismo consejo: Presidente: la única salida que usted tiene es apoyarse en las bayonetas y dar un golpe de Estado apoyado en los militares. Yo no lo hice ni lo pienso hacer, porque el destino no me puso en la Presidencia de la República para firmar el certificado de defunción de la democracia. Voy a seguir luchando para llegar normalmente en el acto electoral'''.

El problema con el testimonio de Castiglioni radica en que los acontecimientos relatados fueron en el mes mayo, o sea no ''dos meses'' antes de fin de año. De ser cierto, bien podría tratarse de otra crisis o una confusión de fechas. Sin embargo, la actitud de Pacheco frente a la posibilidad de apoyarse en los militares para librarse del Parlamento es bastante verosímil. Existe otra pista: en un documento de cuarenta y un páginas que Carlos Pirán le envió a fines de 1975 a Bordaberry, afirmó que en la oportunidad en que ''me tocó actuar en funciones de relevancia, aunque se alzaban voces dentro de ese gobierno en pro de una disolución del Parlamento -también disolvente como el que le tocó enfrentar al señor Presidente, aunque no tanto-, en lo personal fui contrario, aunque estaba convencido de que el Poder Ejecutivo de la época transitaba por el camino más acertado. No era el prejuicio institucional lo que me preocupaba, pero, no habiendo accedido directamente a la Primera Magistratura el titular de la época (por Pacheco Areco), estimaba que debía ser confrontada personalmente su gestión''.


''SALVARNOS DEL DESASTRE''
El 2 de junio (de 1970), Uruguay debutaba en el Mundial de México contra la selección de Israel. El combinado dirigido por Juan Eduardo Hohberg despertaba expectativas en la afición uruguaya por la calidad de muchos de sus integrantes, más aún cuando fue el primer certamen televisado vía satélite en directo. Mientras los celestes demostraban la valía de su juego ante Israel, el primer mandatario participaba en una cena reservada en compañía de un miembro del gabinete, un jerarca de ente muy influyente en las decisiones del presidente y un escritor vinculado a un medio de comunicación. Este último había conocido a Pacheco en el casamiento de la hija de un ex ministro de Relaciones Exteriores, cuando todavía era vicepresidente.

Extremadamente crítico de los ''políticos profesionales salidos de los clubes'', quedó en esa oportunidad muy impresionado por la personalidad de Pacheco, al grado que llegó a preguntarle por qué ''no buscaba la forma de hacer algo para salvarnos del desastre'' que se venía encima. Pacheco respondió que no era él quien gobernaba, pero sí estaba dispuesto a acompañar en todo las decisiones del compañero de fórmula ''sin pretender en ningún momento dictar directivas o discutir procedimientos'', y que de esa forma era que entendía ''ser leal al general Gestido, aún en el error''.

Ahora, Pacheco era presidente y en el transcurso de la cena recibió la propuesta de dar un golpe de Estado para acabar con los tupamaros, los ''infantojuveniles'' de la enseñanza y los sindicatos manipulados por el Partido Comunista a través de la CNT. El Parlamento no estaba a la altura de las circunstancias y la Constitución ''naranja'' no era útil, según los argumentos que manejaron los golpistas esa noche. Según recordó para esta investigación el ministro allí presente, Pacheco se concentró en la televisación del partido e ignoró la sugerencia de romper el orden institucional.

Por otro lado, Bordaberry contó a (el escritor Miguel Angel) Campodónico que una vez fue a ver a Pacheco que estaba enfermo en la cama. Tomó té con él, dialogaron sobre varios temas y advirtió que estaba muy contrariado. Pronto conoció por qué: un diputado del Partido Colorado había ido a verlo y en el transcurso de la conversación sugirió al presidente que diera un golpe de Estado para solucionar el momento que enfrentaba el país. Pacheco rechazó de plano esta idea. ''No quiero pasar a la historia como un gendarme'', confesó a Bordaberry.


LAS BAYONETAS PRONTAS
¿Había ''halcones'' y ''palomas'' en el gobierno? Un presunto manifiesto donde se alertaba sobre la grave situación política firmado por generales retirados encabezados por Mario Aguerrondo y Juan Pedro Ribas enrareció el clima gubernamental. En el correr de junio, Pacheco realizó varias ''inspecciones de rutina'', sin anuncio previo, a unidades militares del interior del país en compañía de su edecán Chiappe Posse y el ministro de Defensa. ¿Buscaba desactivar una conjura golpista? ¿Buscaba apoyo? ¿Buscaba fortalecer su imagen? Un amigo de Pacheco relató para esta investigación, que ese año se vivió en la residencia presidencial de Suárez una situación de extrema tensión cuando un grupo de oficiales del ejército exigió al presidente que disolviera las cámaras. ''Pacheco me dijo: 'Esa noche yo estaba solo, sin custodia y desarmado. Los dejé desahogarse y después di por concluida la reunión. Señores el tema no da para más, buenas noches y sin más subí a mi dormitorio quedándome en la cama vestido. Pensé que en cualquier momento venía un destacamento a arrestarme. No podía hacer ninguna llamada y me limité a esperar. No pasó nada''' .

Este relato adquiere mucha verosimilitud con el testimonio del ingeniero Jorge Sapelli (hijo). Este profesional recuerda que a mediados de los '70, ya durante la dictadura, estaba en el parador Los Cardos en el balneario de Las Flores con su padre, Jorge Sapelli, Cristóbal Zolessi, dueño del comercio y el brigadier Danilo Sena. ''En un momento mi padre le pidió a Sena que me contara cuál había sido la actitud de Pacheco frente a la posibilidad de dar un golpe de Estado. Mi padre tenía especial interés en que yo conociera la historia. Sena explicó que los militares se cansaron de pedirle a Pacheco que disolviera el Parlamento. Pero por 'la herencia de la escuela de El Día' Pacheco siempre se negó a considerar esta posibilidad''.

De acuerdo al testimonio de Walter Santos, Pacheco no sólo visitaba las unidades militares ''para estrechar manos y conversar, sino que muchas veces se sometió a la férrea disciplina de los subordinados, hizo ejercicios con ellos, participó en una tienda de campaña durante maniobras militares, comió el 'rancho' y la 'tumba' cuarteleras, aprendió a jugar al truco para compartir la sobremesa con los oficiales y durmió en los mismos catres de los soldados''. En el libro Estado y Fuerzas Armadas en el Uruguay del siglo XX (1985) de Selva López Chirico, se sostiene que Pacheco apostó a dádivas de orden material y atenciones y halagos hacia el orden militar para lograr su apoyo: ''Se trata de cultivar la simpatía y la amistad de todos aquellos que ocupan un lugar significativo en la institución. El complemento de esta política, será tratar de ubicar a sus elementos más fieles en puestos claves y manipular el nombramiento de los mandos, en un verdadero intento de torcer en sentido favorable la relación de fuerzas en la cúpula militar''.

Si bien es cierto que Pacheco buscó, a través de diferentes mecanismos, la adhesión castrense, también surge del análisis de los hechos el objetivo de contener cualquier desborde institucional. En este sentido Walter Santos enfatiza que ''el propósito de Pacheco durante esas visitas era saber en qué estaban los militares, conocer el pensamiento de ellos y estar siempre en la delantera''. Tenía motivos para preocuparse. En un artículo publicado en la revista Postdata el 26/1/96, el general Alberto Ballestrino reveló al periodista Diego Achard que el 25 de agosto de 1965 se fundó, dentro del Ejército, la logia los Tenientes de Artigas, una organización de ideología nacionalista de extrema derecha, encabezada por el general Mario Aguerrondo. Ballestrino reconoció que en un principio el ejército estaba controlado por oficiales mayoritariamente colorados, pero a medida que los elementos de la logia empezaron a ascender, esto cambia totalmente. La logia, a su vez, comenzó a crecer cuando se intensificó la lucha contra los tupamaros. Cuando se lo interrogó por qué Pacheco ascendió a todos los Tenientes de Artigas, Ballestrino respondió que ''estoy seguro que en esa época no se conocía eso, en esa época no se sabía. Pienso yo. Yo tengo amistad con Pacheco y él nunca me mencionó a los Tenientes para nada. Pero él eligió los que él entendió que eran los generales más capaces para enfrentar la sedición. Y lo que decían algunos generales en aquella época, en lo fundamental, era que rechazaban a todo movimiento militar. Es decir, que querían que se siguiera el régimen civil''.

El accionar de Pacheco encontró eco en la mentalidad militar al representar la defensa de los mismos valores castrenses frente al empuje subversivo. Pacheco logró la lealtad de los mandos, siempre buscó estar ''un paso adelante'' ejerciendo el mando a través del ministro de Defensa, que era el nexo con los comandantes. En este sentido, evitó recibir o atender a estos y cuando lo hizo nunca fue por separado. Y mientras pudo trató que la lucha contra los tupamaros recayera en las fuerzas policiales.


APOYOS POLÍTICOS
Las preocupaciones del presidente no se centraban solamente en el estamento militar sino que retomó las conversaciones con la Alianza para ampliar las bases de apoyo de su jaqueado gobierno. Para los encabezados por Echegoyen no era sencillo acordar con Pacheco. Un posible retorno a la Constitución de 1934 que impuso la coparticipación de herreristas y terristas en el gobierno- parecía inviable. El presidente del Directorio blanco, Heber, era totalmente contrario a el acuerdo que tenía como base la reelección de Pacheco. Carlos Julio Pereyra y Walter Santoro redactaron una declaración en que expresaban el rechazo a la idea. A pesar de esto, el 26 de junio Ubillos se reunió con Pacheco en la residencia de Suárez y Reyes para conversar sobre la coparticipación. Este acercamiento no avanzó más allá de los propósitos.

El 1º de julio la policía asestó un golpe al MLN con la captura de Amodio Pérez junto a otros cinco guerrilleros. El mismo día los reeleccionistas Raumar Jude, Washington Vázquez, Alejandro Rovira y Wilson Craviotto dieron a conocer un manifiesto, redactado en el estudio jurídico del padre de Jude, en el cual sostenían que ''si Gestido fue una esperanza, que la muerte nos arrebató, Pacheco Areco es una realidad, una bandera y un símbolo, que el partido debe capitalizar y no perder en la próxima contienda electoral''. Aseveraban que reelegir a Pacheco significaba ''una actitud de salvación pública que trasciende los límites de su propio partido, que a cada instante concita más voluntades y que culminará sin duda alguna en uno de los más clamorosos sucesos políticos de la historia nacional''. El 4 de julio se lanzó, en el cine Avenida de la ciudad de Las Piedras, el Movimiento pro reforma de la Constitución y reeelección del Presidente de la República. Pacheco, en tanto, que no emitió juicio sobre este movimiento, estaba preocupado por el reestablecimiento de su hijo Ricardo que había sufrido un accidente en la vértebra lumbar y una dislocación al caer de un caballo en la estancia presidencial de San Juan.

Si bien el reeleccionismo surgía del seno de la UCB, el movimiento traspasó los límites de la fracción. A partir de ahí el tema se trasladó a la Asamblea Representativa Nacional para ser analizado, la administración y el Partido Colorado comenzarían a dividirse entre partidarios y opositores a la reelección. Jude reconocería para esta investigación que la reelección de Pacheco era una garantía de ''continuidad institucional''; con él en la Presidencia '' se podrían conjurar las intentonas golpistas''.


Jorge Chagas y Gustavo Trullén son estudiantes de Ciencia Política. Este libro mereció una Mención Especial en el concurso MEC 2004, en la categoría ''Ciencias Sociales. Inéditos''


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