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Haceme reír

Horacio Rubino: ''Cuando yo empecé a hacer parodismo, si no bailabas, no salías''

El humorista es sinónimo de una clase de chiste, tonto y efectivo, pero sabe que no es ninguna tontería escribir esa clase de humor.
18.11.2019 14:38
2019-11-18T14:38:00
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Horacio Rubino nació en 1962 y, sabiendo que de algo hay que ganarse la vida, coqueteó con una carrera científica. Pero el arte pudo más. Su humor llamó la atención en teatro y eso lo llevó al carnaval.

Allí se destacó en el parodismo y, tanto le gustó, que año a año sufre el Concurso Oficial con sus "Momosapiens". De esta loca pasión conversamos con él.

¿Cuándo te diste cuenta de que el humor podía llegar a ser una fuente de ingresos?
En mi época escolar y liceal, cuando era el gracioso de la clase, nunca se me pasó por la cabeza. Empezó sin darme cuenta, porque después de la escuela y el liceo entré en un grupo de teatro donde también hacíamos humor. Ahí tuve la primera oportunidad de escribir y armar algo de lo que hacíamos. Pero cuando ingresé en el carnaval y recibí una remuneración, dije: “¡Mirá! Tanto que yo utilizaba para nada y hoy sirve para generar dinero”. No pensaba que me fuera a dedicar a eso, pero pensé: “Con esto puedo tener un extra”. Y ese extra se terminó transformando en mi medio de vida.


¿La entrada al carnaval fue por la actuación?
Sí, porque yo estaba en el grupo Café Teatro de la Asociación Cristiana de Jóvenes, donde surgieron varios actores y directores de carnaval y teatro. Entré para actuar, pero traía esa faceta de escribir en el grupo de teatro, así que arreglé algunas cosas y escribí alguna canción. Tuve la suerte de que me dieran la posibilidad de escribir desde el primer año, más allá de que ese año no figuré como libretista. Pero escribí el 80% del espectáculo. Eran parodistas Klaper’s y al año siguiente ya me dan la responsabilidad de escribir todo el repertorio del conjunto, a la vez que tuve mi primer ingreso a través de la escritura. O sea que, en un lapso de dos años, descubrí que dos de las facetas que yo hacía podían terminar siendo un medio de vida.

Busco que todos los chistes sintonicen, estén bien puestos y tengan que ver con lo que está pasando


Escribiste para todas las categorías. ¿Explicarías el tipo de humor que se maneja en cada una de ellas?
Así como el hombre y el mono tienen un antepasado común, las diferentes ramas del humor tienen una raíz. Pero sin duda que no son iguales. En algunas el humor es la condición primera, como los humoristas y en gran medida los parodistas. En la murga hay una gran cuota de humor, como también hay una gran cuota de crítica social, que debe estar presente. En las revistas, durante muchos años no hubo casi presencia de humor, hasta que alguna empezó a hacerlo y las demás se dieron cuenta de que de esa manera se hacían más comerciales, le gustaban más a la gente y podían mostrar los bailes con un llamador que atraía a la gente. Creo que la única que todavía está en el debe, porque hay poquitos ejemplos, es la categoría de Sociedades de Negros y Lubolos, donde el humor es casi inexistente. O sea que hay una gran diferencia en como lo manejan. Pero a la hora de hacer reír, me parece que un sketch que funciona en humoristas perfectamente lo podría poner en un conjunto lubolo. Aunque eso depende también de que se animen a hacerlo.


¿Qué hizo que te quedaras en el parodismo, al punto de sacar tu propio conjunto?
De esa gente que estaba en el grupo de Café Teatro, algunos fueron para Klaper’s y otros para Falta y Resto. O sea que perfectamente podría haber caído en el carnaval por la categoría de Murgas. Y como espectador que iba al carnaval me gustaba todo, pero los parodistas tenían eso del espectáculo completo en la cantidad de rubros. Porque los que participaban de la categoría actuaban, cantaban y bailaban. Y cantaban y bailaban a la vez, que hoy día es muy difícil de ver en cualquier ámbito. Todavía eso artesanal que tenemos, de cantar y bailar en vivo, la hace una categoría muy completa. Entonces me atraía eso. Obviamente estamos hablando de hace unos cuantos años y hace unos cuantos kilos menos. Uno podía hacer todo eso. Se podía cantar, bailar, actuar... era como una gran comedia musical. Eso fue lo que siempre me llamó la atención de la categoría. Todas tienen su parte linda y a mí me gusta todo el carnaval, pero Parodistas es la categoría que te hace hacer más cosas a la vez, y por eso yo le doy un grado mayor de dificultad. Una persona que cante y actúe muy bien, puede perfectamente salir en murga y en parodistas. Ahora, si no baila... Quizás ahora podría salir igual, pero cuando yo empecé a hacer parodismo, si no bailabas, no salías.


¿Qué más ha cambiado en todos estos años?
Las coreografías de la época en la que empecé a hacer parodismo tenían una dificultad menor a la de hoy, porque todos cantábamos y bailábamos a la vez. Entonces, tanto los más diestros para bailar como los que no, tenían que hacerla. Por eso, cuando veo a los jóvenes de hoy que se ríen de las coreografías de antes, les digo: “Lo que pasa es que estaban hechas para cantar”. Cantaban todos. Cuando empezó a hacerse más sofisticada la coreografía, los que tenían menos condiciones y los más veteranos ya no podían hacer eso. Entonces quedó un grupo que bailaba y otro que no. Al haber un grupo que solo cantaba se distribuyó a los costados del escenario. Se armó una figura a la derecha y a la izquierda que era el coro, y en el medio el baile.

Si el chiste al gordo está como condimento, uno más de un espectáculo que no apunta a eso, me parece que no molesta


A la hora de elegir las parodias de tu espectáculo, ¿cuánto pesa la familiaridad? ¿Cuán popular tiene que ser un tema para que la gente entienda las referencias?
Cuanto más popular es el tema que uno va a tocar para hacer humor, mayor resultado va a dar con el público. Si yo hago una parodia, una humorada o cualquier texto de carnaval basado en un hecho real, en algo que está pasando, en una película que la gente conoce mucho... Si sabe cómo es el original y los personajes que involucra, más rápidamente va a entender el humor con el que tomo ese tema. Si tomo temas que la gente no conoce tanto, tengo que ingeniármelas para, dentro del propio tema, ir explicando de qué se trata. Ahí hay un trabajo previo: explicar quiénes son los personajes que salen a hablar, cuál es el conflicto que tienen esos personajes y tratar de no hacer aburrida la explicación. Odio esas películas que arrancan con un tipo contándote toda la historia que pasó, qué vino y qué va a pasar. Me parece que es un recurso menos elaborado. Por eso lo familiar sin dudas funciona, y más en el carnaval.


¿Por qué a veces elegís temas que no son populares?
Porque a veces me complico solo, pero me gusta.

En Carnaval, ¿el chiste es más importante que el humor? Considerando que la respuesta del público influye en el marco del concurso. Yo creo que el chiste, por más simple que sea, debe tener una sintonía con el resto. Lo mismo que les digo a los cantantes con las canciones. Cada uno me trae canciones que quiere cantar, y que le gustan por su timbre de voz, pero lo que tengo que hacer después es ver qué va sintonizando con lo que escribo. Porque la canción tiene que estar en función del texto y no el texto en función de la canción. Cuando yo no dirigía los grupos para los que escribí primero, Klaper’s y Gaby’s, el director me decía: “Ponga esta canción y esta, porque esta la va a cantar Juan y esta la va a cantar Pedro”. Y te volvías loco tratando de meter eso ahí adentro. Con los chistes para mí pasa lo mismo: cuando el chiste está descolgado, cuando está metido a fórceps, se nota. Cuando el chiste está bien pensado y sintoniza aunque no sea un chiste inventado por uno, porque a veces traemos de otros lados, también se nota. Se nota que hay una preocupación de que todo sintonice y no simplemente armar “El Show del Chiste” en una escena, que también pasa y para mí está mal hecho. Yo trato de no caer en eso. Busco que todos los chistes sintonicen, estén bien puestos y tengan que ver con lo que está pasando en ese momento. Y si es un absurdo, que también esté bien metido. Los chistes han sido compañeros míos de todo lo que he escrito, pero siempre tratando de que sintonicen. He dejado chistes muy buenos por el camino y algunos me decían: “Ponelo, eso está bárbaro”. Pero no tenían nada que ver y no tenía cómo meterlos.


¿Y cómo hacés en las parodias para intercalar los momentos serios?
Los tiene la categoría y le gustan a la gente. Entonces por ahí aprovechás para decir algo. Lo que hay que tratar de evitar es el panfleto. O venir de una situación extremadamente humorística y cortarla con un hacha para cantar una canción, que pasa mucho y se ha criticado. Lo que pasa es que yo, para no desaprovechar los momentos de actuación, a veces aprovecho las canciones para decir algo en ese momento. Algún periodista de Carnaval dijo: “No se puede venir con una parodia que es muy humorística y de pronto cantar una canción en serio”. Y yo digo: “Al revés”. Es peor si corto la situación humorística y dentro de la misma actuación me mando un discurso. Entonces tratamos de que no sea brusco el cambio.


Hacés un tratamiento "orgánico" de cada uno de los elementos.
Esa es la verdadera tarea de un escritor o un puestista, o hasta un director. Que es la tarea de un entrenador en un equipo de fútbol. A tres entrenadores diferentes les dan el mismo equipo y cada uno hará a su manera. Y bueno, hay que ver cuál de los tres lo va a hacer rendir mejor. Creo que cuando todo está sincronizado, rinde más.


A la hora de reclutar nuevos jugadores, ¿te das cuenta si tienen buen "timing" de humor? ¿Se puede ver eso?
Sí. Se puede ver. Yo siempre digo que todos los espectáculos carnavaleros tienen tres patas. Que son fundamentales en cualquier conjunto. Una es la idea del espectáculo: quién lo va a escribir, el propio texto. La segunda pata es quiénes lo van a hacer, qué plantel vas a tener. Y la tercera pata es la producción, cómo vas a producir eso para que visualmente esté al nivel de las otras dos. Cuando falla una de las patas, los espectáculos fallan. Alguna vez ha pasado que la pata de la idea no es tan buena, pero es excelente la de los intérpretes y han podido elevar un poco el nivel de la primera pata. O un plantel no tan excelente tiene un texto tan bueno, que se eleva un poco. Ahora, si no tienen de cierto nivel para arriba cualquiera de esas patas, es difícil que el espectáculo funcione. Y a la hora de elegir los actores, trato de elegir los que sintonicen con el estilo que escribo.

Si Les Luthiers se presentara en el carnaval uruguayo en la categoría Parodistas, pierde


Lo mencionaste a la pasada y no pude dejar de pensar en Hannah Gadsby en su espectáculo "Nanette", hablando de ridiculizarse a sí misma. ¿En algún momento te hizo mal hacer tantos chistes con tu peso?
Yo lo tomo con naturalidad. Tenés al componente petiso al que le hacés chistes de su poca altura, al gordo... Quizás no sea la forma más inteligente de crear cosas. Es más fácil hacerle un chiste al gordo de que te comiste esto o lo otro, que otro tipo de humor. Si está como condimento, uno más de un espectáculo que no apunta a eso, me parece que no molesta.


El concurso del carnaval nunca está exento de líos. ¿No le saca un poco la gracia?
Totalmente. Alguna vez pensé una utopía: un carnaval en el que no hubiera “un” ganador, sino que se premiara a los grupos que estuvieran al nivel que la gente quiere. Pero hay una escuela que dice: “No, le quitás la sal y pimienta al carnaval, porque el concurso es todo”. En Uruguay queremos ganar a todo, siempre. Y puede ser, capaz que no tengo la razón, pero sin duda que le quita, porque hace que cuando uno piensa los espectáculos los tenga que someter a todos los rubros. Y capaz que no son los que vos hubieras escrito si lo hacías libremente. Entonces tengo que pensar que por lo menos una parodia tenga buen vestuario, por lo menos en algunos momentos tiene que haber baile, por lo menos... Siempre digo que si Les Luthiers se presentara en el carnaval uruguayo en la categoría Parodistas, pierde. Porque pierde en vestuario, pierde en baile... Y sin embargo, podría llegar a ser el mejor espectáculo del carnaval. Entonces, claro que condiciona. Tener que cumplir todas esas reglas no te hace pensar los espectáculos con libertad.

Por Ignacio Alcuri

Fotos: Juan Manuel López