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Las cosas en su sitio

GUSTAVO ESCANLAR

El periodista de Zona Urbana y las Cosas en su Sitio, Gustavo Escanlar, respondió de forma contundente a tus preguntas. Una entrevista entre vos y uno de los personajes más controversiales del país...

Lectura: 26'

2004-06-01T00:00:00-03:00
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1) Realmente el periodismo que intenta hacer el señor Escanlar no me gusta nada , igualmente pienso que es el personaje que eligió desarrollar para hacerse alguien, pero no me parece bien caer en la crítica barata y egoísta que realiza en la mayoría de sus comentarios, para hacerse conocido. Mi pregunta es ¿Realmente piensa que lo único que está bien es lo que hace él, o es el papel que tiene que desempeñar tanto en la tele como en la radio? Es la pregunta que se hacen muchos hoy en día y me gustaría saber la respuesta. A su vez, reconozco que ha introducido tanto él como sus compañeros, una forma distinta de hacer periodismo en este país, eso está muy bueno y lo valoro. Matías

Gustavo:
Voy por partes, Matías, porque en tu "pregunta " afirmás algunas cosas que me gustaría aclarar y aclararte.

a . Estás en tu derecho de que no te guste mi estilo. La libertad, entre otras cosas, consiste en eso: algunas cosas nos gustan y otras no. Y tenemos el poder de decidir si consumirlas o si no darles bola. Lo que sí me gustaría aclararte, porque en parte me resulta ofensivo, es que creas que se trata de "un personaje" que "desarrollé" para "hacerme conocido".

Bueno, no es así, Matías. Hace más de 15 años que trabajo en medios de comunicación, y hace más de 15 años que vengo diciendo más o menos las mismas cosas en más o menos el mismo estilo. Si me hago "conocido" o no es bastante menos importante que las cosas que trato de decir. O sea: siempre fui "alguien", aun cuando no trabajaba en los medios. Y tengo muy claro que no es trabajando en los medios o escandalizando gente o pateando tachos de basura o asustando viejas como uno se "hace alguien". Te digo más: empecé a escribir por timidez, porque en las asambleas gremiales estudiantiles no me gustaba gritar para que me escucharan. Entonces tenía que escribir y publicar lo que pensaba (cosas que generalmente mis compañeros de militancia censuraban con las mejores intenciones). Empecé a escribir porque era la manera de ser escuchado.

Preguntá por ahí a los que me conocen y vas a ver que casi nadie me oyó gritar alguna vez. Así que te repito, y no lo digo más: no me interesa "hacerme conocido"; es más, me gustaba más cuando era anónimo, cuando nadie me jodía, cuando podía colarme en todos los lugares sin que me señalaran y me hicieran chistes malos ('vo, Zona urbana , ¿dónde tenés la cámara ', 'vo, gordo policía, ¿a quién van a joder esta semana ?', 'che, asqueroso, ¿de verdad te tomaste el pichí?')

b. En cuanto a la pregunta propiamente dicha, la respuesta es no. No creo que lo único que está bien es lo que hago yo. Por un lado, muchísimas veces -más de las que me gustaría - me equivoco. Y casi siempre, como corresponde, pago por mis equivocaciones, por pequeñas e inocentes que sean. ¿Es necesario que te ponga ejemplos?

Por otro lado, creo que gran parte de las expresiones artístico-culturales uruguayas (dije 'gran parte', no dije 'todas', anotalo) sufren de un mal típico de los países chicos, típico de los petisos (y mirá que yo conozco de la psicología de los petisos): se creen más de lo que son. Y al creerse más de lo que son, no aceptan las críticas ni los chistes ni los comentarios rabiosos casi hasta la violencia. El uruguayo desprecia al argentino, pero la producción cultural uruguaya no le llega a los talones a la de los porteños. Nos gusta creernos nuestras propias mentiras: que el teatro uruguayo es excelente, que los escritores uruguayos son geniales, que nuestros futbolistas son maravillosos, que Tabaré desde el poder va a arreglar todos los problemas. Bueno, Matías, a mí me parece importante decir que eso no es más que un engaño colectivo, que una mentira que nos empeñamos en hacernos, una mentira que en el fondo nos impide crecer.

En conclusión: no creo ser el dueño de la verdad, pero sí creo que mi minoritaria voz -como tantas voces minoritarias que la sociedad prefiere ignorar- debería ser escuchada , por lo menos. Y si lo digo con vehemencia , si lo digo en un tono que parece autoritario, es nada más que porque a veces tengo rabia. Rabia, sí, de que teniendo tanto potencial individual y colectivo nos contentemos con ser así, mediocres. Que elijamos seguir siendo empleados del estado, que esperemos el retiro incentivado, que no confiemos en nosotros mismos, que ni siquiera nos animemos a pelear por el respeto a los derechos que tenemos, que cuando un quiosquero nos curra en nuestros propios ojos nos dejemos currar y le compremos la tarjeta de teléfono a cinco pesos más de su precio real, que cuando vemos que alguien está en un ómnibus pungueándose a una vieja nadie salte, todos se hagan los que no ven, miren para otro lado. Me da bronca eso. Pero más bronca me da que, sabiendo que somos eso, después digamos convencidos que somos solidarios y cultos.

Y, una vez más, Matías, y para terminar: si a veces te parece que me paso de soberbio, quizá hasta te llegue a parecer autoritario, es nada más porque me siento bastante solo diciendo lo que digo. Igual no me quejo: sé que soy un privilegiado, que es muy poca la gente que puede decir las cosas que piensa por un micrófono, o en la televisión, o que alguien se las publique.

2) ¿Qué respuesta tenés para quienes dicen, el caso mas notorio es el de Sonia Breccia, que en Zona Urbana se presentan los problemas de actualidad en formato de "espectáculo televisivo" y no se abre un debate profundo sino que sólo se brindan reflexiones livianas? ¿Cuánta importancia le asignas a la explotación de los recursos técnicos y cuánta al contenido o elaboración del mensaje en tu tarea periodística ?
Christian, 21 años. Estudiante de Comunicación (oyente y televidente de los espacios en los que participás)

Gustavo:
Es una pregunta que tiene varios niveles, varias puntas.

Por un lado, el del debate. A mí, personalmente, me aburren los debates. Solo hubo tres debates que me divirtieron, y lo que me divirtió fueron las salidas de libreto: el del No con Tarigo en 1980, el de Sanguinetti cuando se calentó con Neber en 1984 (Neber mandó al corte y Sanguinetti le metió el peso y le dijo 'nada de corte, yo voy a contestar ahora ') y a Mujica con Neber y el famoso 'no sea nabo'. Los debates en general me parece que no son fértiles. Cada uno se va con la idea que llegó y, en el mejor de los casos, el espectador queda un poco más confuso. Del aborto se viene discutiendo desde hace 60 años, las posiciones ya están claras. ¿De qué sirve seguir debatiendo? De nada: una vez más vamos a escuchar lo que ya nos dijeron, lo que sabemos casi casi de memoria.

Por otro lado, en Uruguay somos especialistas en discutir años y años sobre las ramitas de cada uno de los árboles del bosque. Pero nunca discutimos sobre el bosque entero, sobre el paisaje real. Discutir 'rock uruguayo sí-rock uruguayo no' es arcaico, es antiestético, es tramposo. Y en realidad discutimos de una cosa (la identidad) cuando de lo que no nos animamos a discutir es de otra cosa, quizá más importante (las elecciones de los consumidores, el mercado). Si Fernando Ulivi vendiera miles de discos jamás hubiera publicado un manifiesto anti rock y pro-telúrico. Hablamos contra las multinacionales porque ninguna multinacional nos da bola, no nos considera con la calidad suficiente. Hablamos contra Tenfield porque nos fueron a ver al campito y no nos eligieron.

Pero tu pregunta, Christian, nos la hacemos cada semana en Zona urbana. Es una pregunta básica y fundamental cuando uno intenta hacer periodismo por televisión. No te olvides, por ejemplo, que el año pasado la gente tenía a Tinelli en un canal y a Petinatti en el otro, y si tenía cable podía ver terrible película con mujeres desnudas, y si tenía TVC podía mirar Puntodoc. O sea: el periodismo televisivo tiene una especificidad y características especiales. Lo mismo pasa con el periodismo escrito, o el radial.

En el periodismo escrito podés ser más profundo, más analitico, más poético, podés denunciar más, podés opinar más y podés fundamentar más y con mayor claridad lo que decís. Podés borrar, arrepentirte, recortar y pegar, consultar con colegas, con libros, con tus padres. Contás además con la ventaja del anonimato: podés mirar -y eso es fundamental en un periodista - sin que te miren. Eso sí: va a tener una repercusión bastante limitada. En la radio podés jugar más. La radio es los sonidos, la entonación, el misterio, la magia, la interacción inmediata con el oyente, empezar una frase y cambiarla en el medio. Es más superficial y más juguetona que el periodismo escrito.

Y nos queda la televisión, el periodismo televisivo. Yo de chico me enganchaba con pocos periodísticos. En general me aburrían las cabezas parlantes. Me gustó Giacosa en Chile, puteando al camarógrafo que estaba a punto de comerse un balazo. Me gustó la transmisión del día que el hombre llegó a la Luna, aunque no se veía casi nada, aunque andá a saber si no era un truco. Yo era chico, me gustó, y me gustó creérmela. Y poca cosa más. Me gustaba "Conozca su derecho", a veces me gustaba René Jolivet y el programa de Tu Sam y el de Pipo Mancera. Y pará de contar. El resto, sobre todo los programas periodísticos que vinieron con la democracia, me aburrían, todos.

Y mirá que me comía hasta los informativos, que después de más de 30 a ños ni siquiera cambiaron de estructura. No hay sorpresas, ya se sabe qué van a preguntar, incluso ya se saben las respuestas y hasta las caras de circunstancia que van a poner los conductores cuando regresen del tape de algún hecho jodido.

Es tan difícil el periodismo televisivo, tan picacarne, que tiene dentro tipos valiosísimos que aparecen como encorsetados, restringidos. Yo conozco el talento de Gerardo Sotelo, de Aldo Silva, de Rosario Castillo, de Carolina García. Y me pregunto por qué no pueden dar las noticias de otro modo. Me pregunto qué tienen que ver Gerardo o Aldo, que en su vida cotidiana son sueltos y graciosos, con lo que tienen que hacer en sus informativos. ¿A nadie se le ocurrió que podían dar las noticias parados en vez de sentarse en esos sillones eteeeernos? ¿A nadie se le ocurrió sacarlos del estudio para que, por ejemplo, entrevisten a los políticos en su espacio, en su casa? Imaginate a Sotelo con Mujica en la chacra (al final lo hizo, pero apuesto -no lo sé, pero apuesto- que le costó una discusión y un gasto de energía de, mínimo, dos horas).

Con ese panorama yo empecé a consumir programas periodísticos argentinos y los envidié mucho, porque vi que era otra cosa. Que podían, al mismo tiempo, hacer televisión y periodismo. Uno de mis mejores amigos argentinos es Rolando Graña , que se dio el lujo de irse de un cómodo trabajo en CNN e inventar Puntodoc. Claro que sí: es una de mis referencias. Cuando el tipo me mandó por video los primeros programas de Puntodoc me sentí con mucha envidia. Incluso me dio hasta bronca que el tipo pudiera hacer investigaciones (como la de Berríos) que deberíamos haber hecho nosotros, acá, hacía mucho tiempo. Cuando digo que Puntodoc y los programas de Rolando son referentes para mi trabajo no hablo necesariamente de las cámaras ocultas ni de los chanchullos que destapa: más que nada, me gusta aquella etapa de Puntodoc porque en cada tape, en cada informe, los tipos se empeñaban en contarte una historia.

Y ahí está el eje del periodismo televisivo, creo yo. En la televisión no podés analizar ni ser demasiado profundo: eso aburre, el tipo va seguro al zapping, no te olvides que en una mano tiene el vaso y en la otra tiene el control remoto. Eso es para el periodismo escrito, donde el tipo te lee porque quiere leerte, por cómplice o porque tiene ganas de ver lo que decís. En la televisión no se puede -o no se debería - hacer entrevistas larguísimas a candidatos a diputados o senadores o ediles, esos duelos donde estás una hora y media escuchándolo al tipo decir lo que quiera y tenés que ir de a poco apretándolo y rodeándolo para que te conteste, finalmente, molesto, lo que le preguntaste. Eso podrías llegar a hacerlo, y cada taaaanto, en la radio.

La televisión es show, es espectáculo. Tiene que serlo. Y el periodismo televisivo no escapa a eso. Tiene que ofrecer 'ganchos' para que el televidente no se escape. Ese es el desafío al que nos enfrentamos semanalmente con Zona urbana: tenemos que darle al televidente las dos cosas: periodismo y diversión. Es difícil, pero es un lindo desafío. Porque en cada programa tenés que ofrecer muchas cosas, tenés que hablar de muchos temas. Cosas y temas que interesen, que sean importantes periodísticamente, y que a la vez no aburran. Si no, la gente cambia y se pone a mirar a Natalia Oreiro casi en bolas.

Ojo: tampoco ignoro que eso es peligroso. Que estás a un paso de convertirte, aunque no lo seas ni quieras serlo, en un personaje, y en mi caso concreto en el payasito del programa. El putañero, el oscuro, el ácido, el que se tomó el pichí. Es un riesgo que se evita de una sola manera: moviéndose constantemente, ofreciendo e inventando cosas diferentes todo el tiempo.

Respecto a a la segunda parte de la pregunta, creo es muy muy importante contar con técnicos que comulguen con tu idea de contar historias. Camarógrafos y editores que tengan esa mirada. Que "vean", que no se limiten a registrar los hechos. Por suerte los tenemos. Es increíble: muchas veces despreciamos a los técnicos de la televisión. Pero son tipos con muchísima calle, con muchísima calle, y que se mueren por hacer cosas de calidad. Están ahí, esperando la exigencia, esperando el momento de hacer algo que les interese. Y cuando alguien les ofrece algo distinto a lo de todos los días, los tipos responden. Y responden con alegría.
Y yendo a lo concreto, al tema de los porcentajes, creo que es tan importante el contenido periodístico como el trabajo técnico, tanto en pre como en posproducción. 50 y 50, más o menos. Depende, también, del informe que estés elaborando. Cuando hacés un informe sobre el Vilardebó, por ejemplo, y querés registrar la vida de los internados en ese lugar, la cámara, la edición, la música, son fundamentales. Podés hacer ese informe casi sin texto. Alcanza con mirar, alcanza con mostrar. Por otro lado, un informe como el de adopción necesita explicaciones y trabajo periodístico importante. En ese caso la técnica pasa a un segundo plano. Si tenés que hacer, rápido, una entrevista, y el fondo y la iluminación no son los ideales, en ese caso no te importa, lo hacés igual. En conclusión, Christian, repito: depende de la nota. Pero las dos cosas son igual de importantes.

3) ¡Hola! Cuando se hace periodismo investigación y se va hasta el fondo, como lo hacés vos y como lo hacen en ZU, ¿cómo te podés bancar que nada cambie? Después que denunciás y hacés lo que está a tu alcance (a conciencia y de verdad) ¿cuál es el paso siguiente?... Es verdad que se han conseguido cosas... pero creo que necesitaríamos 3 millones y pico de personas que también entiendan de qué se trata todo esto. Igual me interesaría saber ¿en dónde encuentran (vos y ZU) la satisfacción de un trabajo bien realizado?
Pancho

Gustavo:
Nosotros no somos jueces, ni policias, ni políticos. Nuestro trabajo no está relacionado con el cambio de las situaciones que mostramos. Somos más bien un espejo. Obviamente, nos gustaría que los poderes públicos fueran más atentos y cumplieran sus labores específicas. Pero no es nuestro trabajo. Es más: a veces da un poco de bronca. Todo el mundo sabe cómo conseguir una libreta de conducir por vías ilegales. Todo el mundo sabe que en Uruguay se practica el aborto y se consumen drogas. Todo el mundo sabe que la pasta base está haciendo pelota a buena parte de la juventud más pobre. Todo el mundo sabe que en Uruguay hay discriminación hacia los pobres, hacia los discapacitados, hacia los que eligen una sexualidad diferente. Y da un poco de bronca que un programa de televisión lo tenga que mostrar para que, a veces, pase algo. Me hace acordar al chiste de Mafalda: cada uno dice su 'qué horrible' y sigue con sus cosas.

Rolando Graña terminaba cada programa de Puntodoc con una frase: 'Nosotros estuvimos ahí. Esperemos que haya servido para algo'. Yo, que soy escéptico, le pregunté por qué decía eso, si su trabajo ya estaba realizado. O sea, para qué tenía que servir eso que había hecho. El me contestó: 'a sociedades como las nuestras es importante mostrarles la verdad, reflejarlas como son. En ese sentido, la verdad ya es un acto revolucionario'. Y me convenció, tiene razón. En sociedades que viven creyéndose las mentiras de las demás y las mentiras propias, mostrar un poco de verdad, aunque sea una puntita mínima del iceberg, es importante. La verdad es revolucionaria. Siempre. El espejo nos muestra como somos. Y en general no nos gusta lo que vemos.

En cuanto al nivel de satisfacción: no, no estamos satisfechos. Siempre hay algo que se podría haber hecho mejor, siempre hay cosas que debemos mejorar. Esa, justamente, es la base de nuestro trabajo. El día que estemos completamente satisfechos con lo que hacemos, ese día sonamos. De ahí al achanchamiento, a la rutina, al aburrimiento, hay una distancia muy pequeña. La pareja estable engorda. Hay que cuidar la línea todo el tiempo. La diversión es parte de eso. Si no nos divertimos, no funciona.

4) Quiero antes que nada felicitarte por el programa , y tengo tres preguntas: a ) ¿Uds. se inspiraron en el programa argentino, Punto Doc? b) Dados los temas que exponen y la forma en que lo hacen, debe molestar a mucha gente que no quiere ver a nadie inmiscuirse en sus intereses. ¿Han sido frecuentes las amenazas de muerte hacia alguno de los miembros del programa ? c) ¿Qué tan arriba piensan llegar en cuanto al poder polítco y la corrupción que se maneja ahí? ¿puede llegar a existir presión desde el canal para que tal o cual nota no se haga ? Muchas gracias. Marcelo

Gustavo:
a . No hay mucha "magia " ni mucho misterio en hacer un programa periodístico interesante y/o entretenido. Obviamente, miramos mucho el canal argentino América y sus programas periodísticos. En el momento en que gestábamos Zona urbana mirábamos y admirábamos Puntodoc, y Periodistas, y Día D, y Después de hora, y el informativo de América con el conductor diciendo las noticias de pie y el economista explicando la macro y la microeconomía en un pizarrón, con una claridad envidiable. De todos ellos tomamos un poco, pero el resultado, creo, terminó siendo algo nuestro y original, por lo menos para la televisión uruguaya. Si te ponés a pensar bien, hasta de Polémica en el bar o Estadio uno tenemos algún que otro elemento. También mirábamos -y miramos- programas como 20/20 y 60 minutos. Ya después que comenzó Zona, salió Gastón Pauls con Ser urbano y un formato y una fotografía y una filosofía con muchos puntos en común. Y también Zoo, el programa de Juan Castro, tenía elementos que nosotros usamos. Y me encanta Inzomniac, un programa que pasan por I-Sat donde el tipo recorre la noche de diversas ciudades y conoce personajes y jode y se emborracha y canta y lo que sea con ellos. Pero no los habíamos visto antes de salir al aire.

Es que nadie inventó nada, en realidad, y si querés hacer un programa periodístico entretenido y con un lenguaje que le pueda llegar a la mayor cantidad de gente posible, las fórmulas a fin de cuentas son las mismas, con variantes más o menos leves.

b. Sí, molestamos. No, nadie nos amenazó de muerte en serio.

c. Por ahora hemos llegado hasta el Palacio Legislativo y la Intendencia de Canelones. Por ahora no hemos recibido ni una sola presión de parte del canal. No esperábamos otra cosa. El rol del director del medio es bancarse las presiones de arriba -si las hay- sin transmitirlas hacia abajo. O sea, que el periodista no se entere, que siga haciendo su trabajo como siempre, como si nada. Y no tenemos límites en cuanto a dónde investigar o a qué lugar llegar: el límite, en nuestro caso, es más bien el de nuestro talento o el de nuestras capacidades.

5) Estimado Escanlar: Me gustaría saber cómo imagina al Uruguay en 10 a ños. Por otra parte, le agradecería nos dejara tres conceptos que no deban quedar fuera de la agenda país, para intentar reconstruir, al menos parcialmente, esta sociedad tan maltrecha. Ignacio

Gustavo:
Hoy, y no dentro de diez a ños, hay dos opciones: o Uruguay inicia su camino hacia la civilización abriéndose al mundo o se cierra y se convierte en Paraguay o Colombia, un país donde la vida vale nada y la corrupción se ejerce cotidianamente en todos los estratos sociales.

Tal como vienen las cosas, frente a la desidia social, la complicidad política, la manija de algunos dirigentes, la 'pereza' natural del uruguayo, las pocas ganas de entrenar todos los días en doble horario, la desocupación y la falta de trabajo, imagino que la sociedad uruguaya dentro de 10 años va a ser extremadamente intolerante y corrupta.

Desde el poder se están abriendo puertas peligrosas. La frase, afirmada por muchos dirigentes falsamente progresistas, de que 'si la gente tiene hambre va a salir a robar, el hambre es más violento que el robo' es el inicio del vale todo social. La impunidad con que se roba por las calles, la desidia o impotencia o corruptela de la policía, el miedo de la gente que se encierra atrás de rejas y de alarmas, los limpiadores de parabrisas en cada calle y a toda hora, nos están al fin latinoamericanizando, en el peor de los sentidos.

Si a eso le sumamos la intolerancia de dirigentes y militantes -izquierdistas, en su mayoría - que no creen, auténticamente, en la libertad, creo que el país va, con los ojos abiertos, a estrellarse contra un muro impenetrable, ilevantable.

Dentro de diez años Uruguay, y ojalá que me equivoque, va a ser la Venezuela de Chávez. Vamos hacia la aceptación de que hay ideología buena y mala, y de que la gente es buena o mala de acuerdo a la ideología que tenga. Estamos en la puerta del chavismo. Espero que no entremos. No sé si ya no entramos.

En cuanto a los tres conceptos que me pedís, es bastante difìcil definirlos. No es mi trabajo, no soy político ni lo quiero ser. Pero Uruguay tiene tareas urgentes. Si no se encarga hoy mismo de ellas -y no se va a encargar porque le gusta mirar para otro lado- esos problemas de que hablás van a ser insolubles dentro de dos o tres, y no diez años.

Uno, achicar el costo del estado. El presidente mismo lo denunció a los gritos en la televisión y no pudo hacer nada. Pero si el estado sigue así, hipertrofiado, y los trabajadores públicos siguen así, con sus privilegios intocados, no hay forma de que el país mejore.

Dos: cambiar radicalmente la forma de educar en Uruguay. La escuela pública no instruye, el liceo tampoco. Los maestros y profesores son incapaces. La gente crece sin conocimientos. La gente sale del liceal (y hasta de la facultad!) sin la capacidad suficiente para encarar el mundo. En escuelas y liceos se transmite ideología, no cultura. La izquierda la tenía clara hace veinte, treinta años: copando la enseñanza, con paciencia, terminaremos dominando el mundo, de-formando cabecitas.

Tercero: cambiar radicalmente la forma de hacer política. Que los líderes eternos den un paso al costado. Que las leyes no se aprueben con nombre y apellido ni por conveniencia coyuntural.

Una más: Que cada uno, en lo que hace, por modesto y por mínimo que sea, lo haga de la mejor manera. Que todos nos rompamos el culo en lo nuestro: en el trabajo, en la familia, cuando jugamos fútbol. Si todos nos esforzamos por hacer lo mejor, la sociedad, naturalmente, mejora. Pero a veces parece que nos gusta tirar para abajo, hacer tiempo, mirar el reloj, decirle al juez 'hora , juez' con los brazos abiertos, no hacer nada, hacer cebo.

6) ¿Porqué lo echaron de Qué Pasa? ¿Qué opina de la versión que acaba de dar el director de la publicación y que lo deja muy mal parado como periodista y como persona? Eduardo
7) En una carta publicada el sábado pasado en el suplemento "Qué Pasa ", se relata que usted inventó las declaraciones de una maestra: ¿Qué es lo que lleva a un periodista a recurrir a este tipo de trampas?
En Estados Unidos, país que suele ser nombrado como referencia de buenas prácticas de prensa, un periodista acusado de mentira y plagio, se retira de la profesión: ¿ha pensado en esa posibilidad? Gretel, de Palermo

Gustavo:
Voy a contestar las dos preguntas juntas. Y voy a hablar por última vez del tema.

No me echaron de Qué pasa. Me fui de común acuerdo con Leonardo Haberkorn, el director del suplemento, y en excelentes relaciones con Daniel Scheck, el referente administrativo y periodístico del diario, un caballero.

La situación venía tensa desde hacía tiempo. Yo me resisto a cumplir horarios. Y me resisto a tener jefes. Es un raye mío, lo acepto, pero creo que el talento y el producto terminado valen más que calentar sillas en oficinas.

La cosa fue así: yo estaba cursando el IPA -instituto de infeliz recordación- en la especialidad literatura. Estaba haciendo la práctica en el liceo Suárez, de Pocitos. Vi cosas espantosas, que no deberían ocurrir en ningún instituto de enseñanza. Vi mugre, vi desidia, vi profesores de los que se preocupan y de los que no se preocupan. Pero lo que vi, lo que más me llamó la atención, lo que me pareció digno de consignar en una nota, es que en las condiciones de estudio en la enseñanza pública es imposible que ningún estudiante aprenda nada. Listo. Con eso le propuse a Leonardo hacer una nota llamada 'enseñanza clase C', que los invito a leer.

O sea: el bagaje para hacer esa nota lo tenía en mi cabeza de mi recorrida por los liceos, de mis días como practicante de literatura, de mis charlas con estudiantes y profesores.

Por ese tiempo apareció en Brecha una carta de los lectores, de una profesora llamada Martha Rügnitz, donde se quejaba justamente de las condiciones en que los docentes llevan a cabo su trabajo. La llamé y la entrevisté en la propia redacción del diario.

Una vez publicada la nota me llovieron palos por todos lados. La profesora con la que hacía la práctica se sintió traicionada, aunque yo no conté nada que se apartara de la verdad. Y la profesora Rügnitz, a quien no había grabado, dijo que ella no usaba el lenguaje que yo puse que usaba en la nota. Tenía razón: yo confundí el lenguaje de ella con el de otros profesores con los que había hablado.

Pero en la nota no había ni una sola palabra inventada. No había ni un solo testimonio trucado. No había ni una sola afirmación -¡ni una sola!- que no se correspondiera con la realidad. Es más: la nota -léanla, por favor- anticipó en tres años y pico lo que está pasando ahora con el IAVA, que ya en aquel momento se estaba cayendo a pedazos a pesar de que la directora, que sigue siendo la misma hoy, no lo aceptara en aquel momento.

En definitiva: esa nota en condiciones normales hubiera ameritado una carta de lectores y nada más. En las condiciones en que estaba mi relación con Leonardo fue la excusa ideal para que me fuera de "Qué pasa".

Nunca pensé en retirarme de la profesión por haber sido acusado de mentira o de plagio. No mentí, no plagié, trabajé a conciencia cada una de las notas que realicé. Sí pensé en retirarme de la profesión ante la mezquindad y la pequeñez de algunos de mis colegas. Y me llamó la atención particularmente la actitud de Leonardo, con quien viví tantas cosas buenas y de las otras que no puedo sino seguir sintiéndome su amigo a pesar de haberme sentido traicionado. ¿Contar un "secreto", como él lo llama, tres años después, ¿es de buen periodista? ¿Privilegió nuestra supuesta amistad a su compromiso con los lectores? Yo no tengo ni tenía nada que ocultar. Parece que Leonardo sí lo tenía. Quizá tenga otras cosas que oculta y salten dentro de tres años, yo qué sé.

Y no, Gretel, no voy a renunciar, no te voy a dar el gusto. Podés creerme o no, podés leerme o no, podés escucharme o cambiar de radio. La opción es tuya. Yo, por mi parte, voy a seguir haciendo lo que me gusta, que es contar historias. Como la de los coreanos. La hicimos en la radio en el 2002, el 25 de setiembre. Salió en Qué pasa en enero del 2004. Y la volvimos a hacer en abril del 2004 en la tele. Las tres en el mismo lugar. ¿Cuál es el problema ? ¿Los temas tienen dueño, y una vez que los hace alguien ya nadie más lo puede hacer? ¿Es la lógica del 'arranco-pelito? Creo que no: cada uno tiene su visión y su manera de decir las cosas. Y Qué pasa no es dueño de los coreanos.

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