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Estar solo o estar a solas

Entre la soledad y la hiperconexión en tiempos de cuarentena

Aunque estar solo no siempre es perjudicial para la salud, el distanciamiento social que atraviesa la mayoría de la población mundial puede provocar ansiedad y estrés, debido a que los vínculos virtuales no logran mantener un estado emocional positivo

17.04.2020 12:37

Lectura: 8'

2020-04-17T12:37:00
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Por Alejandra Pintos y Katherine Chamyan

Desde que todos nos vimos obligados a quedarnos en casa, el uso de aplicaciones como Zoom, Skype y Facetime se multiplicó exponencialmente. Es que los seres humanos tenemos la necesidad de hablar entre nosotros, de vernos, de tocarnos -aunque esto último ya no se aconseje-. Incluso algunas personas han aprovechado la oportunidad para volver a conectar con quienes hacía años no tenían vínculo, porque el confinamiento, cuando no es parte de uno, despierta comportamientos atípicos. Muchos no saben cómo estar a solas y menos aun cuando es en medio de una emergencia global.

Diferentes referentes políticos han hecho alusión, incluso, a que más allá de las dificultades sanitarias y económicas que implica la pandemia del coronavirus, la salud mental es otro de los grandes obstáculos. Esto tiene que ver con la ansiedad, el estrés y la soledad que causa el aislamiento. "Las personas están luchando con las emociones tanto como lo están haciendo con la economía", dijo en un discurso Andrew Cuomo, gobernador de Nueva York, una de las ciudades más golpeadas por el Covid-19. En nuestro país, por ejemplo, el Ministerio de Salud Pública lanzó una línea de apoyo emocional (08001920) y un grupo de psicólogos ofrece terapia de forma gratuita en tiempos de crisis, a través de la plataforma tuterapia.com.uy

La Real Academia Española define a la soledad como la "carencia voluntaria o involuntaria de compañía" y, en ese matiz de la voluntad, está la clave. De por sí, esta acepción de soledad no tiene una connotación negativa, a diferencia de la segunda acepción que refiere a "pesar y melancolía que se sienten por la ausencia, muerte o pérdida de alguien o de algo". Sin embargo, en el imaginario popular, la soledad suele asociarse a la tristeza, a la carencia de vínculos, a las personas ermitañas.

El estar solo puede ser positivo o perjudicial para el individuo dependiendo de si es una cuestión voluntaria o no y, sobre todo, si se da por un período de tiempo prolongado o puntual -a nadie le va a pasar nada si pasa una tarde sin hacer planes-. Por eso, algunos optan por llamarle a este estado solitud, que significa, simplemente, "estar sin compañía".

"Todo es bueno en su justa medida y demasiado de algo bueno, en psicología, puede ser una experiencia tóxica", explica la licenciada en Psicología Lorena Estefanell. Y agrega: "La soledad tiene un valor riquísimo tanto para el individuo como para el desarrollo de una cantidad de procesos que son muy buenos para la salud: el autoconocimiento, la reflexión, el tiempo de pausa, la relajación, la creatividad. Esos procesos por lo general se dan en los tiempos de pausa. O sea que la soledad es un estado que permite una cantidad de procesos que son altamente saludables para el individuo si se dan en la cantidad justa. Ese es el límite que determina lo que sería una soledad saludable y lo que sería una soledad patológica".

Lo cierto es que estar a solas tiene varios beneficios. "Cuando estamos en soledad, empezamos a salir de ciertos automatismos y podemos reflexionar, darnos cuenta, generar un nivel mayor de autoconciencia, de crítica, de autodirección, de poder repensar, reevaluar", explica Estefanell. Incluso, si al estar solo se le agrega la práctica de la meditación, los beneficios son aun mayores.

Javier Mazza, licenciado en Filosofía, opina que "es necesario desarrollar esos espacios de mirar al techo y escucharse a uno mismo", aunque reconoce que "es difícil" porque a veces "también se tiende a buscar el ocio recreativo".

Vínculos virtuales. "Muchas veces huimos a estar a solas con nuestros propios pensamientos. Intentamos escapar a la angustia, a los problemas, en lugar de trabajarlos, drenarlos y seguir adelante", asegura Mariana Álvez, especialista en Psicología Positiva. Esto está alineado a lo que sostiene la socióloga y psicóloga Sherry Turkle, que asegura que la tecnología ha matado al ocio, reemplazando estos espacios de reflexión con gratificación instantánea y productividad.

En una situación de cuarentena, como la que están atravesando muchas personas alrededor del mundo, la mayoría de los vínculos pasan al plano de lo virtual. Videollamadas, chats de WhatsApp, me gusta en Instagram y en Twitter pasan a ser la forma de interacción con amigos y familiares. Pero nada de esto es suficiente. Según el antropólogo inglés Robin Dunbar, nada reemplaza el cara a cara: la conversación no es solo lo que decimos, sino que están los gestos y otros tipos de comunicación no verbal. Además, el tocar o abrazar a alguien provoca que el cuerpo libere oxitocina, la llamada "hormona del amor", vinculada con el bienestar.

Por lo tanto, los mecanismos virtuales pueden servir para mantener el contacto durante un tiempo con quienes ya tenemos un vínculo, pero -a medida que vaya pasando el tiempo- la cercanía emocional va a ir decreciendo. "Hoy estamos ante una situación muy nueva para nosotros y la tecnología es nuestra aliada para mantener el contacto con quienes amamos. Sin embargo, para aquellos que no posean vínculos significativos de antemano, las redes a veces solo proporcionan relaciones superficiales que poco contribuyen a un estado emocional positivo. Quizás el desafío sea aprender a relacionarnos más profundamente sin importar el medio que utilicemos", sentencia Álvez.

Factores de riesgo y equilibrio. "Estar conectado con otro es cuando tenés esa sensación que tiene que ver con la intimidad, con ese vínculo en el que tú podés ser auténtico, podés mostrar quién sos. Y, en algún punto, la soledad tiene mucho que ver con eso. Qué tantos vínculos tenés en tu vida que puedas decir que son vínculos de intimidad, o son vínculos con los que tú sentís una conexión especial y profunda", cuestiona Estefanell. Cuando no existen esos vínculos, es cuando aparece la soledad.

Según una investigación publicada en el Indian Journal of Psychiatry, la soledad -prolongada, entendida como la ausencia de vínculos profundos y acompañada de un sentimiento de inadecuación- es tan dañina para la salud como fumar 15 cigarrillos al día. Quienes sufren de este estado tienden a tener más enfermedades cardiovasculares, un sistema inmunológico más débil, padecer depresión o tener pensamientos suicidas, e incluso ser más propensos a desarrollar Alzheimer y demencia senil.

A escala mundial, 28% de los hogares son unipersonales. Ese número va variando de país en país y de ciudad en ciudad. Según el último censo, en 2011, en Uruguay ese número rondaba 23% de las personas. En Estocolmo, por ejemplo, la cifra asciende a 60%. Si bien esto no es necesariamente un problema, suele serlo porque se suman varios factores. Por ejemplo, la injerencia de la religión, que es un elemento que agrupa a las personas, es cada vez menor. O el hecho de que la esperanza de vida sea cada vez más alta resulta en que muchos adultos mayores enviudan o se quedan sin amigos y pasan sus últimos años en soledad. No en vano, en 2018 Theresa May, en aquel entonces primera ministra del Reino Unido, designó un ministro de la Soledad para combatir el asunto. "Para demasiadas personas la soledad es la triste realidad de la vida moderna", aseguró May en un comunicado.

Para Estefanell, de todas formas, vivir solo no es lo mismo que estar solo. "Hay gente a la que la soledad le perturba muchísimo, que en algún punto la soledad tiene que ver con la depresión, la tristeza. Y hay otras personas que la hipervaloran. Y yo no creo ni una cosa ni la otra. La soledad es un estado, que es bueno, pero no puede ser permanente. Creo que el error está en pensar que la soledad tiene que ver con la cantidad de gente con la que estás. O que la soledad tiene que ver con tu estado civil. Y la soledad tiene que ver con un estado personal. La persona se siente sola o no", asegura.

Como todo en la vida, el tema de la soledad parece ser una cuestión de equilibrio. "El mayor potencial de desarrollo humano siempre va a estar, en tanto promovamos conexiones con otros seres humanos. Esas conexiones podrán estar más o menos restringidas en función del contexto, de la época y de la tecnología. El aislamiento absoluto es antropológicamente negativo. Se producen cosas distintas en la introspección y en la conexión y hay que encontrar un balance. Los dos extremos tienen sus vicios, que son tan nocivos el uno como el otro", concluye Mazza.