Con estas palabras, Tabaré Vázquez da comienzo al "Prólogo" del "Plan Nacional de Respuesta al Cambio Climático" - "Diagnóstico y lineamientos estratégicos" elaborado por el Sistema Nacional de Respuesta al Cambio Climático y la Variabilidad, con la asesoría de un alto número de especialistas.
Un excelente trabajo que tuvo la mala suerte de ser publicado en enero de este año. Y en Uruguay... Como es sabido, en pleno verano y aún cuando la prensa restante informe, la inmensa mayoría de la población incluyendo a sus "generadores de opinión" y dirigentes sociales y políticos, pesca a la encandilada en remotas playas por lo que además espabila tarde.
Pero nunca es tarde cuando la dicha es buena y por ello recomendamos el estudio de tan importante trabajo.
Ya que como las palabras de Tabaré no exageran, el Documento citado traza los más grandes e importantes lineamientos de cualquier estrategia que merezca el nombre de tal.
Hoy no se puede incursionar en la materia sin comenzar por esta cruda realidad nunca vista.
Leyendo diarios y publicaciones del extranjero, creemos notar que en Uruguay, no le hemos comenzado siquiera a dar la atención ni el espacio que tamaño asunto merece. Salvo creer que todos los demás se equivocan.
Si bien es verdad que este no es un problema "nuevo" como tampoco la crisis mundial del agua potable, de los alimentos, de la población y de la energía, también es cierto que, por el tiempo transcurrido sin "atajarlo" y, lo que es peor: agravándolo, estamos ya no ante los límites sino ante la evidencia de haberlos traspasado.
Hemos traspasado y estamos por traspasar límites cruciales. Ese solo hecho genera daños irreparables, incontenibles, y otros de muy larga y trabajosa solución.
Y de seguir por el mismo alocado camino, las cosas irán, si cabe, de mal en peor. Al fin de cuentas eso es lo que dice, condensándolo, la certera frase de Tabaré Vázquez.
Se dirá que Uruguay puede hacer poco al respecto y será verdad. Aunque en los organismos internacionales hemos hecho lo mejor posible.
Pero sí podemos y debemos tomar conciencia del problema porque él tendrá sobre nosotros las mismas repercusiones que sobre todo el planeta. No escaparemos.
Golpeará nuestra faja costera, nuestros cursos y recursos de agua dulce, desatará migraciones masivas (ya lo está haciendo) de seres humanos y de fauna, que podrán llegar a nuestras playas y campos, generará guerras por el acceso al buen clima y a los campos fértiles, y hambrunas por no acceder, obligará a realizar cambios en nuestra agricultura y en nuestra ganadería, complicará la vida en las grandes ciudades, obligará a cambiar la matriz energética y por ende la de transporte y la forma de construir viviendas. La geografía humana mostrará un retorno al campo con la población distribuída en pequeñas localidades cercanas a los recursos vitales, y un largo etcétera.
Esto no se puede encarar pidiendo prórroga y llegando a último momento: hay que comenzar a prepararse ahora, a tomar decisiones ahora, a iniciar obras concretas ahora.
Con el peligro paralelo de que, por no tener en cuenta tan alto problema, tal vez estemos iniciando obras que serán perfectamente inútiles dentro de unos años.
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