Porque desde tiempos inmemoriales muchos países del mundo han construido y cuidado primorosamente una vasta red de canales a la vez navegables, regadores y productores de energía.
Muchísimo antes de Cristo, la gente usaba ese medio (tan obvio) para su transporte y el de pesadas mercaderías. Sigue siendo hoy, por lejos, el mas económico, eficiente y menos contaminante.
Salvo el dragado de canales tan estratégicos como el Martín García, el de acceso al puerto de Montevideo y los del Río Uruguay (bastante abandonados por cierto), ninguna otra cosa que valga la pena mencionar hemos hecho. Porque en ese tema la culpa la tenemos pura y únicamente los uruguayos. No valen excusas.
Sin embargo, conviene tener claro que en esta materia estamos ante una castración.
Porque no fue siempre así: hubo una época en la que nuestros gobernantes "soñaban" con vías férreas, carreteras, puertos de todo tipo, y canales. Les resultaba como es obvio, totalmente obvio.
Algo o alguien produjo, después, esta mutilación mental y física. Con el paso del tiempo nos fuimos acostumbrando y hoy nos parece normal la enorme anormalidad de tal amputación. No estamos exagerando porque nos faltaría agregar lo referido a la simple navegación en nuestros lagos, lagunas, ríos y arroyos que también formó parte ya no sólo de los sueños sino de las realidades creadas con éxito por nuestros abuelos y bisabuelos. La castración fue doble y, si le agregamos todo lo atinente a la Marina Mercante, tanto fluvial como marítima, superaríamos con creces cualquier frontera de incredulidad. Es un espectáculo extravagante y sorprendente demasiado concreto y real como para sospecharle inexistencia.
Por brindar un solo ejemplo, entre muchos disponibles, de la altura de aquellos proyectos elementales (para personalidades de aquella estatura), baste decir que José Batlle y Ordoñez le proponía al Parlamento en 1906 (¡) y éste se lo aprobaba, la construcción de un canal (el canal Zabala), que saliendo del lago de una represa (de
274 millones de metros cúbicos de agua) a construir sobre el río Santa Lucia en la Picada de Almeida (poco más abajo de la desembocadura del arroyo Casupá), vendría "bajando" hasta la bahía de Montevideo, junto al ferrocarril y las carreteras, sin afectar las necesidades de las usinas de Aguas Corrientes para el abastecimiento de agua potable a la Capital y realizando en su trayecto de unos 110 quilómetros el trabajo de "carretera en movimiento" para el transporte de cargas al Puerto, obras de riego en todo su recorrido, asentamiento de Colonias agrícolas pobladoras de las por aquel entonces desoladas campiñas, con mas la generación de energía eléctrica.
Solo resta decir, para terminar por hoy, que esa represa en Casupá, imprescindible años después para simplemente garantizar el abastecimiento seguro de agua potable a toda el área metropolitana (y no solo a Montevideo) todavía no ha sido construida. Esta culpa tampoco puede achacarse a nada que provenga del exterior.
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