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ENTREVISTA

Del lado Rolón de la vida

Gabriel Rolón presenta su nuevo libro en el que reflexiona acerca de la pasión, algo que define como un ''concepto límite''.

2019-01-12T15:01:00
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Leer algo de Gabriel Rolón no pasa desapercibido. Ahora presenta El precio de la pasión, donde habla sobre el amor, la muerte, la felicidad y el éxito, combinando casos clínicos con mitología griega, música con academia y Borges con Freud.

Eso y más tiene este libro, que nos llena de nuevas preguntas con la capacidad que tiene Rolón de estar interpelándonos y sicoanalizándonos casi sin que nos demos cuenta. Esta es parte de la charla que tuvimos con él en su paso por Montevideo.

Este es un libro que habla sobre el amor y la muerte
Va exactamente hacia ese lugar. El libro comienza diciendo que el consultorio es un lugar apasionado, porque en realidad es lo que me motivó a escribirlo. Esta pasión permanente con la que convivo en el consultorio, que tiene un pie en la vida, un pie en la muerte, y por debajo el abismo.

Todos vamos por la vida transitando ese peligroso equilibrio que hay entre una pulsión que te empuja a soñar, a desear, a crear y otra que te empuja a sufrir, a que te entregues a los dolores, a los enojos, a la agresión.

La pasión es un concepto muy difícil de definir, porque es un concepto límite en ese sentido. En la pasión conviven, a un centímetro de distancia, la nobleza más profunda, como la nobleza apasionada de Artigas por su patria, y la nobleza desmesurada de quien le pega tres tiros a la mujer porque no lo quiere más.
En ambos lugares se juega la pasión. Entonces, todo el libro lo defino como funambulesco, porque intenta hacer equilibrio todo el tiempo entre estos conceptos tan extremos.

La pasión tiene un pie en la vida, un pie en la muerte, y por debajo el abismo

También parece intentar hacer equilibrio entre tus pasiones porque hay clínica, hay historia, hay música.
El libro es muy heterodoxo en ese sentido. Va de la literatura a los mitos nórdicos, de los mitos nórdicos a la filosofía, de la filosofía a los mitos griegos, de ahí al tango, a la práctica clínica, a la teoría analítica... Yo concebí el libro, y de hecho está dividido de esa manera, en noches apasionadas. Después de escribirlo por más de un año, me imaginé que lo había escrito en tres o cuatro noches. Por eso vas a ver que es caóticamente ordenado. Me resultó bastante estimulante el hecho de poder trabajar con todo tipo de arcilla: desde un mito nórdico hasta la historia de un violinista o un paciente. Entonces, fue una escritura también muy apasionada.


A medida que vamos leyendo, repasamos nuestra propia historia y cuando aparecen los casos clínicos llegamos a angustiarnos un poco, y enseguida podemos salir de ese dolor junto al propio libro. Es como que nos sentimos un poco en terapia.
Un libro te tiene que dejar distinto al que eras antes de leerlo. Si vos terminás de leer un libro y sos el mismo, ¿para qué lo leíste? Fue una pérdida de tiempo. Y como marco muy bien ahí, el tiempo es lo que tenemos y es con lo único que no se juega. Porque no hay mucho. No voy a tener muchas más oportunidades de charlas así. No tenemos un tiempo eterno. Por eso hay que poner en manos del lector un libro que lo interpele.

Hay gente que va a un libro en busca de respuestas, a mí me gusta un libro que te deje preguntas. A lo mejor si esas respuestas solo obturan, es un libro de estudio. No me gusta que me pongan en formato autoayuda... Me gusta que te quedes con preguntas, a veces con alguna “bronquita” con algunas partes del libro. Con alguna emoción, que divierta, etcétera. Quiero un lector que todo el tiempo se pregunte cosas.


También hay para aprender, con ese repaso a las mitologías y la historia de "los pampas", que es sorprendente...
También hay para aprender, con ese repaso a las mitologías y la historia de “los pampas”, que es sorprendente...
Es hermosa esa historia. Porque son nuestros y tenían una mitología tan elaborada como los judíos o como los griegos. Sin embargo, toda esta especie de borramiento que hubo de nuestros pueblos originarios nos llevó a pensar que eran salvajes, que no tenían la sutileza como para generar ideales, creencias y no es así.

Los “het”, me gusta llamarlos como se llamaban ellos, tenían unas ideas cosmológicas interesantísimas y también muy apasionadas.
En el final de mi libro Cara a cara yo termino con un mito de los indios hets, pero que tienen que ver con la piedra movediza de Tandil. Es una piedra que durante muchísimos siglos estuvo pendiente si se caía o no, hasta que cayó y ahora la reemplazaron por una falsa piedra para que la gente se saque fotos. Y digo que se parece un poco a la vida: todos andamos detrás de algo que es y no es y que está y no está y que creemos en cosas que no son lo que son.

Un libro te tiene que dejar distinto al que eras antes de leerlo. Si vos terminás de leer un libro y sos el mismo, ¿para qué lo leíste?


Plantéas eso de perseguir algo y sentir un vacío después de encontrarlo. Ponés el ejemplo de que cuando eras chico y te regalaron una pelota fuiste muy feliz y que hoy ese regalo significaría otra cosa. Esa búsqueda de la felicidad con la letal afirmación de Freud de que no vinimos a este mundo para ser felices.
Freud dice casi textualmente que no parece formar parte de los planes del universo la felicidad del ser humano. Y esto somos: seres que se cuestionan, que quieren ser felices en un universo injusto, en un planeta estúpido que gira alrededor del sol, donde nos hemos desarrollado nosotros que tenemos ansias de eternidad, ansias de amor, de reconocimiento. Hemos inventado el arte, la ciencia, apostamos a que nuestra vida tenga un sentido. Es un lugar muy incómodo. A veces cuando veo algún perro de esos que duermen en la estación de servicio, que están a las tres de la mañana con una cara de paz y por un lado te da ternura, y por otro te cuestionás por qué no podés estar así. No tiene culpa por lo que hizo a la mañana, no tiene miedo por lo que le espera a la tarde. No tiene noción de finitud, y deambula con una tranquilidad y una pureza divina para ser mirada. Pero un ser humano que tuviera eso sería espantoso.


También decís que no es cierto que “el que las hace, las paga”.
Me parece que hay que ser claros con eso. Porque si no entramos en una especie de “paramisismo”. “Para mí sí”, “para vos no”. Hay que ir a la realidad.

Hay un montón de gente que hizo cosas espantosas y no las pagó nunca. Hay jerarcas nazis que murieron llenos de dinero, en su casa, con su familia.
Y hay un montón de gente que ha actuado con nobleza, con entrega, que la ha pasado muy mal y terminando marginada, sufriendo.

Hay que romper con la pasión del engaño, el engaño que quiere tranquilizar nuestra intranquilidad existencial haciéndonos creer que el mundo es un lugar justo. Que uno tiene lo que se merece, que si vos actuás bien las cosas te van a salir bien. Es mentira.

El mundo no tiene ningún orden, ninguna lógica y ninguna justicia. Lo cual lo vuelve más meritorio para la gente buena. Borges hablaba de lo que él llamaba una especie de chantaje del Cielo. Decía que creer que Dios te va a llevar al Cielo porque te portaste bien es chantajear a Dios. Lo importante es intentar ser una persona noble y generosa y justa, sabiendo que el Cielo no existe.

Intento casi siempre ir en contra de este tipo de ideas que me parecen de un facilismo imperdonable.

Para que la felicidad sea verdadera y apasionada, tiene que ser una felicidad en que se nos haya ido la vida para lograrla


Te acercás a definiciones, por ejemplo, de la felicidad.
En definitiva, cada persona debe encontrar de algún modo su definición de felicidad. La felicidad no es un triángulo rectángulo. Hay felicidades ilusorias que son más masivas, por ejemplo, la que se tiene por el fútbol. Es una felicidad engañosa inexplicable para mí. Digo inexplicable, porque veo ese apasionamiento furibundo de alguien que festeja algo de lo que no tuvo nada que ver. No hay mérito puesto en juego. Creo que para ser una felicidad verdadera y apasionada tiene que ser una felicidad en que se nos haya ido la vida para logarla. Entiendo la del jugador que hizo el gol, corrió, entrenó, puso las piernas. Pero yo si estoy mirando la televisión a lo sumo pagué el cable.

Yo digo que tengo dos definiciones personales después de tanto pensar. Una tiene que ver con el concepto de eternidad. Creo que la felicidad empieza con esos momentos de eternidad donde uno no está haciendo nada más que lo que quiere hacer. Porque en esos momentos pareciera ser que la vida es un poco menos injusta. Cuando el mundo parece menos injusto, aparece un instante de felicidad.

Después, casi todo el libro está recorrido por la pasión y la dignidad. La pasión más potente que me recorre a mí: la de intentar ser digno. Todo el tiempo. A veces mi mujer me dice “aflojá con la dignidad”.

Me lo cuestiono todo el tiempo, porque creo que lo único que me permite evaluar si estoy o no siendo feliz, es eso. Mirar hacia adentro y no sentir vergüenza de quién soy. Esa es la felicidad apasionada.

La dignidad es el nombre del amor propio, y quien no tiene amor propio y respeto por sí mismo no tienen nada para dar a nadie. Ese es el desafío que tenemos por delante: construir una dignidad que nos permita tener algo para dar.



María Noel Domínguez

Fotos: Juan Manuel López