Contenido creado por Inés Nogueiras
Eleuterio Fernández Huidobro

Clientelismo

Columna de Eleuterio Fernández Huidobro

Se trata de un lugar común. Contribuyendo a ello y como militante político (no académico), vamos a intentar mirarlo por lados no muy acostumbrados.

17.08.2010

Lectura: 4'

2010-08-17T10:19:00-03:00
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Partimos de dos bases que consideramos unánimemente aceptadas.

a) El clientelismo es dañino (consideración valorativa).

b) Uruguay es un país en el que, proporcionalmente, la presencia estatal, y la de sus servicios, es grande (consideración cuantitativa).

Por ende, lo sostenido en "b" no significa, por lo menos en este trabajo, que dicha gran presencia estatal sea buena o mala (tal valoración seria entrar en otro tema) pero, a los efectos de considerar el clientelismo como fenómeno político social, debe ser tenida muy en cuenta.

El clientelismo, como tantas otras cosas de la vida, requiere por lo menos la participación de dos personas: el que pide y el que da.

Pareciera no caber duda acerca de que en materia de "culpa", por lo menos al principio del asunto, la principal recae sobre "el que da" (la "oferta"). A pesar de que estamos hablando de un "comercio" (nada se da a cambio de nada) donde hay oferta y demanda. Por lo tanto hay precio; y variación de precios según sea el momento y el servicio que se ofrece o que se pide.

Por tratarse además de un comercio clandestino, sin mercado transparente ni competitivo (nada liberal por cierto), ambos "polos" de esa "economía", pueden muy fácilmente manipular tanto a la oferta como a la demanda, creando infinitud de artificialidades.

Estamos ante un "mercado" perverso que, además de lo anterior, presenta a veces por un lado y siempre por el otro, monopolios de compra o de venta como asimismo oligopolios de ambas cosas, y una enorme y muy diversa cantidad de "reservas de mercado" y "cotos de cacería".

Estamos hablando entonces de algo que no encaja exactamente en las categorías del capitalismo "clásico". Dificilísimo encontrarle algún nombre descriptivo: podría ser un pre, un proto, o un post capitalismo. O un incapitalismo, o un acapitalismo o un pseudo capitalismo... Etceterísimamente.

O, también, mejor y más riguroso: un post feudalismo, o un feudalismo que baila rock.

Atención porque esta maravilla puede ser un invento uruguayo con lo que podemos estar hablando de high technology.

Porque, como muy bien dijimos: la principal culpa es indudable que partió, AL PRINCIPIO, desde el polo de la "oferta". Pero lo del Aprendiz de Brujo no es solamente una obra artística sublime sino también una cruel realidad.

Los demonios despertados en un lejano "principio" (que todas las cosas tienen) suelen adquirir después, con el paso de los años, muchos años, vida propia.

Dicho de otro modo: la "demanda" del clientelismo puede organizarse debidamente si solamente le dan tiempo al tiempo. Y es más: puede dominar a la "oferta" (su inicial dominador).

Esto es dialéctica hegeliana de pura cepa en la tan peculiar versión marxista.

Este grotesco fenómeno político-social es visible hoy en Uruguay.

Y a tal punto, que nos hemos acostumbrado y tanto, que lo monstruoso parece "normal".

Antiguamente, el clientelismo era esencialmente individual. De variada gama, pero cara a cara. Se trataba de su Prehistoria.

Hoy ha adquirido niveles de organización y sofisticación, sin desmedro del individual (fenómeno residual), se expresa casi siempre colectivamente.

En aquella antigüedad, se trataba del "hacé la tuya" en su versión bruta: uno por uno.

Ahora adquirió (el mismo "hacé la tuya") niveles "industriales".

Al extremo de que algunos pregonan que el mejor modo del "hacé la tuya" es el colectivo.

Lo llamado "corporativismo" no es más que el viejo clientelismo colectivizado: "la tuya" se hace muchísimo mejor en grupo.

Se trata de una tara antisocial más vieja que el agujero del mate: viene de la Edad Media. Nadie ha inventado nada.

Anduvo por el fascismo "mejorado" por los nazis y superado por la Falange.

Nuestros Partidos Tradicionales fueron y son muchísimo más exquisitos en la materia. ¡Faltaba más!
Siempre se trató y trata, se lo mire por donde se lo mire, de un craso, liso, puro, y muy ordinario clientelismo.

Tal plaga no es más que anteponer intereses particulares a los intereses generales tanto del lado de la "oferta" como del de la "demanda".

Ahora bien: decir estas cosas en el Uruguay implica hoy por hoy, y por ejemplo, perder las elecciones (por lo menos eso).

Porque la "mayoría" del electorado no hemos terminado de tirar la última piedra.