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EL AÑO DE LAS MEDIDAS PRONTAS

Carlos Demasi: ''A Wilson le faltó punch... y fue lo que abrió espacio al Frente Amplio''

El historiador presentó su libro El 68 uruguayo: el año que vivimos en peligro y habló con Montevideo Portal sobre esos días, el proceso de unificación de la izquierda y la figura “gris y desinteresada” de Pacheco Areco.
2019-11-11T16:14:00
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Los investigadores coinciden en que la historia reciente uruguaya tiene en el 68 un año que es punto concluyente y punto de inicio. Un año bisagra, podría decirse.

En esos meses, dice Carlos Demasi, confluye toda la tensión social de los años 50 y principios de los 60, con un Uruguay que empezaba, de a poco, a dejar de ser aquella excepción que algún día se dijo que fue.

En esos años, la izquierda (todavía no unificada) y el comunismo, alentados por una profunda crisis social y económica, asustaban a una derecha cada vez más proclive a solucionar los problemas apelando a la represión.

En 1958, durante la discusión de la Ley Orgánica de la Universidad, ya se habían dado enfrentamientos entre el movimiento estudiantil y la policía. Pero eso solo fue un presagio de los episodios del 68, año en el que la policía desplegó ese “rencor particular” que tenía guardado desde hacía diez años.

La sociedad uruguaya avizoraba una fractura. Algo que de golpe le hizo ver que ya no era tan estable institucionalmente y que cometía los mismos pecados que sus países vecinos. Crisis del modelo de industrialización, depresión de la moneda, crecimiento de las clases bajas y medias, y una clase política que ya no respondía a las demandas de la ciudadanía. En fin, que ya no era aquella “Suiza de América”.

El historiador presentó su libro El 68 uruguayo: el año que vivimos en peligro y habló con Montevideo Portal sobre esos días, el proceso de unificación de la izquierda y la figura "gris y desinteresada" de Pacheco Areco.

¿Por qué escribir un libro sobre el 68 uruguayo? ¿Es una cuestión de aniversario nada más?
En parte está vinculado con eso porque deriva de que el año pasado di unas charlas sobre el tema en la fundación Vivián Trías, y a Alcides Abella le gustó la idea y me pidió que escribiera un libro. Y yo, idiota de mí, pensé que iba a ser muy fácil. Tenía las charlas, desgrababa... y no, no fue así. El libro se transformó en otra cosa, pensó por sí mismo, siguió su propio camino. Y cosas, por ejemplo, que eran objeto de una charla me daba para fundamentar mucho más. Lo que empecé a ver ahí son dos cosas: que a los libros del 68 los escribieron, casi siempre, los veteranos del 68; se transforman en libros testimoniales. Es muy importante transmitir las experiencias, pero digamos que las experiencias son infinitas. Y, por otro lado, que había dimensiones del año 68 que en ese repaso tan testimonial quedaron afuera de la vista. Por ejemplo, habían escrito sobre el 68 militantes estudiantiles, sindicales. Ellos cuentan la historia desde su lugar, pero había una dimensión más global de la sociedad que se perdía.

Hablabas recién de lo subdimensionado que había estado el Parlamento, ¿cómo es eso?
Encontré una cosa muy interesante que fue que a muchos de los que luego tomaron caminos muy definidos en relación con el gobierno de (Jorge) Pacheco Areco y (Juan María) Bordaberry, en ese momento estaban buscando su lugar. Flores Mora, por ejemplo, una figura muy defensora del batllismo tradicional, muy enfrentado a Jorge Batlle, todavía en julio está en modo pausa. Personajes como (Héctor) Gutiérrez Ruiz están decididamente en contra y buscan cómo ubicarse dentro del Partido Nacional, etcétera.

¿Fue un Parlamento que no supo leer la situación que se atravesaba?
Bueno, que la leyó de manera equivocada. Porque por alguna razón entendían, la mayoría de los parlamentarios, que era una actitud patriótica apoyar al gobierno adaptando medidas de emergencias y de seguridad. Había que respaldar al gobierno en eso, invocando patriotismo. Como que represión y patriotismo fueran sinónimos, como si libertad y antipatria fueran por contraposición sinónimos. Allí hubo una confusión, que durante el año 68 se trasformó en una represión muy fuerte contra la sociedad sin que el Parlamento tuviera un protagonismo ni una actitud relevante. Los que están en desacuerdo con eso (las medidas de Pacheco) quedan casi que marginados del Partido. (Amílcar) Vasconcellos tiene capacidad para permanecer en el Partido Colorado, pero queda en una actitud marginal, al igual que (Zelmar) Michelini y Alba Roballo.


¿Creés que el sistema político aprendió de esos errores?
¡Ojalá! No estoy muy seguro. Veo que más que de esos errores, se aprendió de la experiencia de la dictadura. Veo, por ejemplo, lo que son las palabras de (Julio María) Sanguinetti cuando está negociando en el Parque Hotel, refiriéndose a las medidas de seguridad, si se compara con la actitud de Sanguinetti con respecto a las medidas de seguridad cuando fue presidente. Sanguinetti fue presidente en un momento muy difícil, le tocó pilotear el final de la transición con muchas dificultades y nunca instaló medidas de seguridad. Creó con eso una práctica gubernamental que hasta ahora se mantiene incambiada. Desde 1985 hasta acá es el lapso más largo de la historia del Uruguay sin medidas de seguridad, donde ha regido la Constitución dentro de eso. Creo que de allí hay un aprendizaje.

¿El Parlamento subestimó a Pacheco Areco?
Creo que sí. Un poco lo subestimaron y sobreestimaron el impacto de la represión. Es decir, Pacheco Areco parecía una figura gris, absolutamente desinteresada del gobierno. Le gustaba mucho la fiesta. En ese sentido, se lo reconocía como tal, pero cuando adopta las medidas de seguridad, y empieza a avanzar la represión, también muchos pensaron que cuando la represión empezara a actuar la sociedad se iba a tranquilizar. Y no pasó. Además, normalmente no pasa. Es decir, cuando se echa mano a la represión hay que tener claro que va a haber sectores de la sociedad que no van a aceptar someterse. Y eso es obligar o bien a negociar con ellos o bien enfrentar la represión. Y ese incremento de la represión puede no tener un final previsible a corto plazo, que fue un poco lo que pasó en el 68.

¿El gobierno no supo cómo contener el movimiento estudiantil?
Sí. Michelini le recuerda mucho a (Eduardo) Jiménez de Aréchaga, que estaba al frente del ministro del Interior, que diez años antes, cuando Michelini era diputado y Jiménez de Aréchaga profesor de la Universidad, era uno de los que iba a exponer sobre la Ley Orgánica de la Universidad. “En ese momento, usted defendía a los estudiantes y yo también”, le decía Michelini. “Ahora estamos en momentos enfrentados, ¿qué fue lo que cambió?”. En el 58, dice Michelini, pasaba lo mismo que ahora: había manifestaciones, se rompían vidrios, salían los estudiantes a la calle, pero no se implantaron medidas de seguridad y la represión de los estudiantes estuvo muy limitada. Porque, en definitiva, no es más que eso: ¿qué pueden hacer los estudiantes? Un poco de ruido, tirar algunas piedras, y disolverse. Es la práctica del movimiento estudiantil estar desarmado en una manifestación. De la misma manera que los sindicatos no ponen francotiradores en el techo. Pero en cambio, sí se da que la Policía, que evidentemente tenía un rencor particular con los estudiantes desde el año 58, dirigida además por alguien que era el coronel Aguirre Gestido, se cobró la apuesta. Entendió que los estudiantes se burlaban de la Policía y entonces decidió que eso debía ser castigado a balazos.


El año 68 tuvo que venir de algo anterior, porque una fractura no se produce porque sí, ¿cómo fueron los años anteriores?
Los años anteriores al 60 son años de una creciente tensión social. Se va configurando un imaginario social que enfrenta dos sectores en el marco de la Guerra Fría, que pone a la sociedad uruguaya en esa clave. Entonces, la derecha pasa a ser la democracia y la izquierda pasa a ser el marxismo. Pero todo lo que cuestione el establishment impuesto por la derecha pasa a ser el marxismo. Es muy sintomático, por ejemplo, que Benito Nardone, uno de estos portavoces de este giro a la derecha, cuando ve que Luis Batlle Berres no lo acompaña en ese giro, empieza a llamarlo como “comunismo chapa 15”. Esa tensión se va produciendo, pero no hay una fractura profunda. Primero porque hay dirigentes, como Luis Batlle Berres, o como Daniel Fernández Crespo, que tratan de ser más políticos, de reunir más que fragmentar. Pero ellos mueren en el 64. Allí como que la división queda a la vista, y en vez de tratar de cerrarla se tomó como un dato de la realidad y se siguió trabajando. En algún momento, hasta el año 66, todavía en los discursos uno puede decir que se van agrupando, etcétera, pero ya en el 67, cuando hay que tomar decisiones respecto a demandas económicas y sociales importantes allí se empieza a ver, ya en el gobierno de (Oscar) Gestido que la situación es muy difícil de compaginar. Él es consciente en el discurso cuando asume la Presidencia, dice: “Si una sociedad quiere suicidarse no hay manera de impedirlo”. Es decir, acá va a haber que hacer sacrificio y trabajar todos. Pero todos quiere decir todos. Y eso es lo que ya Gestido vio difícil.


¿Se podría decir que todas estas cuestiones llevaron a la unificación, o su proceso, tanto del sindicalismo como de la izquierda?
Sí, sí... yo diría que sí. Es decir, hay un proceso de la unidad sindical que abre un poco el camino porque encuentra una fórmula de cómo hacer compatibles tendencias sindicales que son decididamente contrapuestas. Uno tiene la tendencia, si se mira el movimiento sindical, como una unidad enfrentada a los patrones al Estado, pero si mirás la historia del movimiento sindical hay diferencias profundas, que la CNT logró configurar y encontró una fórmula institucional para que eso pudiera funcionar, que fue también la que después adoptó el Frente Amplio. En el año 68, cuando los partidos tradicionales asumen esa actitud de respaldo a Pacheco, queda un hueco que puede ser ocupado por algún movimiento, que es lo que empieza cuando Juan Pablo Terra ofrece el lema.

A partir de allí el PDC (Partido Demócrata Cristiano) empieza a transformarse en un elemento nucleador que va a terminar derivando en el Frente Amplio.

Si los tiempos políticos de algunos dirigentes del Partido Nacional, que se iban a proyectar después con mucha fuerza, hubieran sido sincronizados con las demandas sociales de su momento, el Frente Amplio no hubiera tenido posibilidades de surgir. Después el Partido Nacional, con la figura de Wilson Ferreira Aldunate, trata de llenar ese hueco. A Wilson le faltó punch en ese momento. Le faltó sentido de la oportunidad. Tal vez todavía era una figura que no se consideraba suficientemente fuerte. Lo que quiera que sea, me parece que fue una opción equivocada, porque el hecho es que abrió el espacio para el Frente Amplio. No pienso que el Frente Amplio haya sido una solución equivocada, sino que en esa contingencia podría no haber ocurrido si las decisiones de los dirigentes políticos de los partidos tradicionales hubieran sido más fuertes.


Sos historiador, pero ¿cómo ves los próximos años en Uruguay?
Como historiador miro más hacia atrás que para adelante, y la proyección hacia adelante que hacemos nosotros es mirando atrás. Creo que la sociedad uruguaya es una sociedad fuertemente institucionalizada, que tiene una normalización política muy grande, partidos que funcionan, y en general captan la atención de los electores. Pero esto no es un compromiso vitalicio ni es una cosa para toda la vida. Siempre hay una luz amarilla que puede transformarse en una luz roja en cualquier momento.

Agustín Zabala