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Crítica de cine

Clint sabe cómo hacerlo

CRÍTICA DE "MILLION DOLLAR BABY"

Mujeres, piñas, sangre, sudor y lágrimas. Clásico, bello, inteligente, estratégico. Palabras que sirven para pelotear la última ganadora del Oscar a mejor película

Lectura: 6'

2005-03-23T00:00:00-03:00
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Mucha gente, sobre todo mi madre, no soporta el boxeo. Les parece bruto y sádico ver como dos personas "se golpean por dinero". Otros se apasionan infinitamente con uno de los deportes que -no en su forma actual- es de los más antiguos del mundo occidental.

En todo caso está claro que como deporte con alto costo en secuelas físicas y como apuesta de ascenso social espectacular -con posibilidades casi absolutas de fracaso- es un fenómeno deportivo que recluta en las clases bajas.

Este mundo, largamente masculino -como tantas cosas hasta fines del siglo veinte- ha contenido millones de historias. Miles y miles de trayectorias no exitosas, hundidas en un anonimato férreo, fugazmente evadidas en alguna noche de gloria efímera y seguramente, en muchas más de alcohol y eso. Este mundo también nos ha entregado personajes memorables como Mike Tyson, Gatica, Sugar Ray Leonard, Monzón, Rocky Marciano, Mano de Piedra Durán, Rocky... Bueno, Rocky no. A Rocky lo inventó el cine, igual que a Rambo -que no era boxeador- y al memorable personaje de Bruce Willis en Pulp Fiction.


Vamos, el cine ya sabía de lo explotable del boxeo como terreno para un relato, Clint Eastwod hizo lo que sabe hacer. Lo hizo película. Película ganadora del Oscar. Oscar bien ganado; parece que nadie lo discute.

Karate Kid V

Después de los intentos de la ochentosa y exitosa trilogía del muchacho norteamericano entrenado por el japonés de Okinawa siempre recordado como Señor Miyagi, el intento noventoso del producto tuvo un giro que le valió la indiferencia generalizada de lo que quedaba de su público. Una chica con arco y flecha sustituyó a Daniel Laruso, Daniel San. El mito se biodegradó.

Para comienzos del siglo XXI, mientras que el Señor Miyagi aparece -con suerte- poniéndole su rostro inconfundible a personajes grises de los trasnoches de Canal 4 la chica vive otra suerte. Se trata de Hilary Swank, la doble ganadora del Oscar por "Los muchachos no lloran" y "Million dollar baby".

Pero no es este el único hilo de continuidad entre Karate Kid y la ganadora del Oscar 2005. La explotación cinematográfica del entrenamiento y la relación maestro-aprendiz tuvo su paradigma cristalizado en -sobre todo- las dos primeras películas de Karate Kid. Por momentos, la película de Eastwood recorre los mismos caminos que su clásico antecedente con impronta norteamericana-asiática pero como una adaptación norteamericana 100%.

Por cierto, el perfil de sabio de un entrenador de boxeo es algo bastante más complicado de lograr que el de un maestro de artes marciales orientales, y ahí radica uno de los puntos altos de la película. Dentro de la rutina predecible de contacto, acercamiento, intercambio y evolución de la entrenada (donde se presenta muy levemente tratada la problemática de la discriminación de género en un mundo fuertemente masculinizado) se realiza un rescate bastante sabroso y efectivo de los pormenores del boxeo. Dentro del gimnasio de cuarta, propiedad del personaje de Eastwood, hay mayoría de siluetas anónimas, boxeadores mediocres y también una oficina donde el viejo entrenador acostumbra leer sus libros en lengua muerta y poesía. Allí, uno puede llegar a hacerse una idea interesante del gustito que para los boxeadores tiene el boxeo.

Allí dentro está Morgan Freeman haciendo el laburo que más le ha pintado últimamente. Personaje semiprotagónico de alto contenido metafórico y moralejero. En este caso un boxeador tristemente fracasado y viejo, empleado y hit bag moral de Eastwood, que termina funcionando como narrador directo de la historia.

También habita el gimnasio un "taradito", quizás uno de los puntos más bajos de la producción. No por la idea bastante bien fundada de que en todos los gimnasios existe el personaje subnormal que hace las delicias de los abusadores bajos de autoestima, sino por lo mal explotado del recurso. El tonto es demasiado tonto, sólo agrega patetismo a un cuadro ya bastante patético por lo que no descomprime ni quiebra, simplemente da lástima.

La película queda -después de la pintura inicial de los personajes- planteada en un tono épico y de escalera al cielo cuando Hilary empieza a boxear. Demasiado fácil van cayendo una atrás de la otra todos sus contrincantes. Lejos de centrarse en sus peleas el director se dedica a mostrar cómo la ya-no-tan-joven mujer de un condado olvidado, de familia semimarginal y envilecida (uno llega a odiar a la madre y los familiares de la protagonista con gran facilidad y rapidez, pero no por su maldad sino por su estado de putrefacción vital del que en realidad -comprende uno sentado en su butaca de cine de 80 pesos- no tienen la culpa). Hete aquí otro logro: una mirada fugaz en tiempo pero impactante en imágenes de un Estados Unidos que muchos creen que no existe, el de las personas que prefieren no pasar de vivir en una casa rodante a una pequeña mansión porque ya no podrán seguir cobrando el subsidio por desempleo y obteniendo medicamentos gratis de la ayuda social.

Vuelta de tuerca (¡Quiero mi Oscar!)

Receta para ganar un Óscar: tómese un drama filosófico acorde a las modas de la época, deposíteselo sobre una temática levemente controvertida. Combínese la retórica épica con un algún tipo de correlato socioculturalmente coherente y realícese una amplia selección de campos simbólicos a rozar. Agréguese, una protagonista bella y exitosa, finalmente, un director -sirve y se recomienda director-protagonista- con claros signos de estar finalizando su carrera y su trayectoria vital. Filme bien y... listo. ¡And the Oscar goes to...!

Bueno, bueno. No se enojen los muchos seguidores del viejo Harry. Su trabajo tiene calidad y sus resultados más que agradables. La película juega al límite de lo extremadamente holywoodense logrando plantear un drama que venía apareciendo con fuerza en producciones cinematográficas recientes.

El punto de inflexión de la película tiene una impronta parecida al quiebre entre Kil Bill Volumen I y Volumen II. El cambio de reglas en el relato es absoluto y hay que buscar de nuevo la sensación de comodidad con la butaca. "Mo Cuishle", logrado el proceso de identificación y enamoramiento, será puesta en el camino del calvario y el drama filosófico. Matame, matala... como a un perro.

Comentario debutante dedicado al gran Osvaldo Principi.

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