Hasta hoy, y guiados por esa traicionera herramienta llama sentido común, solíamos creer que las arrugas que se forman en las yemas de los dedos cuando permanecemos mucho tiempo en el agua, respondían simplemente a una saturación de líquido.

Sin embargo, el señor Mark Changizi, neurobiólogo evolutivo de los laboratorios 2AI de Idaho. EEUU, aporta una nueva explicación para el fenómeno. Para el científico, el arrugamiento de los dedos se debe a un ancestral e ingenioso mecanismo de defensa, permitiendo que las manos se aferren mejor a superficies húmedas.

En un reciente artículo publicado en la revista Brain, Behavior and Evolution, y citado por la publicación de divulgación científica Muy Interesante, Changizi explica que las arrugas en la yema de los dedos crean canales que permiten que el agua se drene mientras presionamos los dedos contra una superficie mojada, a la vez que aumenta la superficie de contacto, permitiendo movimientos más ágiles y seguros.

El biólogo consulto estudios realizados en los últimos ochenta años, y descubrió experimentos en los que se señalaba que individuos con daño nervioso severo no experimentan este arrugamiento de la piel, lo que indica con claridad que dicha reacción depende del sistema nervioso. Además, estudios realizados en diversos primates, demostraron que otras especies de simios experimentan la misma reacción cuando permanecen mucho tiempo en el agua.