Contenido creado por Ignacio Alcuri
Haceme reír
Haceme reír | Jimena Márquez

"Salir y rematar el chiste rápido parece una papa, pero es todo un arte"

Jimena Márquez pasó toda su vida contando chistes, un oficio "desprestigiado" que la llevó hasta lo más alto del Carnaval.

10.01.2020 12:41

Lectura: 27'

2020-01-10T12:41:00-03:00
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"Dale, contate un chiste", es un comentario que habrán recibido en innumerables ocasiones aquellos que se dedican al humor. Como si a los coiffeurs les dijeran: "Dale, cortate un pelo". Sin mencionar que el humor y el chiste a veces se tocan menos que los protagonistas de un matrimonio por conveniencia.

Del otro lado, hay una persona que lleva el chiste como bandera. Que viene rematando comentarios ajenos desde la escuela y un día terminó rematando sus propios chistes en el Teatro de Verano.

Jimena Márquez (Montevideo, 1978) vio que lo suyo estaba del lado de las letras. Es profesora de literatura y dramaturga, pero aquí hablaremos especialmente de su rol como letrista de Carnaval y (en Humoristas Cyranos) actriz de esos mismos textos. Que suelen generan un "¡Plop!" desde abajo del escenario.

¿Qué te diferenciaba de tus compañeros y compañeras del liceo que no se dedicaron a esto?

Nos debe haber pasado a todos los que nos dedicamos al humor que en las clases del liceo y de la escuela éramos del chiste y el remate. Los pobres maestros y profesores tenían que dejarme el espacio para que rematara y seguir; algunos se lo bancaban mejor que otros. Tenía esa tendencia sobre todo con el juego de palabras, sacarlo en el aire y exteriorizarlo. Capaz que a otro se le ocurría, pero no lo decía.

¿Pensabas que esa parte creativa podía ser una fuente de ingresos?

-No, fuente de ingresos seguro que no. En realidad, yo me dedicaba al deporte; jugué al hándbol 11 años, a nivel profesional y todo. Como todos, en un momento quise estudiar Arquitectura, en otro Derecho, y no lo tenía en mente para nada. Sí reconocía ese rol que tenía en mi familia y mis grupos de ser la graciosa, pero no lo pensaba ni a palos. Me encantaba el Carnaval: veía, seguía, pero nunca lo dimensionaba conmigo de ese lado. Fue pasando por necesidad.

¿Cómo se fue dando la profesionalización? ¿Fue gradual?

Fue gradual. En el IPA conocí a un compañero, Ramiro Perdomo, que es actor y director, y también hace puesta de murga. Él hacía la EMAD y yo me di cuenta de que tenía bloqueada esa faceta. ¿Por qué no me dedicaba a eso si era mi tendencia? Empezamos a hacer teatro en forma muy casera con él y un grupo de amigos. Y como yo escribía poesía, dijeron: "Bueno, que escriba ella". No tenía nada que ver escribir teatro con escribir poesía, pero era la que escribía. Así se fue dando una veta humorística que empezó a identificar a ese grupo.

¿Siempre hubo humor en tus textos?

Claro. Empezó a salir así, en formato de humor. Si bien lo que hacíamos no era exactamente comedia, tenía muchos juegos de palabras, que empezaron a ser mi identidad. La gente me empezó a identificar con ese tipo de "chiste", entre comillas. Y me di cuenta de que era algo para desarrollar y que estaba bueno. Todo eso en la época de Teatro Joven.

Después llegó la murga Cero Bola, que comenzó casi como un juego durante una reunión. ¿Pensaste que llegarían tan lejos?

Obvio que no, porque todo surgió en una reunión en la que dijimos: "Pah, una murga de mujeres que se llame Cero Bola". Un juego de palabras del que nos reímos. Y antes de irnos fue: "Vamo' a hacerla", como quien dice: "Vamos a hacer un asado después de las vacaciones". Y nunca lo hacés. Pero nosotras la hicimos.

Si es difícil organizar un asado, mucho más una murga. ¿Cómo hicieron?

Esa noche me fui, me colgué y escribí todo un libreto entero. Entonces les dije a esas cuatro o cinco con las que después fundamos Cero Bola: "Escribí el libreto, vamos a hacerlo". Una trajo a otra, a la prima, la hermana, la amiga... Hicimos una reunión en casa y en un momento éramos 17, y ta. Al principio cantábamos horrible, era espantoso. Fernando Paleo de La Mojigata nos empezó a arreglar y aquello se fue emparejando. Empezó a estar bueno. Hicimos Murga Joven, ganamos ese año y todos los que nos presentamos. Y ahí empezamos a surgirme las oportunidades de trabajo a partir de los libretos de Cero Bola.

¿Aquel libreto fue lo primero que escribiste para Carnaval?

Sí. Lo primero que escribía sobre una música, todo era "lo primero". Ahí descubrí que podía hacer algo que no sabía que podía hacer. Una cosa que yo admiraba desde afuera, porque miraba y decía: "Pah, cómo escriben los libretos de murga". incluso le pedía a mis padres que me los compraran, porque antes los vendían. Los leía, los cantaba, y cuando no sabía la música, la inventaba. Pero no me daba cuenta de que yo lo podía hacer y ahí me di cuenta.

No te dabas cuenta, pero eso no te detuvo. No te dio miedo.

No, dije: "Ta, lo voy a hacer". Como lo del teatro: "Bueno, si hay que escribir la obra, yo la voy a escribir". Todo fue así. "Si no hay quién lo haga, lo voy a hacer yo".

¿Le tenías fe a ese primer texto?

No me preocupó mucho, porque sabía que para todas era un juego, sacarse un gusto. Y que lo íbamos a hacer igual, aunque fuera horrible. Ta, quedó buenísimo, pero si no era buenísimo tampoco nos iba a importar mucho.

No tuviste presiones.

Eso siempre complica todo.

Además de escribir, subiste al escenario con Cero Bola y pusiste a prueba tu humor frente a un montón de desconocidos. ¿Cómo fue esa experiencia?

Estaba todo muy repartido, incluso las cupleteras eran otras. Yo hacía una cosita chiquitita, graciosa, entre el medio y la despedida. Nada más. Ahora canto mejor, pero como en aquel momento no cantaba ni p'atrás, no podía hacer cuplé cantado. Y eran cantados, entonces ese humor lo defendieron otras personas.

Después de Murga Joven fue el llamado de La Gran Muñeca.

En 2008, cuando la murga volvía después de diez años sin salir. Estaban probando letristas, buscando, y en una me llamaron y yo no lo podía creer. "¿En serio?". Y fui, ahí, careteando.

Careteando, pero con otra responsabilidad. Porque ya no era un juego.

Era otra responsabilidad, otro estilo, era una murga que ya tenía una historia y que quería conservar sus puntas clásicas. Eran un montón de cosas bien distintas al texto para la joda de principio a fin que hacíamos con mis amigas. No fue fácil, para nada. Sobre todo del lado de la murga, con mucho murguero viejo. Ahora La Gran Muñeca es distinta, tiene un plantel más joven, pero en aquel entonces yo era una chiquilina que venía de Murga Joven, que nunca había escrito en Carnaval, que venía de escribir en una murga de mujeres... Era mucha valla para saltar. Pero estuvo bueno.

¿Recordás el momento de presentar tus textos a esos murgueros viejos?

¡Ah, no! Lo peor. Siempre digo que es el peor momento. Ahora con Cyranos me acostumbré, porque es un grupo de amigos y estamos juntos hace años. Pero en una murga que no te conoce nadie, llegar con la hojita y mostrarlo -que aparte nada es tan gracioso como lo dimensionaste-... Yo cuando escribo más o menos dimensiono muchas cosas: la puesta, los elementos, los tonos... Entonces, si decís un chiste y nadie se ríe, y tenés que explicar... es un momento horrible.

En Uruguay es difícil hacer reír a algunos públicos, pero mucho más difícil es hacer reír a un murguista.

Sí. Está eso que te decía de las presiones; no solo de los dueños de los conjuntos, del concurso y de la gente, sino también de los compañeros. Siempre están esperando que traigas algo bueno.

¿Tuviste que hacer muchos cambios a tu primer libreto?

Ese libreto se cambió mucho, porque yo estaba aprendiendo sobre la marcha. Había cosas que costaba que funcionaran, por mi cabeza de teatro. Yo hacía teatro para un público muy joven, que además me seguía a mí. Es distinto cuando lo abrís para un público más grande: cosas que a vos te hacen gracia y en tu círculo hacen gracia, no hacen gracia. Y es rarísimo, porque a veces lo que a vos te resulta más gracioso, a la gente no. Es una cosa muy rara. Me acuerdo que fue un año de retoque, retoque, ir para atrás, y cortamos y vamos de nuevo.

Tuviste que aprender a negociar, que es algo que no a todo el mundo le resulta sencillo.

No. y sobre todo ahí, porque la puesta la hacía otra persona y el conjunto tenía un dueño. Yo no tenía el timón, como capaz puedo tener acá en Cyranos. Acá puedo decir: "Confíen que esto va a funcionar". Allá, si no confiaban de entrada, ya está. Me lo tenía que llevar.

¿Qué pasó con el resultado final en cuanto al libreto?

Nos pasó una cosa muy rara: en todo el Carnaval, todo el mundo hablaba del libreto de la Muñeca. "Qué impresionante la chiquilina nueva, blablabla". Los periodistas, coso, todo. Pero en el puntaje del concurso nos fue espantoso. La murga salió octava, no salió mal, pero en textos puntuamos mal.

Si comparás la primera versión de aquel texto y la última, ¿te quedás con la primera?

No, no. Miro y me doy cuenta de por dónde hacían agua las cosas.

O sea que creciste un montón ese año.

Yo pienso que voy mejorando. Que sigo mejorando con el paso del tiempo, por suerte. El día que sienta que ya no voy mejorando, me voy.

¿Cambió tu forma de escribir al familiarizarte con el concurso? Como tomar en cuenta, por ejemplo, lo que podía esperar el jurado.

Por ósmosis. Por el entorno en el que estás. Cuando estás en un conjunto que es cooperativa, que sacás vos con tus amigos -como fue el caso de Cero Bola, que llegamos a salir en carnaval-, o acá, que no es cooperativa pero el dueño ni se mete... empezás por ósmosis. Porque todo el tiempo alrededor están pasando cosas. Dicen: "No, esto no porque no rinde". Y cuando el "no rinde" se usa a nivel de concurso. "Tenemos que tener una parte que tenga estas características, porque si no, nos matan". Esas cosas. Empezás a responder sin darte cuenta y a veces te cansás de eso. Eso fue lo que más me cansó en la murga.

¿Eras de escuchar los comentarios de la radio?

Desde niña. Desde antes de ser letrista de Carnaval mis padres se acostaban a dormir y yo me ponía la radio y escuchaba todo.

No debe ser lo mismo cuando están hablando de vos.

No. Siempre lo escuché muy bien, porque los primeros años cuando yo aparecí, durante tres o cuatro años, me daban muy para adelante con los textos. Aunque al conjunto no le fuera bien. Después, cuando estás más expuesta, cuando te empieza a ir bien, cuando empezás a ganar como con Cyranos... Ganás una vez, dos, tres, y todo el mundo te da para adelante. Ganás cuatro, y la gente ya tiene ganas de que gane otro. Hace un par de años que ya me cuesta más oírlo, porque me caliento. Prefiero no escucharlo.

¿Pensás que te comparan con vos misma?

Sí, pienso que sí. El propio conjunto genera una expectativa contra la que después luchás, y a veces no es justa la evaluación que se hace.

A los periodistas nunca más los vas a sorprender "por primera vez".

Imposible. Dicen: "Sí, pero el año pasado...". ¡Pero el año pasado era otro espectáculo!

Volviendo un poquito para atrás, ¿cómo llegó la propuesta de subir al escenario con La Gran Muñeca? Porque no fue el primer año.

No, fue el tercer año que yo estuve.

¿Cómo recibiste la propuesta?

¡Bien! Re copada. imaginate.

A esa altura ya eras parte del conjunto.

Sí, pero igual fue controversial, porque a la Muñeca la sacan dos varones, los hermanos Mega, que son tradición de dueño varón. Había una familia que no estaba muy de acuerdo con que saliera una mujer.

La primera en la historia de la murga.

Fue difícil. A mí me daba miedo, pero estuvo bueno porque ese año todos hacíamos de la misma persona, que se llamaba Nicolás. Teníamos unas máscaras y unos bigotes; hubo gente que ni siquiera se llegó a enterar que había salido una mujer en La Gran Muñeca.

Tuviste el debut perfecto. Entrar y...

...y que no me vean mucho. Al año siguiente sí se hizo visible, porque yo hice de Lucía Topolansky. Y ahí todo se puso sobre la mesa.

¿Qué cambió para que te largaras a cupletear?

Que el personaje no cantaba, solo hablaba. Nunca me animé a cantar en un cuplé, ni me animaría. El año pasado en Cyranos hacíamos un cuplé de niños y todos cantábamos; pero para llevar adelante un cuplé, no. No me gusta mandarme a hacer una cosa que no hago bien. Tampoco conviene, en el buen sentido.

¿Cómo fue la recepción de la gente? ¿Se reían de tus remates en ese primer año?

Sí, los dos años fueron, para mí, alucinantes. Funcionaba el humor, estaba buenísima la sensación. Es fuerte la sensación en Carnaval cuando tirás una cosa y vuelve; el Teatro de Verano es enorme. Y lo empezás a ver: el primer año no, porque nadie se daba cuenta de que estaba, pero el siguiente lo empecé a sentir en todos lados: en el ómnibus, en la calle... La gente te conoce y te dice. Después se empieza a generar en Carnaval una cosa que es el permiso que te da ser quien sos. Cuando empezás a ser medianamente conocido, tenés más licencia para matar.

La gente está predispuesta. "Como es graciosa, seguramente me haga reír".

Yo siento que sí, que el público carnavalero celebra más fácilmente a quienes ya conoce. El que empieza tiene que remarla más, con calidad. No quiero decir que los que estamos viejos no tenemos calidad, pero te compra más la gente.

Con el tiempo escribiste para otras categorías. ¿Es difícil tener que cambiar el chip para cada una? Sobre todo si lo hacés el mismo año.

Llegué a escribir cuatro categorías al mismo tiempo. Pero en mi forma de gestar el espectáculo primero pienso el concepto que hay atrás, la temática y después empiezo a escribir adentro de esa envoltura. Entonces directamente no se me ocurren las mismas cosas. A menos que sea un chiste suelto que diga: "Pah, este va para Cyranos". Por lo general, ni siquiera te va surgiendo lo mismo: los personajes son distintos, todo es diferente. No se me han entreverado los cables.

¿Alguna categoría te costó más que otra?

La Revista es una categoría en la que he tenido experiencia, pero nunca la pegué. Nunca le encontré la vuelta. Es difícil el humor en la Revista. Las Comparsas me gustan, porque no tenés la presión del humor. Si no hay humor, no hay decepción. Y como me gusta mucho escribir canciones y mayoritariamente es un espectáculo musical, la Comparsa es la que me da más tranquilidad. "Ta, esto lo hago. va a estar bien".

Momentos de poesía encontrás en casi todas las categorías.

Sí, incluso en Humoristas, que era la que menos abría ese canal. Nosotros nos encargamos de abrirlo, de hacer un stop y abrir un pienso.

¿Qué hacés cuando el dueño de un conjunto está convencido de que el texto tiene que ser de una manera, y vos estás segura de que va por otro lado? ¿Cómo es la pulseada?

Depende de muchas cosas. Si la pulseada es muy grande y no se cede... Yo no voy a escribir nada que esté segura de que no va a funcionar, por más que me lo pida otro. En todo caso me iré, como ha pasado muchas veces. A veces te piden ciertas cosas particulares: "Dedicale un segmento a Sendic". Vos decís: "Pah, qué embole, todos lo van a hacer". Ahí intento buscarle la vuelta de la originalidad, para que esté lo que el tipo quiere, pero también con mi personalidad. Igual, la mayoría de las veces soy una buena batalladora. Es difícil pelear conmigo, me impongo bastante y por lo general consigo la confianza. Las veces que no ha sido así, me he ido.

¿Le hacés un seguimiento a los textos que escribís para otros conjuntos?

Antes lo hacía. Después, cuando empecé a ser componente, ya no pude. Y eso siempre me cuesta. He escrito para Revistas, para Comparsas, y no puedo estar. Siempre lo aviso antes: "Yo te escribo, pero no puedo ir. Imposible". Tenés que estar muy comunicado con el que hace la puesta para que todo eso salga bien. Por lo general lo veo y digo: "Ay, esto no era así". Tenés que tener esa resignación. Ahora tuve una muy buena experiencia con Avo Pérez, que está haciendo la puesta de la comparsa Valores, que yo estoy escribiendo. Vi la Prueba de Admisión y me encantó. Pensé: "Lo dirigieron bien. Qué bueno, qué suerte que me pude descansar".

Siguiendo con tu carrera, después de varios años de murga pasaste a la categoría de Humoristas. Un cambio fuerte.

Fue un cambio enorme. Cuando vine a Cyranos no escribía; salí dos años sin escribir. El segundo año escribí alguna cosa porque hubo necesidad de tiempo y me metí, pero el primer año solo salía. Y por más gracioso que seas -le pasó a Florencia Infante, le pasó a Piero Dáttole, gente muy graciosa en otro palo-, cuesta el proceso de adaptación. Salir y rematar el chiste rápido parece una papa, pero es todo un arte. Los ritmos, los tiempos, eso me costó pila al principio. Tanto, que me sacaron todos los chistes y me pusieron a hacer monologuitos entre escena y escena. Aparte hay que bailar, que me cuesta pila. Fueron un montón de cosas nuevas, pero lo considero una etapa de crecimiento enorme. Vas entendiendo el código y te vas aceitando, pero el primer año me costó un montón.

¿Qué te convenció de encarar esa nueva etapa?

Ese año en concreto, por problemas personales, me había ido de La Gran Muñeca. Me había quedo sin conjunto. Estaba muy cerca de la gente de Arteatro, había viajado con ellos a Florianópolis, me invitaron y ta. Dije que sí. Cyranos era un conjunto que en ese momento ya se perfilaba bastante bien, yo tenía muchos amigos... Era un lugar donde iba a estar cómoda y al final terminó siendo mi lugar.

¿Te gustaba la categoría de chica?

Era hincha de Los Buby's, que los sacaba también Carlos Viana, el dueño de Cyranos. Fueron un ícono del Carnaval muchísimos años. Mi padre era compañero de trabajo de Carlos Viana y yo iba a los ensayos a los nueve años. Fui la primera mascota de Los Buby's: desfilé con ellos vestida de humorista y cuando iban al Club Tabaré me subía y bailaba. Seguía la categoría Humoristas, fui muy hincha de Los Buby's, íbamos a verlos todos los años, íbamos a los ensayos... La conocía, pero otra cosa es estar ahí. Mirá que vos mirás de abajo y decís: "Eso es una papa". Pero no.

¿Te costó amoldarte al tipo de humor del conjunto? ¿Estaba muy alejado del tuyo?

Estaba alejado. No era un tipo de humor que yo cultivara mucho. Tenían un humor muy político y también -era otro momento social- había muchos chistes del físico, de las minorías sexuales... Un montón de cosas que no eran muy afines a mí. pero era nueva y respetaba lo que el conjunto tenía. De a poco me fui metiendo, y con el tiempo se me permitió torcer las cosas hacia otro lado, que coincidió con la coyuntura y con el espíritu de las personas que se fueron sumando al grupo. Ahora creo que todos los que estamos nos identificamos con lo que hacemos. Es una situación medio rara estar en un espectáculo defendiendo un chiste que no te identifica mucho moralmente. Siempre que pasa lo peleo de adentro, pero cuando no tenés el timón, a veces ganás la pelea y a veces no.

¿Qué pasa cuando un chiste facilón, con el que no estás de acuerdo, es un golazo?

No lo hacemos. Pila de veces nos ha dado lástima decir: "Pah, pero mata". Sí, pero no lo podemos hacer. Por suerte ahora prima eso. Creo que, a la larga, con eso ganás. En el camino largo del humor y de la vida, es ganancia. Perder ese aplauso fácil o esa risa igual es ganancia.

En Cyranos escribís con Jimena Vázquez. ¿Se dividen las tareas o están ocho horas juntas tirando ideas?

Estamos las dos ocho horas, todo el tiempo. Pero también traemos cosas, "la base", como le llamamos. A veces nos juntamos a escribir una escena y digo: "Traigo una base". Y sobre esa base empezamos a ver lo que sirve y lo que no, y construimos. Aunque muchas cosas las hemos construido de cero.

¿Igual hay pulseadas?

Sí, todo el tiempo. Obvio. Estamos muy de acuerdo en todo a nivel conceptual, no tenemos diferencias. Pero sí en lo que puede resultar más o menos gracioso, o en a quién darle qué. Esas siempre son grandes discusiones que tenemos. "Para mí esto es para Piero". "No, es mejor para Javier". Pero cedemos. Siempre se cede.

¿En qué momento del año se empieza a pensar la base del espectáculo del año siguiente?

Siempre. Te digo que ya tiramos cosas para el Carnaval que viene. Haciendo tablados, este grupo es muy de decir: "Bo, el año que viene estaría bueno...".

¿Y en los papeles, literalmente, dónde guardás las ideas para Cyranos o para una obra de teatro?

En el bloc de notas del celular. Ahora cambié de celular y no encuentro cómo generar más de una página de notas, así que tengo una sola página de todo. De teatro, todas las categorías, todo...

¿No escribís a mano?

Me encanta la escritura y me encantaría decir que sí, pero no. Me encantarían el cuadernito y la libreta. Me gustan. Pero en los hechos, en la práctica, si se me ocurre algo, saco el celular y lo escribo ahí. Y del celular a la computadora.

¿Cómo llega la inspiración para ponerse a escribir?

Puede venir de cualquier lado. Por ejemplo, con Jimena teníamos una idea, habíamos hecho una carpeta para presentarla en la primera reunión de técnicos, y vino el escenógrafo y dijo: "Hace años que tengo ganas de hacer una escenografía inflable". ¡Listo! "El espectáculo se va a llamar 'Inflable' y le vamos a buscar la vuelta para la escenografía inflable". A partir de ahí empezamos a pensar. O sea que puede venir de cualquier lado.

¿Cuál es tu relación con el chiste en Carnaval?

A mí me gustan los chistes. Soy una persona que siempre disfrutó de los chistes, desde la escuela. En la adolescencia, con mi grupo de amigas, era: campamento, fogón y chistes. "Contate el de...", "y el de...", "y el de...". Soy una persona que disfruta escuchar chistes nuevos o la reedición de un chiste. Esos que decís: "Qué hijos de puta, ese chiste yo lo contaba a los 7 años. Cómo lo metieron, qué bien, y cómo todavía funciona". No creo en eso de "los chistes son de Internet". No creo que sean de Internet, porque ahí están los chistes que yo contaba en segundo de escuela, o sea que en realidad son del acervo popular. Disfruto el inventar chistes, el encontrar remates de chistes nuevos... Me gusta el chiste de remate. Obvio que me embola un poco si todo el espectáculo se reduce solo a eso. En Cyranos todavía conservamos escenas de chistología, porque a la gente le gusta. Con Jimena Vázquez conversamos o traemos unas escenas de situación, las hacemos, no funcionan, y decimos: "¿Sabés qué? Tres chistes". Levanta la escena y funciona todo. En un momento de la historia el chiste empezó a ser desprestigiado. ¡Y están buenísimos los chistes!

¿Pensás que en las partes serias de un espectáculo son más universales, o la gente hace que entiende siempre?

¡Ja! No sé si la gente hace que entiende... Creo que el que está mirando del otro lado, el que no se sube al escenario, pese a ser un público muy popular, es un público extremadamente exigente y hasta cruel. Y el del Teatro de Verano, ni te cuento. La platea baja del Teatro de Verano es de una exigencia enorme. Entonces, no creo que la gente haga que entiende, ni en lo serio ni en lo no serio; al contrario. Siento que es un público que te hace saber a cara de plato cuando no.

Si aplauden un momento serio, es porque les llegó.

Sí. Claro que hay recursos que "le meten color" o "hacen comer color". Hay recursos que sí, es cierto, ayudan a levantar un aplauso. Facilitan esa opción.

Existe el chiste fácil y también la lágrima fácil.

Pero es tan difícil hacer que un público se manifieste, que en realidad siento que, si lo hace, es porque quiso. No sé por dónde, pero la cosa llegó. y estoy convencida de que en Carnaval nadie te aplaude algo que no. al contrario, se encargan de hacerte saber que no.

¿Cómo te relacionás con la competencia? Porque una cosa es cuando te va bien y otra cuando te va mal. Nadie cuestiona al jurado cuando gana.

Antes me quedaba amargadísima pila de tiempo. La pasaba re mal, me quedaba quemándome la cabeza. Ahora, con el paso de los años, fui madurando. Lo empecé a entender como una opinión más dentro de todas. Yo creo que cualquier devolución negativa, cuando vos estás copada con algo, te molesta. No vamos a ser hipócritas. A mí no me gusta, si estoy copada con algo, que me digan: "Che, este año no está tan bueno como el otro". Me re quema. Pero, en el fondo, en algún lugar de vos eso entró y para la próxima creación lo tenés en cuenta. Un compañero de La Gran Muñeca siempre me decía: "Pensá que una señora que te venga a decir 'No me gusta que digan eso' representa en Carnaval, en proporción, a miles". No quiere decir que uno escriba para conformar a todo el mundo, pero sé que la crítica que en un momento te duele, después juega.

A la hora de ensayar, particularmente en Humoristas, ¿cómo se trabaja el timing? Porque el chiste rápido tiene que funcionar perfecto.

Acá en Cyranos es lo que más laburamos. Estamos encima de todo. Aparte es un límite muy difícil, que yo lo sufro también. Porque cuando tenés a alguien afuera que te corrige la forma de rematar, por un lado está bueno, porque te está pidiendo el ritmo que el chiste o el remate precisa, pero por otro lado te está sacando de tu naturalidad para hacerlo. Es difícil encontrar ese punto intermedio donde cumplís con el ritmo que la situación pide, pero no dejás de hacerlo de la manera que te sale bien. Muchos chistes se han muerto por dirigirlos.

Y hay que repetirlos hasta encontrar el timing perfecto.

Eso ni hablar; es la forma de ensayar. Pa, pa, otra vez y otra vez. Probalo así, probalo asá, es más abajo, es más arriba. Y otra cosa contra la que jugamos es esa: la repetición va estancando las cosas y al humor lo mata porque se va lavando. También está ese momento en que el humor sale espontáneo y se mata de risa todo el mundo. Que te dicen: "Hacelo así". Y vas, lo hacés así y no sale. Tiene eso.

En los ensayos, ¿cómo tenés una perspectiva de lo que funciona y lo que no?

En la murga y en Cyranos es bien distinto, porque las murgas hacen ensayo abierto con micros, con público... Otros humoristas también, pero nosotros no. Por las particularidades del lugar donde ensayamos viene muy poca gente. Muchos son nuestros utileros, que nos festejan todo. Y la primera semana de tablados es fundamental para confirmar cosas que ya sentías. A veces no cortamos una escena y dejamos que salga, por si algo nos sorprende, pero por lo general va decantando sola y todo el grupo se va dando cuenta. "Che, esto no funciona".

¿Los primeros tablados son los últimos ensayos?

Tal cual. La escena de las mujeres árabes, que hicimos hace dos años y salió Mejor Escena de Humoristas y fue un gol, la hicimos la primera semana y no funcionaba. No funcionaba nada. Y fue como te decía: "Vamos a meterle cinco chistes a lo largo de la escena". La escena seguía siendo igual, pero en cinco lugares tenía un chiste y eso levantó toda la escena. La gente se reía de las partes que no se reía antes. Creo que porque eso de que hubiera un chiste cada tanto la colocaba en otro lugar; le daba tranquilidad a la gente.

Imagino que está buenísimo cuando hacés una primera presentación con los cambios y funciona.

Es una sensación de alivio increíble.

Después de todos estos años de trabajo, ¿qué tan cerca estás del personaje que escribiste para el teatro, esa Escritora de Comedias que perdía la capacidad de reírse?

Ahora me volví un poco más buena, pero pasé por un período de oscuridad. De decir: "No me hace gracia nada de lo que hacen los otros". Lo que hacía yo, sí. Ahora se me fue, maduré. Eso tiene un poco que ver con la inmadurez, es medio lamentable. Empezás a mirar con recelo al otro. "¿A este por qué le va bien, si lo que hace es horrible?". Te empieza a pasar eso, que no lo queremos, pero lo digo con sinceridad que me ha pasado. Ahora me puse más grande, me volví más buena y me dejé de preocupar.

¿Y esa otra deformación profesional, la de estar pendiente de los hilos del humor?

Eso no me lo puedo sacar; está ahí. Estoy mirando todo el tiempo y diciendo: "Qué bien cómo armaron esto". Eso lo estoy viendo todo el tiempo.

¿Cambió el humor de tus obras de teatro después de tantos años en Carnaval?

Cuanto más me adentré en Carnaval, más me aparté del chiste en el teatro. Fue como a la inversa: lejos de carnavalizarse el teatro, fui volcando en dos vertientes diferentes. Si bien en las obras mías siempre está sobrevolando el humor, van por dos carriles bien distintos.

Contame de tu experiencia como guionista de televisión. ¿Te quedaste con ganas de más?

No la pasé muy bien. Las experiencias que tuve en televisión no me resultaron nada fáciles. Ahí sí sufrí mucho el: "Esto sí, esto no". "Nos dicen de arriba que esto no". O cosas que me resultaban muy banales, y las que a mí más me interesaban eran las que se tenían que ir. Lo poco que hice en televisión fue medio estresante para mí.

La pulseada era contra alguien que ni siquiera veías.

Sí.

¿Te quedó una cuenta pendiente televisiva?

Creo que hacer un buen programa de humor es algo que a todos nos gustaría. Que no es nada fácil de lograr, porque la tele es rara, como que te apaga. Gente que es muy graciosa en otros medios o en otros ámbitos, en la tele no. No sé si es que no tenés a la gente ahí, o qué. Pero sí, creo que todos querríamos hacer algo bueno humorístico en la tele.

¿Hay alguna cosa relacionada con el humor que todavía no hayas hecho?

No. Sigo para adelante en el teatro, donde sí tengo muchos gustos que me quiero ir sacando de a poco. Incluso me han llamado para hacer stand up y me retraigo un poco con eso.

Tenés suficientes vías de escape para las cosas que te gustan hacer.

Tampoco se puede hacer todo.

Ignacio Alcuri