¿Cómo recordás las tardes de tu adolescencia entre Madrid y Bogotá? Fueron experiencias bastante distintas. En Madrid viví un año nada más, entre los 13 y los 14. Vivía en las afueras de la capital, cerca del colegio al que iba, y mi vida social era toda en ese entorno. Ahí, aunque ya sabía que me encantaba cantar, no tenía guitarra y no le dedicaba tiempo a la música. Luego en Bogotá, ya un poco más grande y más sumergida en la capital, iba al cine, a veces a bailar y tuve mi primera banda con la que ensayábamos frecuentemente. Viviendo allá me compré mi primera guitarra y empecé a componer.
¿Tenés raíces fuertes en Uruguay? Sí, amo Uruguay. Estando lejos mi deseo era volver y estar acá. Extrañaba a mis amigas y odiaba perderme cosas, como sus cumpleaños. Lo vivía con bastante dramatismo porque la adolescencia tiene eso, o por lo menos lo tuvo para mí. Quizás mis raíces no tengan tanto que ver con lo geográfico sino más con lo vincular, la mayoría de la gente que amo está acá y creo que eso es lo que constituye una casa.
¿Siempre fuiste autodidacta? Casi. Cuando vivía en Montevideo fui al San Juan Bautista y ahí formaba parte del coro (que dirige Carmen Pi y que luego se transformó en las Coralinas). Ella tenía un trato muy personalizado con sus coreutas y nuestro vínculo fue desde el principio un elemento fundamental en mi relación con la música. En unas vacaciones mi papá me anotó en clases de guitarra en la Fundación Mateo, pero casi siempre mis herramientas han sido intuitivas. Soy bastante mala estudiante, me cuesta la rutina, y estudiar música exige mucha conducta y constancia. Soy impaciente. Me gusta mucho trabajar con otras personas que hacen música porque su conocimiento complementa muy bien mis creaciones, que son más viscerales.
¿Cómo reaccionó tu familia cuando le dijiste que ibas a dejar los estudios de Ingeniería Audiovisual para dedicarte a la música? Fue medio bravo porque la decisión fue bastante repentina. Desde antes de empezar mis estudios yo ya sabía que quería dedicarme a las canciones. Parecía fundamental tener un plan B por si las cosas no me salían, por si cambiaba de opinión... pero me di cuenta de que el tal plan B en realidad me estaba impidiendo poder dedicarle toda mi energía a lo que realmente quería que funcionara. Esto de tener una carrera de respaldo es algo muy popular entre artistas y, aunque sin dudas el camino del arte es muy incierto, tiene bastante sentido que no puedas lograr tus objetivos si estás dedicándole mucho tiempo y energía a un plan salvavidas que termina siendo el plan principal. Yo sentí la necesidad de dejar todo aquello que no tenía relación con la música. Como no era un deseo que yo viniera manifestando mucho, fue bastante chocante para mi mamá; pero ahora ya está contenta y tranquila, confía en mi proceso.
Tenés un tatuaje con la frase de The Beatles "All you need is love". ¿El amor por la banda la heredaste de tu padre? En realidad, después de esa etapa en la que escuchaba mucha música de telenovelas, conocí a la que ahora es prácticamente mi hermana elegida, Magui. En su casa se escucha muchísimo a Los Beatles y ahí les empecé a prestar atención. Mi papá también los escuchaba, y a él no le di tanta bola. Aaaah, ¡mi adolescencia! Un poco rebelde sin causa.
¿Cambió tu idea del amor desde que grabaste tus primeras canciones? Mis pensamientos se estuvieron transformando en los últimos años. En el disco que saqué en el 2016 aparecen 13 canciones de amor y hoy, aunque no reniego de ellas ni de las cosas que sentí, no me identifican. Me parece importante erradicar ciertos discursos de la literatura. En mi caso, muchas veces queriendo decir algo lindo decía algo que hoy reconozco que tenía más que ver con la idealización de la otra persona o con algo posesivo. Hoy trato de ser mucho más cuidadosa, primero con lo que siento, y después con cómo lo manifiesto.
Tus canciones, ¿siempre son autobiográficas? Las canciones son como una foto de mí. Registran una porción de la verdad. No mienten, es cierto, pero no muestran todo lo que hay.
En una entrevista contaste que la estabilidad te mataba. ¿Todavía creés que necesitás estar en un estado de crisis permanente? Hoy me encuentro pasando por un re buen momento emocional y ya no creo que sea necesario vivir en el caos, por suerte. Sí es cierto que el desorden me vuelve más creativa, pero parte de crecer para mí también tiene que ver con encontrar herramientas que me permitan crear sin tener que pasar por situaciones desagradables.
¿Qué no te puede faltar en estos tiempos de aislamiento social?
La guitarra. El celular. Mi compañero. Las videollamadas con mi mamá. El mate y algo rico. Son los elementos que estoy disfrutando más.
¿El encierro inspiró nuevas canciones? ¿Cómo lo manejás? Tengo un par de canciones encaminadas que nacieron en estos días de cuarentena, pero no estoy particularmente inspirada. Me preocupa la situación de muchas personas que, como yo, no pueden trabajar, pero están transitando realidades muchísimo más vulnerables. Trato de ayudar con lo que puedo, porque hay gente que quedó a la deriva y no parece tener otro amparo más que la solidaridad de sus vecinos.
Tenés un nombre que causa curiosidad. ¿Tiene un significado o una historia especial? Mi papá ahora dice que me puso así porque él sabía que yo iba a ser artista. ¡Yo creo que eso lo inventó después! (risas) Siempre digo en broma que mi nombre forjó mi personalidad, pero tiene mucho de cierto. Siempre llamó la atención, para bien y también para bromas un poco crueles en la infancia. Ahora amo llamarme así, pero durante muchos años deseé tener un nombre más común.
Antes de cumplir 30 años, ¿llegaste al lugar que te imaginabas de pequeña? Creo que lo que soñaba de chica es el camino que estoy transitando, no un lugar específico. Yo quería cantar, y si pienso en la niña que fui, creo que estaría resatisfecha y feliz, pero también ansiosa por ver qué vendrá a continuación. Y es un poco lo que pienso hoy. Hay cosas que no cambian.
