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Haceme reír
Haceme reír | Juan Nicolón

"Decir que vas a ir a Nueva York a hacer comedia es como decir: 'Voy a ir a la Luna'"

Juan Nicolón fue a probar suerte a la Gran Manzana y con los años se transformó en uno de los "uruguayos que triunfan en el exterior".

31.01.2020 11:41

Lectura: 26'

2020-01-31T11:41:00-03:00
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Por Ignacio Alcuri

Hace muchísimos años, no recuerdo en qué circunstancias, me encontré con un fanzine prolijamente diseñado que tenía en la tapa a dos tipos y la leyenda: "Cumplimos nuestro sueño, somos tapa de una revista". La publicación se llamaba Tendencias Inmobiliarias y uno de los modelos de la portada era Juan Nicolón (1982), quien más adelante repetiría con la revista Persons.

Podría contar más acerca de su vida, pero en esta entrevista él lo hizo de manera clara y concisa. Destacaría que, al igual que George Costanza en Seinfeld, más de una vez se hizo pasar por conocedor de la arquitectura. Y que no fue "el Destino" el que lo depositó en Nueva York, sino que Nicolón himself hizo un esfuerzo consciente por llegar a la meca de cierto tipo de humor y estudiar con cierto tipo de grandes. Fue y volvió varias veces, hasta que logró quedarse por ahí.

Superó las barreras idiomáticas, las barreras de migraciones, y hasta convenció a la gente de que valía la pena escucharlo durante varios minutos hablar de su amor por la sopa. Frank Sinatra decía (en letra compuesta por John Kander y Fred Ebb) que "si podés lograrlo en Nueva York, podés lograrlo en cualquier parte". Y nuestro entrevistado lo hizo incluso bajo la presidencia de Donald Trump.

Si no conocías a Juan Nicolón hasta el día de hoy, esta nota intentará que lo hagas.

La gente que termina dedicándose al humor comenzó a utilizarlo para llamar la atención. ¿A quién querías llamar la atención durante tu niñez o adolescencia?

A mis amigos en general. Cuando era más chico, a los compañeros de clase, y más tarde a los compañeros de trabajo. Pero nunca fui muy bueno haciéndolos reír. No sé si se puede considerar lo que hacía como chistes. Por ejemplo, un chiste era dar vuelta el asiento en la clase (ponerlo patas para arriba) y sentarme al revés, como si nada. Como a nadie le causaba gracia y a la profesora no le importaba, terminaba sentado mal toda la clase como un boludo. Re incómodo. Tremendo gil.

¿Ya eras consumidor de productos humorísticos?

De muy chiquito mi abuela me ponía casetes de Les Luthiers y me pasaba horas escuchándolos, en especial Les Luthiers Hacen Muchas Gracias De Nada. Más tarde, cuando vino el cable, se me abrieron las puertas y no paré de mirar series de humor. Friends fue la primera serie con la que me enganché, también en la casa de mi abuela. ¡Mi abuela estaba a años luz en temas de comedia! Después Seinfeld y Saturday Night Live. La otra puerta que se abrió fue cuando Internet empezó a andar más rápido y te podías bajar cosas imposibles de encontrar. Ahí me bajaba de todo. Desde los shows de Conan O'Brien o Stephen Colbert a una de mis series favoritas, Delocated. Ahora no consumo tanto; no tengo tanto tiempo y el tiempo que tengo prefiero más hacer humor que mirarlo. Pero es igual de importante y trato de mantenerme al tanto. De los últimos años, Barry me hizo reír muchísimo.

¿Cómo surgió la idea de editar la revista Tendencias Inmobiliarias?

Estaba estudiando publicidad en ese momento y en un taller horrible de televisión conocí a Diego Sierra, hasta el día de hoy una de las personas más graciosas que conozco. Medio que jodiendo, dijimos: "¿Y si hacemos una revista y nos ponemos en la tapa?". Y nos pusimos. Era todavía una época en la que todo el mundo leía revistas de chimentos, porque no había ni siquiera Facebook. Ahora cualquiera puede ser famoso en Instagram. En esa época cualquiera podía ser famoso... pero solo en las revistas de chimentos, porque nueve de cada diez famosos que aparecían en la tapa no tenías ni idea de quiénes eran. Si querías ser famoso tenías que estar en la tapa de una revista, así que hicimos la nuestra. Pero la idea de la tapa vino después. La revista salió porque los dos teníamos ganas de hacer humor y no sabíamos dónde.

¿Recordás cómo era el proceso de elaboración de la revista?

Empezamos muy tranqui, juntándonos una o dos veces por semana a charlar sobre ideas que teníamos. Nos juntábamos casi siempre en la Facultad de Arquitectura. Ninguno de los dos estudió Arquitectura, pero hay lugar donde sentarse y si te haces el gil a veces podés usar clases vacías. Había días que ni escribíamos nada, nos pasábamos horas caminando por la facultad hablando de arquitectura, porque no queríamos que se dieran cuanta que no éramos de ahí. Ninguno de los dos sabe nada de arquitectura. Si no recuerdo mal, noventa por ciento de las conversaciones eran sobre dónde poner columnas. Nunca nadie nos dijo nada, así que asumo que somos muy buenos pareciendo arquitectos. O capaz a nadie le importa un carajo.

Cuando ya teníamos las ideas, escribíamos por separado lo que más nos gustaba. Después nos juntábamos frente a una computadora y leíamos todo. Mientras lo íbamos leyendo, lo íbamos reescribiendo. Hacíamos eso mil veces hasta que al final íbamos palabra por palabra de cada artículo entre los dos. Un proceso muy desgastante, pero que a nosotros nos sirvió.

En ese momento yo trabajaba en una empresa de videojuegos y la verdad es que los dueños fueron muy, muy buena gente, porque nos dejaban usar las computadoras (y las oficinas en general) después de horas y los fines de semana. Con eso le metimos muchísimo huevo trabajando casi todos los días en el diseño, aprendiendo de cero como armar una revista. Por ejemplo, no teníamos idea de que el número de páginas tiene que ser múltiplo de cuatro, así que tuvimos que llenar espacio que nos sobraba. Y estábamos tan cansados que no nos daba para pensar nada más, así que literalmente pusimos tapabaches. Un texto que decía "tapa baches" con una foto de algo que no tuviera nada que ver con nada, porque igual no importaba. Estaba ahí para tapar el bache.

Hasta el día de hoy, trabajar con Diego en la revista fue una de las experiencias más satisfactorias de todos los años haciendo humor. Lo que nos reímos con él trabajando en esa casa, muy pocas veces me pasó de nuevo. Y aprendí muchísimo. Nunca había escrito nada hasta ese momento. Las escuelas te pueden enseñar muchas cosas, pero nada te va a enseñar como tirarte a la pileta.

Luego de ello llegó otra publicación/fanzine, Persons. ¿Qué diferencias tenía con la anterior?

Gracias a Tendencias..., los dos conseguimos trabajo como redactores creativos en agencias. El tema es que, con más trabajo, empezamos a tener menos tiempo para escribir la revista. Y, de nuevo, el proceso de la revista era tan desgastante (a veces nos pasábamos un día entero en un párrafo) que fue imposible de mantener. A mí, a esa altura, ya se me había pegado la idea de querer hacer esto de la comedia en serio, así que renuncié a la agencia en la que estaba y traté de darle entero a la revista. Sin Diego, que se quedó trabajando. Diego es un tipo muy responsable. Es medio raro con el tema de los condimentos. Come panchos secos. Para mí es rarísimo, pero eso no lo hace mala persona. Sea como sea, Persons es una continuación de Tendencias Inmobiliarias sin ser Tendencias Inmobiliarias. Tendencias inmobiliarias es Diego y Juan, y siempre va a ser de los dos.

¿Los sorprendió la recepción de esas revistas?

Nos sorprendió muchísimo. De verdad, el único motivo por el que la hicimos fue por qué nos divertía a nosotros. Y la imprimimos porque no tenía sentido hacerla y que quede en la computadora; teníamos cero expectativas. La empezamos a distribuir casi desafiando a la gente a que la encuentre. Nos divertía mucho la idea de dejarlas en lugares raros y que la gente las encontrara y no entendiera nada. Como en la mano de una estatua o enterradas en medio de unas plantas. Hasta el día de hoy es increíble que alguien las leyera.

De a poquito nos fuimos dando cuenta de que habíamos hecho algo interesante, porque empezamos a recibir mails de gente que encontró la revista y le gustó o que un amigo se la recomendó. Todo lo que vino después nunca fue planeado, pero seguro muy bien recibido. Por ejemplo, si no hubiera sido por la revista, nunca hubiera empezado a hacer stand up.

Hablando de eso, ¿cómo fue la experiencia de hacer stand up en Uruguay?

A mí me parecía normal en ese momento porque no tenía ni idea, pero ahora estando acá me di cuenta de lo loco que fue. La primera vez que hice stand up el público era todo gente que me conocía por la revista. Como 70 personas. Y yo era el único haciendo stand up en el show, porque a esa altura no había mucha gente haciéndolo. Era lo que había en el UnderMovie y ya está. La primeras cuatro veces hice cuarenta y cinco minutos yo solo ahí parado, y me la banqué. Miro el video y me da vergüenza, pero me fue lo suficientemente bien como para seguir de a poquito. No fue hasta que vine acá, que para conseguir un espacio de más de diez minutos tenés que hacer lo imposible, que me di cuenta de lo loco que fue.

Lo bueno de recién arrancar es que, como no entendés nada, te mandas a hacer lo que venga sin preocuparte mucho. Hice stand up en Montevideo Cómics en el medio de la competencia de cosplay, y obviamente no les podría haber importado menos lo que tenía para decir. Me gritaron de todo hasta que me fui arrastrando por el piso. Literalmente. El año siguiente fui otra vez, pero en vez de hacer mi material armé material sobre cómics y me fue mucho mejor. En vez de hablar de mi pito, hablé del pito de superhéroes como Batman o Thor. Inteligencia.

Sin estar preparado en lo absoluto, presenté los premios del Desachate con Patricia Wolf. De la nada. Obviamente, todavía sin la experiencia como para hacerlo. Y ¿qué voy a hacer? ¿Decir que no? Me mandé igual y la remé. No creo que me inviten de vuelta, porque hice unos chistes que no cayeron muy bien, pero en general me fue mucho mejor de lo que me debería haber ido en ese momento con las experiencias que tenía.

Ya que estamos, a veces veo un problema en Uruguay con el manejo de expectativas de parte de los organizadores de eventos. Se espera que los presentadores o los comediantes sean de calidad Golden Globes o Netflix, pero no sé toman en cuenta los recursos que hay detrás de esas producciones. Cualquier premio medio pelo en Estados Unidos tiene una banda de escritores trabajando full time y escribiendo chistes por semanas. Yo literalmente armé los chistes en las horas libres de la agencia y durante las charlas del Desachate. Algunas personas se quejaron: "Mirá, está escribiendo los chistes hasta último momento". Y bueno, peor sería no tener ningún chiste.

¿Tu pasaje por la publicidad fue una forma de aplicar la creatividad y el humor en algo que pudiera dar dinero?

En realidad, no. El pasaje por la publicidad vino porque nunca me imaginé que trabajar del humor podría ser una posibilidad. Lo más cerca que había era escribir avisos, pero la plata nunca fue parte de la ecuación. Es muy difícil hacer plata haciendo humor. En un momento estás haciendo plata y en otro enseguida no. Si la plata es algo que te preocupa, vas a pasar mal el resto de la vida. Ahora ando bien, pero sé que se puede acabar en cualquier momento. Por eso vivo como si no tuviera plata, andando en bicicleta para todos lados y cocinando y congelando sopa para toda la semana. Por suerte me gusta mucho la sopa. La sopa la rompe.

Antes de dar el salto, ¿sentías que en Uruguay habías hecho todo lo que podías hacer?

No, para nada. Yo siempre creí y creo que en Uruguay hay muchas más posibilidades de las que se dan crédito. Más ahora, con la explosión de las redes sociales. Estuve hace poco en Uruguay y quedé muy contento con lo que vi. Mucho más stand up y mucho más profesional. Gente haciendo impro y sketch y rompiéndola... Y, más que nada, un público mucho más abierto a ver cosas. Creo que no solo pasa con el humor, pasó con todo. Hay muchos más restaurantes, muchas más opciones de salidas, hay mucho potencial. Seguimos teniendo el problema de los números: no somos muchos y económicamente eso afecta. Pero, de nuevo, si no te importa mucho la plata, hay un montón para hacer.

¿Cómo terminaste por primera vez en Estados Unidos?

Siempre quise venir, pero era como imposible. Decir que vas a ir a Nueva York a hacer comedia es como decir: "Voy a ir a la Luna". Así que, cuando me vine, me lo vendí cómo: "Vamos por dos meses a tomar unas clases y vemos ahí que tal". Después de esos meses me volví a Uruguay, trabajé con la revista Nah en Argentina, escribiendo para el personaje Ramiro Agujis y protagonizando unos videos virales con ellos, y cuando junté plata de vuelta me vine otra vez. Hice eso dos o tres veces, hasta que conseguí suficientes referencias y ofertas de trabajo como para aplicar a la visa de artistas, y de ahí en más me quedé. Ya me acostumbré un poco, pero hay veces que todavía no lo puedo creer.

¿Qué clases tomaste?

Vine específicamente a tomar clases de sketch y de improvisación en un teatro llamado Upright Citizens Brigade Theater. En Uruguay estaba haciendo stand up, pero en Nueva York me metí entero a eso. Todavía era un teatro chico cuando arranqué, no el referente mundial que es ahora. De las clases y audiciones, quedé entre uno de los pocos para ser escritor en uno de los equipos oficiales de sketch. Trabajé por más de tres años haciendo un show por mes para doscientas personas, con entradas agotadas prácticamente todos los shows. Ahí conocí gente que trabaja en The Tonight Show, Saturday Night Live, Astronomy Club de Netflix, entre muchísimos otros programas. El nivel de talento es increíble, porque cientos de personas aplican y audicionan, pero solo quedan diez por año.

¿Encontraste más oportunidades para hacer humor?

Si querés hacer humor, especialmente humor en vivo que es lo que más me gusta hacer a mí, no hay mejor lugar y con más oportunidades que Nueva York. Si querés escribir y actuar en películas, Los Ángeles es probablemente mejor en temas de oportunidades. Pero de shows en vivo es imposible competir con Nueva York. Hay cientos de shows todos los días. Eso trae más competencia, pero a la vez la competencia te hace trabajar mucho más fuerte.

¿Cómo fue lograr una entrada económica allá?

La entrada económica va y viene. A veces haces muchísima plata saliendo en un anuncio de televisión y quedas chocho, pero después no conseguís otro por meses y te tenés que ir manteniendo con shows chicos y otras cosas. Es un oficio muy cambiante y la inseguridad económica puede hacer que gente muy talentosa deje de hacer humor, porque no puede manejar los altos y bajos. Por suerte (y toco madera) me ha ido muy bien hasta ahora y no me puedo quejar.

¿Te resultó difícil el tema del idioma a la hora de buscar ser gracioso?

Lo más difícil fue el acento, que hasta el día de hoy lo tengo y no creo que lo vaya a perder nunca. No es tan fuerte como al principio, pero cuando recién arranqué haciendo impro, por ejemplo, la gente venía después del show y me decía: "Es increíble como nunca saliste del personaje todo el tiempo". Y yo les preguntaba: "¿Qué personaje? Así hablo yo", y se daban cuenta que era en serio. No entendían nada. Aparte tengo un acento muy raro. No sé de dónde lo saqué, pero si lo tuviera que resumir sería un Drácula Borracho.

El tema del idioma no fue tan difícil. Antes de mudarme ya estaba pensado en inglés cuando vivía en Uruguay. Soñaba en inglés de tanto mirar tele. Otra señal de que me tendría que haberme mudado muchos años antes.

¿Es diferente el timing del humor acá y allá?

Muy distinto. En mi opinión, el español es tremendo idioma para transmitir emociones. Muy divertido para insultar, también. Podés decir cosas con una intensidad que no sé si se puede en otros idiomas. Pero a la hora de hacer humor, el inglés siento que se presta mejor. Más que nada porque en general el humor busca economía: mientras más rápido puedas llegar al remate, mejor. Y en general, las palabras y las frases en inglés son más cortas, y las podés encadenar con un poco más de flexibilidad. Además, por temas de números, si podés decir más cosas con menos palabras, podés contar más chistes por minuto, lo que también significa más risas. Pero es muy relativo. Una buena idea en español es una buena idea en cualquier idioma. Hay chistes que se traducen perfecto, porque el chiste está en la idea y no en cómo se cuenta. Ahí no importa tanto.

Hablabas de la visa de artistas. ¿Fue sencillo conseguirla?

No, para nada. La visa de artistas es una de las más difíciles de conseguir. El término correcto es "Visa para individuos de habilidades extraordinarias", lo que significa que, para conseguirla, tenés que probar al gobierno de Estados Unidos que tu talento es digno de ser considerado "extraordinario". Algo no muy fácil de hacer con chistes. Pero cuando apliqué para la visa ya tenía muchos años haciendo humor, y el reconocimiento previo ayudo mucho. Pero no fue hasta ser parte de The Chris Gethard Show y ser invitado como monologuista en Asssscat (el show más importante en Upright Citizens Brigade) que me animé a aplicar. Flama [plataforma digital de jóvenes comediantes latinos] y los videos virales vinieron después, lo que hizo más fácil renovarla.

¿Lograste reconciliarte con "lo uruguayo" a la distancia?

Totalmente, pero no solo con "lo uruguayo", sino con ser latino en general. Uno a veces piensa que no tenemos tanto en común con el resto de la comunidad latinoamericana, pero es todo lo opuesto.

Cuando vivís en Uruguay, sos uruguayo y nada más. A veces es hasta más específico: sos del interior y nada más, o sos de La Blanqueada y nada más. Uno tiende a enfocarse en el círculo más cercano que tiene. Pero cuando salís y empezás a encontrarte con gente de círculos más grandes, te das cuenta de que tenés mucho más en común con ellos de lo que esperabas.

Yo no sabía que en Costa Rica o en Michoacán en México las madres te tiraban con la chancleta cuando te portás mal, pero lo hacen. ¡Yo pensaba que mi madre era la única del mundo que hacía eso! Pero no, en toda Latinoamérica te tiran con la chancleta. No puedo explicar por qué, pero es así. Hay cosas de ser latinos que todos los latinos las compartimos; va mucho más allá de compartir un idioma, compartís una cultura. Pero hasta que no te encontrás con esa gente afuera, no te das cuenta. La comunidad latina en Nueva York me abrió las puertas de una forma que nunca hubiera esperado y me hizo sentir que tenía un lugar lejos de casa.

Pero la verdad, no fue hasta trabajar en Flama que en serio empecé a conectar con mi lado latino y especialmente uruguayo. Yo siempre pensaba que como mi humor es un poco absurdo y raro (y no me gusta el fútbol *emoji triste*) nunca iba a ser considerado como un "uruguayo promedio", pero trabajando en el video Signos de que sos uruguayo me di cuenta de que tenía mucho más de uruguayo de lo que pensaba. Cuando se hizo viral y la gente me empezó a reconocer como "el uruguayo de Flama" me entró un orgullo increíble porque no me lo esperaba.

Una vez que empecé a aceptar y apreciar mi lugar como latino, los videos entraron a pegar mejor. Si no hubiera tenido todas esas charlas con latinos sobre lo pesados que son los argentinos, nunca hubiera escrito el video Intervención a un argentino (en el que gente de distintos países latinoamericanos se juntan con un argentino para hacer una intervención, porque no los quiere nadie). El video más popular que hice, Latinos imitando acentos de otros países latinoamericanos (con más de 2 millones de vistas), directamente salió de algo que hacíamos jodiendo en mi grupo de amigos latinos.

Y hago una aclaración para que no me odien los argentinos: ¡es un chiste! Los argentinos son queridos también... después de que los entras a conocer y no te joden más.

¿Cómo definirías tu humor?

Mi humor ha cambiado un poco durante los años y depende un poco también del proyecto. Es importante poder adaptarse si querés tener una carrera productiva. Al principio era más conceptual, más absurdo, con chistes como "Cosas que no puedo chupar desde que hay fiebre porcina", y enumeraba las cosas que ya no podía chupar como manijas, pianos, el palo del ómnibus, etcétera. Trabajando para Flama, el estilo de humor es más observacional, buscando cosas reconocibles por todo el mundo como "Diferencias entre decir te quiero y te amo", y como en inglés solo podés decir "I love you".

En estos últimos años me estoy dedicando más de lleno al stand up otra vez, y si tengo que poner en palabras mi estilo, me está divirtiendo mucho hablar de forma muy apasionada de cosas muy, muy chiquitas. Por ejemplo, tengo siete minutos hablando de cómo me gusta la sopa. La sopa es lo mejor del mundo. Y hablo con el público de qué sopas les gustan y porqué. Al final terminamos conectando con una discusión sobre las diferencias entre los guisos y las sopas, o si poner pescado en la sopa está bien, porque los pescados viven en agua y no tiene sentido ponerlos en más agua.

Otro tema del que estoy hablando mucho es de que cómo he comido en un bowl de perros. Porque cuando lo fui a comprar, era más barato que el bowl de humanos. ¿Qué me importa? No soy un perro, yo puedo comer de cualquier bowl. No me voy a confundir y pensar que soy un perro. Soy muy inteligente. Me divierte mucho, y la gente increíblemente se cuelga a hablar de esas cosas.

¿Qué estás haciendo en este momento?

Como siempre, un poquito de todo. En UCB soy parte del show de improvisación llamad GatoCulo (Asssscat en inglés), todo actuado en una especie de spanglish junto a los improvisadores latinos más reconocidos del teatro. También en UCB voy a estar haciendo un show muy nuevo, mezcla de talk show con improvisación, llamado Till Green Card do us part, donde parejas reales y falsas tratan de convencer a la audiencia de que son reales. Yo actúo de anfitrión y agente de inmigración haciendo las preguntas a las parejas, parte del proceso que pasa en serio cuando las parejas se casan para obtener la Green Card. Al final, la audiencia vota quiénes son reales y cuáles son de mentira. Las parejas que pierden son deportadas (del show).

Además de eso, sigo trabajando como talento en una agencia de actores para comerciales llamada Stewart Talent, yendo a audiciones y esas cosas. Pero más que nada, dedicándome al stand up de lleno. Este año se me abrieron un montón de puertas y de a poco estoy entrando al circuito de clubes. Participé en la competencia New York Funniest en Caroline's para el NY Comedy Festival e hice shows en los clubes Stand Up NY y NY Comedy Club, donde comediantes muy famosos como John Oliver, Ronnie Chang, Tracy Morgan o Amy Schumer hacen sets regularmente. Este año lancé mi primer podcast, Do you have that on tape?, un envío semirregular donde junto sets de stand up que grabé en el teléfono y los comparto con la gente.

¿En cuál de estos formatos te sentís mejor?

Sin dudas el stand up. Durante mucho tiempo pensé que ser escritor iba a ser lo mío, porque era para lo que me estaban contratando más, pero unos años atrás escribí un show para UCB llamado Door to door comedian que me hizo cambiar un poco. La idea del show era que todos los personajes eran miembros escondidos en la audiencia e interrumpían un show falso de un comediante horrible. Uno de los actores reales no pudo hacer el show en una función y en vez de contratar a otro, me puse a hacer yo ese papel.

Justo se dio que un agente estaba entre la audiencia real, me vio y le gustó tanto lo que hice, que me terminó contratando para su agencia. Me di cuenta de que capaz había un interés de verme a mí en escena, no solo a través de lo que escribo. De ahí es que volví al stand up. No hay medio que te deje ser más vos mismo que pararte delante de un público con un micrófono. Lo bueno de Nueva York es que si hoy querés hacer stand up podés hacer seis, siete sets por día, facilisimo. Así que me metí de lleno a eso y por suerte estoy teniendo una recepción mucho más fuerte de la que recibí hasta ahora. Me veo haciendo stand up por mucho, mucho tiempo. Creo que desde que hice la revista con Diego que no me divertía y tenía tantas satisfacciones profesionales como este último año, hablando de sopa enfrente a gente.

Ahora la pregunta contraria, ¿algún formato te cuesta más que el resto?

El humor de actualidad me cuesta mucho. Hay gente muy buena escribiendo chistes sobre lo que está pasando en el momento en las noticias, pero yo nunca pude. No sé por qué. Por eso es que Twitter nunca me enganchó tanto; me cuesta muchísimo.

¿Cambió la forma de hacer humor desde que Donald Trump es presidente?

No sé si el cambio más grande se lo atribuiría a Donald Trump, pero sin duda está relacionado. Hay una división muy grande entre lo que es políticamente correcto y lo que no. No sé. Personalmente no me afecta, porque nadie tiene problema con la sopa, así que por mi lado todo bien. Sí, es verdad, hay una tensión muy grande y los temas están un poco restringidos, pero al mismo tiempo hay gente haciendo cosas increíbles. Así que capaz no importa.

¿Y cambió la forma en que te tratan desde que Donald Trump es presidente?

Muy poco, pero Nueva York es una ciudad bastante abierta. No fui nunca al interior de Estados Unidos, donde la cosa es más complicada. En mi experiencia, si hay algún cambio ha sido positivo, con gente tratando de hacerme sentir más cómodo, como compensando por la retórica agresiva de Trump. Al mismo tiempo, yo no estuve nunca ilegal y tengo una visa muy exclusiva, lo que hace que hasta los seguidores de Trump me traten bien porque soy "uno de los buenos".

La verdad es que soy muy afortunado por mi situación y por todas las oportunidades increíbles que se me han presentado, pero escuchar que soy "uno de los buenos" siempre me hace sentir muy incómodo. Estoy seguro de que muchísimas personas que no están de manera legal son muy buenas personas. Simplemente no tuvieron las oportunidades que tuve yo.

Estando en el lugar en el que estás, ¿sufrís en algún momento del famoso Síndrome del Impostor?

Yo creo que es imposible no sentirse inseguro de vez en cuando. Pero como es Nueva York es todo a la décima potencia, y las subidas y bajadas son increíbles. Normalmente, si tenés un show por mes y sentís que te fue bien, ese momento de satisfacción te dura unas semanas hasta el otro show. Pero en Nueva York a veces tenés tres shows en la misma noche: uno para doscientas personas, otro en un bar para cinco y otro en la parte de atrás de un hostel con gente de Suiza que no habla inglés. Pasás de sentirse el uno a sentirte el peor a tener un trío con una pareja suiza. Después de un tiempo te acostumbrás a las subidas y bajadas, pero siempre te queda un poquito esa sensación de que se van a dar cuenta que no sabés lo que estás haciendo.

¿Tenés alguna cuenta pendiente relacionada con el humor?

¡Hacer un número más de Tendencias Inmobiliarias! Diego también estuvo viajando por el mundo y justo nos encontramos en Uruguay hace unos meses y nos causó mucha gracia la posibilidad de hacer otra revista ahora, porque debe ser el peor momento para hacer una revista en la historia del mundo. Cuando todos los medios tradicionales están dejando de existir, nosotros volvemos al más tradicional de todos, al impreso. Y nos ponemos de nuevo en la tapa. Cuando hay muchas más oportunidades de ser famoso en las redes sociales, nosotros elegimos ponernos en la tapa de una revista. Estamos los dos con mil cosas este momento, pero uno nunca sabe.

¿Qué tenés en carpeta para los próximos meses?

Mucho stand up y más stand up. Primero en Nueva York, y después empezando a hacer giras en otros estados. Recién me eligieron para un showcase de stand up en UCB, para participar en un festival muy importante de comedia. Estoy armando un show unipersonal todo sobre sopa (e historias relacionadas a la sopa). ¡Y más videos! Desde que Flama cerró las puertas, estamos hablando con Joanna Haussman (una verdadera genia y creadora de Flama) para hacer más videos. Hicimos algunos para una movida de YouTube llamada Women in Comedy producida por la actriz Elizabeth Banks, pero estamos planeando hacer muchos más.

¿Harías algo en Uruguay?

Totalmente. Estuve en setiembre del año pasado y di un taller de sketch en Montevideo y uno de impro en Buenos Aires. Pero me encantaría hacer una serie de shows allá. No he podido porque no me gustaría traducir las cosas que ya tengo y nada más. No creo que no funcionaran tan bien. Me gustaría armar un show específicamente escrito para el país. Pero seguro algo este año, aunque sea chiquito y más informal. ¡Algo va a salir seguro!

Por Ignacio Alcuri