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Por The New York Times

Vi “Barbie” con una de las feministas más importantes del mundo. Y tiene una teoría

Susan Faludi, autora del clásico “Backlash”, tiene algunas ideas sobre la película de Greta Gerwig.

27.07.2023 12:06

Lectura: 9'

2023-07-27T12:06:00-03:00
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Por The New York Times | Jessica Bennett

SUSAN FALUDI, AUTORA DEL CLÁSICO ‘BACKLASH’, TIENE ALGUNAS IDEAS SOBRE LA PELÍCULA DE GRETA GERWIG.

Susan Faludi sugirió que fuéramos a ver Barbie en un Corvette rosa, pero, desafortunadamente, lo único que tuvimos disponible fue una camioneta. Así fue como una de las feministas más importantes del mundo y yo llegamos al centro comercial: en una Toyota Tacoma negra de 2002, con entradas a la sala dos para ver Barbie.

Le pedí a Faludi, la periodista y escritora ganadora del Pulitzer —su libro de 1991, Backlash, se convirtió en un clásico instantáneo— que viera conmigo el éxito taquillero más alegre y lucrativo del verano porque tenía la esperanza de que me ayudara a encontrarle sentido a su maraña de contradicciones fucsia.

Hay pocos juguetes tan desconcertantes como Barbie. Su historia de origen, incluso: se basó en una muñeca sexual para hombres, pero comercializada entre madres para sus hijas. Barbie ha sido un eslogan de protesta (“No soy tu Barbie”), una joven linda y tonta (¿recuerdan a la Barbie “La clase de matemáticas es difícil”?), un catalizador de trastornos alimentarios. En una protesta contra la muñeca particularmente ingeniosa, intercambiaron la caja de voz grabada entre una Barbie y un G. I. Joe, así que de pronto ella decía: “¡La venganza es mía!”, y él decía: “La playa es el sitio para el verano”. Pero Barbie también ha sido abogada, pilota, astronauta y presidenta. Nunca se ha casado, vive sola y no tiene hijos.

La película parece tan llena de contradicciones como la muñeca misma. La campaña de mercadotecnia que la promueve tiene más acuerdos comerciales que los conjuntos de ropa que tiene Barbie: hubo ropa y maquillaje de Barbie; helados, paquetes vacacionales y una página de Google especial, la cual desbordó mi pantalla con explosiones rosadas cada vez que traté de verificar algún dato para este ensayo. Pero también tiene una directora —Greta Gerwig— con credibilidad en el cine independiente, y las primeras reseñas se enfocaron en el carácter subversivo de la película. Al parecer, Gerwig había logrado que Barbie fuera simpática, objeto de burlas y consciente de sí misma, había conseguido denunciar la hipocresía del fabricante —Mattel— sin perder su bendición para hacer el proyecto. Y luego, de alguna manera, ella —y la empresa— nos lo habían vendido todo de vuelta.

“¡Suena divertido!”, dijo Faludi cuando le sugerí por primera vez que podríamos ver la película juntas. Ella no quería ser una aguafiestas feminista, pero estaba preparada para dar un análisis sobrio, en caso de que fuera necesario. Nos acomodamos en nuestros asientos. “Sabes, pedirle a una feminista que reflexione sobre una película de Barbie es como pedirle a la Bruja Mala del Oeste que critique a Oz”, dijo riendo.

Me interesaba la perspectiva de Faludi porque sus intereses parecen coincidir con la complejidad que yace en el corazón de Barbie. El año pasado, cuando se veía venir la decisión de la Corte Suprema estadounidense de anular Roe contra Wade, escribió un ensayo en el que lamentaba cómo las feministas habían llegado a un pacto faustiano con la cultura popular. Argumentaba que mientras usábamos camisetas con la leyenda “Destruye al patriarcado” y nos encaminábamos al trabajo cantando “Who run the world? (Girls)”, o “¿Quién domina el mundo? (las chicas)”, Donald Trump llenaba la Corte Suprema y desarticulaba a la Comisión para la Igualdad de Oportunidades en el Empleo. El feminismo se había vuelto genial, divertido y, mientras eso pasaba, había dejado de prestar atención a lo más importante.

Esto parecía convertirla en una compañera ideal para ver una película que luce como la destilación perfecta de estas tensiones: ¿un filme que fomenta la tendencia de moda conocida como Barbiecore por todo Estados Unidos puede ser una vía para transmitir un mensaje político relevante?

Por supuesto, Faludi también entiende el poder del entretenimiento. En Backlash, no solo rastreó cómo la política y los medios habían intentado socavar los logros del feminismo, sino también cómo lo hicieron el cine y la televisión, a través de películas como Atracción fatal y Miseria, que convirtieron a las mujeres en diablesas devoradoras de hombres o tristes carcasas preocupadas por su reloj biológico.

Dejaré de mencionar sus méritos en un momento, pero tras la publicación de Backlash, Faludi escribió Stiffed, un libro sobre el colapso de la masculinidad tradicional y la crisis del hombre estadounidense. Dos décadas y media más tarde, los ecos de esa obra están en todas partes —desde Richard Reeves hasta Andrew Tate— y aparecen en el Ken de Gerwig, un personaje que lucha por encontrar una identidad independiente de Barbie. (Como dice el eslogan: “Ella lo es todo. Él es solo Ken”). Ken transforma Barbielandia en un santuario para hombres después de que el mundo real le enseña la noción del patriarcado, un término que se usó al menos ocho veces en la película.

“No podrías escribir el guion sin los 30 años de estudios de la mujer”, dijo Faludi cuando se encendieron las luces de la sala y salimos del cine en un remolino rosa Barbie. Faludi estaba vestida completamente de negro, aunque insistió en que su blusa de terciopelo era en realidad más de un morado oscuro, que escogió por su cercanía al rosa.

“Me parece que un gran tema subyacente a la película es la conmoción y el horror por lo que nos sucedió —lo que les sucedió a las mujeres— a partir de 2016, con el doble golpe de Trump y luego de Dobbs. Y en especial, creo que el aborto es el subtexto de muchas cosas”.

Un momento.

Faludi cree que la película Barbie —con sus bailes coreografiados, una canción interpretada por Ryan Gosling y una acumulación tal de rosa que había generado escasez de pintura de ese color a nivel nacional— en realidad no solo era subversiva sino… ¿sobre el aborto?

Advertencia: a continuación se revelan detalles de la trama.

Faludi explicó más su idea. “Quiero decir, comienza con niñas pequeñas que juegan con muñecas y que se inician en la historia del origen de Barbie, y el rechazo de la idea de que las mujeres solo pueden ser madres. Termina con ella yendo al ginecólogo”.

Ciertamente, Barbie comienza con un homenaje a 2001: Una odisea del espacio de Stanley Kubrick, y presenta a niñas pequeñas jugando con muñecas de bebés que, como explica la narradora, solían ser las únicas muñecas disponibles para las niñas. Así que cuando aparece Barbie —una muñeca adulta— es una epifanía: ¡hay más en la vida que la maternidad! Las niñas destruyen las muñecas bebés.

La película termina con Barbie en el mundo real, en Birkenstocks rosas y un blazer, asistiendo a la que parece ser una entrevista de trabajo, salvo que, después nos enteramos, en realidad es una cita con la ginecóloga. (Al parecer, ahora que Barbie es humana, tiene una vagina en lugar de su tristemente célebre falta de genitales).

Faludi mencionó otras alusiones a nuestro momento actual:

En las primeras escenas en las que los espectadores conocemos Barbielandia, la Barbie abogada argumenta sobre la idea de la personalidad ante la Corte Suprema, “lo que inmediatamente me hizo pensar en los intentos de considerar como ‘personas’ a nonatos”, dijo Faludi.

Más tarde en la película, los Kens intentan cambiar la Constitución, y Barbie habla de lo mucho que habían trabajado para construir Barbielandia, un trabajo que, dice, “no puedes deshacer en un día”. (A lo que Ken responde: “Literal y figurativamente, mírame”). ¿La opinión de Faludi? “Eso es lo que sucedió el día de las elecciones de 2016”.

Vemos a los Kens combatir en una especie de ejército playero, tratando de ocupar Barbielandia (cuando no están haciendo bailes coreografiados), y vemos a Ken enfundado en un abrigo de piel de visón que no no se parece al del chamán de QAnon durante el asalto del 6 de enero al Capitolio.

Y luego está Midge, la muñeca que alguna vez se vendió como la mejor amiga de Barbie y, antes de ser descontinuada, era la única muñeca embarazada en el universo de Barbie. (Podías quitar el vientre y el bebé intactos del cuerpo de Midge y luego volver a unirlos magnéticamente. Era extraño). Midge y su barriga aparecen también en la película algunas veces, un fantasma que los ejecutivos ficcionales de Mattel, y todos, desearían que desapareciera. Ella está en la película para provocar algunas risas, pero si fuerzas la mirada lo suficiente, sugirió Faludi, también podrías verla como “el espectro de Dobbs”.

De vuelta en su casa, bebimos Aperol con soda —“Es un poco rosado, ¿cierto?”, dijo— que, en honor a Barbie, nos preparó el marido de Faludi, quien también nos cocinó la cena.

“¿Van a hacer un storyboard de esto?”, quería saber él.

Faludi es consciente de que analizar Barbie en busca de respuestas sobre el estado actual del feminismo es un poco absurdo. O tal vez no lo es. Al centro de la película está la historia de una hija y una madre, interpretada por America Ferrera. El largo monólogo de Ferrera sobre las expectativas insondablemente contradictorias de ser mujer es lo que desprograma a las Barbies, a quienes los Ken habían lavado el cerebro para convertirlas en servidumbre. El día del estreno de Barbie, los medios cubrieron la historia de otra madre y su hija, cuyos mensajes de Facebook en los que se hablaba del uso de la píldora abortiva habían sido incautados por las autoridades, lo que derivó en una sentencia de cárcel para la hija y una próxima sentencia para la madre.

Barbie nos dio no solo un escape de esa realidad sino también una catarsis genuina. “Quizás lo que está pasando”, me escribió Faludi en un correo electrónico unos días después de ir al cine, “es que las mujeres están encontrando una manera de explorar su enojo por la historia reciente sin sentir que tienen que ahogarse en la bañera (en agua de verdad)”.

¿Cómo es que dicen: hay que desempoderar al patriarcado riéndose de él?

“Solo Barbie podía decir: ‘¡Al dar voz a la disonancia cognitiva exigida para ser mujer en el patriarcado, le robaste su poder!’, y convertirlo en un diálogo gracioso”, escribió Faludi en el correo.

Por supuesto, no es que Faludi estuviera lista para ir a comprarle una Barbie a su hija ni nada por el estilo. (Ella, como Barbie, no tiene hijos).

“Cuando se les ocurra la Barbie Feminista Radical, avísenme. Una Barbie Valerie Solanas, ¿a alguien le interesa?”.