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Curiosidades

Por The New York Times

Un submarino personal para cada ortodoncista

Varias líneas de cruceros utilizan submarinos para satisfacer las demandas aventureras de sus huéspedes.

26.08.2022 15:03

Lectura: 7'

2022-08-26T15:03:00-03:00
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Por The New York Times | Kevin Koenig

En la protegida costa sur de Curazao, una nación tropical de las islas de Sotavento, a 64 kilómetros al norte de Venezuela, se encuentra un enorme buque naval neerlandés de la época de la Guerra Fría que alberga algo excepcional.

El buque funge como el puesto de avanzada en el Caribe de U-Boat Worx, un constructor de submarinos personales con sede en los Países Bajos, que espera llevar sus máquinas submarinas a las masas. Estuve allí para probar una experiencia de otro mundo que, hasta hace poco, habría estado fuera del alcance de todos excepto los más ricos del mundo.

Esta playa en particular, con sus condiciones marítimas constantemente tranquilas, fue ideal para zambullirse en un fondo marino tan oscuro y extraño como la superficie de la Luna. El sumergible en el que entré (el Super Yacht Sub 3 de U-Boat Worx) siguió el camino marcado por una cuerda guía cubierta de algas por la batimetría empinada de la isla, hasta que la luz del sol desapareció. El color del agua cambió de un verde tipo enjuague bucal a un azul con moretones, para luego convertirse en un gris tormenta y finalmente alcanzar una negrura implacable que se arremolinaba con la blanca nieve marina.

Desde su invención en el siglo XVII, los submarinos se han utilizado principalmente para la guerra, el comercio y la ciencia. Ahora, se han convertido en la frontera más reciente para los cruceros de placer.

“En 2007, fuimos al Show de Yates de Mónaco para presentar nuestros submarinos a los navegantes y la gente pensó que era un chiste”, contó Erik Hasselman, director comercial de U-Boat Worx, con un inglés recortado y con acento neerlandés. “Pensaron que éramos un grupo de estudiantes locos con un prototipo y nadie pensó que era real. Luego, unos cuantos propietarios de superyates comenzaron a comprarlos y ahora, todos los que tienen un yate de más de 45 metros están al menos considerando comprarse uno”.

Hasta la fecha, U-Boat Worx ha vendido 40 submarinos y tiene 15 más en producción. Según la marca y el modelo, los submarinos personales tienden a oscilar entre 2,5 y 3,5 millones de dólares, eso sin contar el precio del yate de 35 millones de dólares. Pero U-Boat Worx presentó recientemente una serie de modelos biplaza más económicos llamados Nemo, con características estandarizadas y un sistema operativo más simple que no requiere de un profesional. (U-Boat Worx les ofrece a los propietarios de Nemo un taller de capacitación de dos semanas que incluye teoría y 20 inmersiones de entrenamiento). Cuesta un millón de dólares, es decir, el precio de una casa muy bonita en los suburbios de la ciudad de Nueva York.

En su afán por vender más sumergibles, la compañía está presentando un programa de propiedad compartida con sede en Curazao, Bonaire y el sur de Francia, el cual le permite a los clientes dividir el costo de propiedad en ocho partes (más la capacitación), por alrededor de 154.000 dólares por persona.

En otras palabras, un ortodoncista particularmente exitoso puede ahora disfrutar ser propietario de un submarino. Hasselman aseguró que los submarinos U-Boat Worx se encontraban entre los modos de transporte más seguros del mundo. “Hemos realizado 3700 inmersiones sin ningún incidente”, afirmó con una sonrisa.

El improbable catalizador del elevado perfil del submarino personal fue la industria de cruceros. “En 2015, hicimos nuestra primera entrega a una línea de cruceros”, afirmó Hasselman, “y eso cambió la percepción general porque es una industria enorme. Si una compañía de cruceros está haciendo algo, es porque es infalible y está más que probado”.

Hoy en día, varias líneas de cruceros utilizan submarinos para satisfacer las demandas aventureras de sus huéspedes. Por ejemplo, Seabourn Cruise Line trata sus excursiones al Ártico y la Antártida como safaris, pues incluyen ornitólogos, biólogos marinos, geólogos y otros profesionales como parte del trato.

Los submarinos juegan un papel vital en esas experiencias. Los asientos a bordo de una inmersión polar de 45 minutos cuestan desde 899 dólares. En un momento en el que un video que provoca envidia publicado en las redes sociales es un tipo de moneda en sí mismo, para algunos esta es una gran inversión.

Los submarinos personales no solo son para hacer turismo. Carl Allen, un empresario que vendió el negocio de su familia en 2016, posee una embarcación construida por Triton Submarines, el principal competidor de U-Boat Worx. Triton, con sede en Florida, es conocido por llevar en 2019 al financiero y aventurero Victor Vescovo a la parte más profunda de la fosa de las Marianas —a casi 11 kilómetros bajo el nivel del mar— en un modelo con casco de titanio. (La embarcación de Vescovo rompió un récord de profundidad anteriormente en manos del cineasta James Cameron, famoso entre otras cosas por haber dirigido “Titanic”).

Allen también es dueño del Cayo Walker, una isla en el norte de las Bahamas, la cual utiliza como base de operaciones para la búsqueda de tesoros submarinos.

“Una vez que llegas por debajo de los 45 metros, hay una buena posibilidad de ver algo que nadie ha visto antes”, afirmó Allen, quien cuenta entre sus hallazgos balas de mosquete, lingotes de oro y una gran esmeralda que cree forma parte del botín del famoso naufragio de Nuestra Señora de las Maravillas. (Allen ha abierto un museo marítimo en Freeport en colaboración con el gobierno).

Para Allen, un buceador experimentado, sumergirse con un submarino se parece un poco al “glampling”, es decir, a acampar con glamur. “Ya no necesitas unos tanques enormes para ver todas las cosas que hay allá abajo”, afirmó. “Te puedes tomar un coctel, poner tu música favorita, bajar unos cuantos miles de metros y pasarla genial”.

No todo el mundo piensa así de la experiencia. Para algunos novatos en submarinos, la claustrofobia es una gran preocupación.

Los compartimientos para los pasajeros en la mayoría de los modelos son estrechos según cualquier definición. (Allen dijo que hace poco tuvo un piloto de F-16 a bordo de su submarino, quien comparó el espacio con la cabina de un avión de combate). Además, no tiene baños, lo que significa que los viajeros deberán pensárselo dos veces antes de tomarse ese coctel.

Pero no se trata solo de la claustrofobia. La forma particular en que la luz se refracta en el agua de mar y en la bombilla acrílica de 10 centímetros de espesor que protege a los pasajeros del agua puede inducir el temor a caerse de la nave. “Hemos tenido algunos problemas con los ataques de pánico”, admitió Hasselman, “pero por lo general podemos detectar si está pasando algo antes de comenzar a sumergirnos”.

La curvatura de la ventana también distorsiona los objetos bajo el agua, por lo que pueden verse más cercanos y más pequeños de lo que realmente son. Por ejemplo, el Stella Maris, un carguero de 90 metros hundido intencionalmente frente a Curazao, me pareció un juguete de baño cuando el submarino se movió a su alrededor.

Estar a cientos, si no miles de metros de profundidad en el océano, es sentirse tragado por algo increíblemente enorme e implacable. Hay cierta paz extraña en eso. Una vez que el mundo exterior se sumerge en la oscuridad, el piloto suele preguntarles a los pasajeros si les gustaría apagar las luces de búsqueda del submarino y permanecer por un momento, a oscuras y quietos, en el fondo del mar. Un U-Boat Worx en acción en la costa sur de Curazao, el 1 de junio de 2022. (Mohamed Sadek/The New York Times) Un U-Boat Worx en acción en la costa sur de Curazao, el 1 de junio de 2022. (Mohamed Sadek/The New York Times)