Contenido creado por Gerardo Carrasco
Cultura

Su voz suena todavía

Un día como hoy, hace 89 años, Gardel cantaba por última vez en Montevideo. Y gratis

El zorzal criollo canceló una lucrativa presentación en un club aristocrático y actuó para los pacientes de un hospital público.

07.10.2022 12:03

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2022-10-07T12:03:00-03:00
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Más allá de la interminable disputa acerca del lugar de nacimiento de Carlos Gardel, hay un hecho que ni siquiera los acérrimos defensores de la hipótesis francesa niegan: Carlos Gardel tenía un vínculo muy profundo con nuestro país, al que viajaba a menudo y donde tenía numerosas amistades. De hecho, algunos de sus adláteres de todas las horas en Buenos Aires —como el cantautor José Razzano— eran también uruguayos.

A fines de setiembre de 1933, Gardel arribó a Montevideo y, como era habitual, sus presentaciones estuvieron repletas de un público ansioso por escuchar su voz inigualable. Noche tras noche, el viejo Teatro 18 de Julio, situado en la principal avenida, entre Yaguaron y Yí, se vio colmado de una afición tanguera entusiasta.

El viernes 6 de octubre, el zorzal criollo actuó en los estudios de Radio Carve, situados entonces enfrente a la Plaza Fabini o Del Entrevero. Fue la primera y única vez que Gardel actuó en una emisora uruguaya, y no sería la única excepción que haría en esa visita de primavera.

Para el sábado siguiente, 7 de octubre, Gardel tenía contratada una actuación privada en el Club Uruguay, en la calle Sarandí, recital que jamás se produciría.

Consuelo de los enfermos

A último momento, el artista recibió una carta firmada por pacientes de hospital Fermín Ferreira, sanatorio situado donde hoy se alza el Montevideo Shopping Center, y que a la sazón albergaba a enfermos de lepra. En la misiva, los leprosos le confesaban su admiración y el deseo de que los visitara.

Y Gardel no dudó. Canceló de inmediato una actuación que sin duda le iba a reportar buen dinero, y —con riesgo de contagiarse— se presentó en el Fermín Ferreira acompañado por sus guitarristas. Los enfermos no podían creer que su sueño se hiciera realidad.

Posteriormente, el diario El Día publicó una breve crónica del episodio, con un tono lírico que resulta un poco afectado en comparación con el periodismo de hoy. La reseña, recogida por la web El uruguayo Carlos Gardel, se titula “Llevó el fervor de su canto a la mansión del dolor”, y dice lo siguiente:

“Fue en una tarde no lejana cuando CARLOS GARDEL, el elegido del triunfo, se abrió cancha entre los halagos de la fortuna, desanudó el abrazo del gran público, y con sus tres guitarreros tomó en silencio el camino del Hospital Fermín Ferreira, para llevarle el fervor y la esperanza de su canto a los cautivos de la mansión del dolor. Quiso que sus violas rompieran, en un clamor armonioso, el obscuro silencio de esa casa, y que su voz, que siempre fue de los humildes y los sufrientes, flameara como una bandera de ilusión y de bravura, dentro de las frías salas donde gimen, en la larga noche de su desencanto, seres que el viento de la derrota azotó en las encrucijadas de la vida. Y allí cantó Gardel para quienes sentados a la orilla del gran camino, han afinado sus almas en la emoción resignada de la partida... Y para ellos tuvo su corazón gaucho los mejores acentos, lejos del aplauso brillante de la multitud, que no podrá valer nunca tanto como la gratitud de una doliente mirada.”

Esa fue la última vez que Carlos Gardel cantó en suelo montevideano, aunque sí lo hizo en otros lugares de Uruguay. A fines de octubre volvió a nuestro país vía Paysandú y llevó a cabo una pequeña gira litoraleña por las ciudades de Salto, Paysandú y Mercedes. Sus últimas dos actuaciones en Uruguay fueron el sábado 27 y el domingo 28 de octubre de 1933, en el Teatro Maccio de la ciudad de San José de Mayo.

El lunes siguiente, en compañía de su amigo uruguayo Ricardo Bonapelch, firmó los documentos de la compra de dos terrenos en el barrio de Carrasco, donde se alzaría la residencia palaciega a la que pensaba mudarse y que jamás conoció. El inmueble, situado en la calle Pablo Podestá, lleva hasta hoy el nombre del cantante, y alberga un centro de rehabilitación para personas discapacitadas, dependiente de ASSE.

Nunca olvidaron ese momento

El 24 de junio de 1935, Carlos Gardel moría trágicamente en un accidente de avión en el aeropuerto de la ciudad colombiana de Medellín. El 4 de julio, el desaparecido periódico montevideano El Pueblo publicaba una carta suscrita por Rodolfo Pérez y Robert Salgueiro Silveira, dos de los internados en el sanatorio Fermín Ferreira que habían estado presentes durante la vista del cantor.

La misiva, fechada dos días después del deceso de Gardel, es reproducida por la citada web y dice así:

“Corría octubre de 1933. Carlitos Gardel actuaba en el Teatro 18 de Julio con un éxito clamoroso de público y de crítica. Una vez más y como siempre, se había adueñado del alma popular, haciéndola danzar al ritmo de su garganta de oro.

Nosotros también quisimos escucharle. Y conocerle.

Y de entre el millar de asilados que poblábamos entonces el Fermín Ferreyra, hubo alguien a quien se le ocurrió la idea de escribirle, invitándolo a hacernos una visita... Aún conservamos la carta en la que le expresáramos nuestra solicitud de verlo y escucharlo.

Viejo amigo nuestro, por la magia inigualable de sus canciones, aunque la inmensa mayoría de nuestros compañeros de infortunio nunca habían tenido oportunidad de verlo personalmente, sus discos propalados por todas las Difusoras de la Capital acaparaban nuestra predilección, y en más de un caso, la emotividad contagiosa de su voz cálida y varonil puso trémulos nuestros corazones al vernos retratados en más de una letra interpretada por él...

Y Carlitos vino. Ese día desechó la invitación del Club Uruguay, y la sección vermouth del Teatro 18 de Julio, que le representaban muchos cientos de pesos.

Y todo lo hizo por nosotros, por aquellos que nada poseían, ni podían pagarse el lujo de una entrada para escucharlo en el Teatro.

Porque Carlitos era así: todo desinterés, todo sentimiento para quienes cargan la cruz de un dolor inmerecido.

Surgido del pueblo, sabía que aquí se amparaba una parte trágica de ese mismo pueblo que veía en él, el intérprete máximo de todas sus lacerías físicas y espirituales.

Aún nos parecer verlo con su ancha sonrisa cordial en compañía de sus guitarristas de entonces, Petorossi, Barbieri, Riverol y Vivas.

En un alto de la escalera del pabellón de mujeres desgranó sus canciones como él solo sabía hacerlo, y así surgieron brotadas de su garganta privilegiada y con el sello personal que él sabía imprimirle a todas, “Lo han visto con otra”, “Melodía de arrabal”, “Silencio”, “Al mundo le falta un tornillo”, “Por el camino”, “Cobardía”,...

Un auditorio respetuoso, atento y conmovido lo escuchaba en profundo silencio. Dos enfermas en nombre de sus compañeras, le obsequiaron con flores. Él dijo: Lo recordaré eternamente”.

Un asilado estrechó su diestra en nombre de todos. Y nuestras manos, las de todos los enfermos y enfermas se rompieron aplaudiéndole frenéticamente al final de cada interpretación.

Hoy ha muerto. Ha muerto en accidente trágico, en medio de una gira triunfal, en la lejana Colombia, y nuestro corazón se apretuja de angustia ante la fatal noticia. Y cuando vemos tanto cantor infatuado, simples aprendices o imitadores del maestro de la canción rioplatense, cuya vanidad y escasos méritos corren parejas con sus pretensiones, y cuyo corazón no es más que un simple mostrador donde tintinean los vintenes de su escasa mesada, nos acordamos de Carlitos Gardel, que en un día ya lejano de 1933 nos visitara desinteresadamente, trayéndonos la cordialidad de su sonrisa característica, su gran corazón de niño bueno, y el pájaro mágico de su garganta trinadora”.

El zorzal ha enmudecido para siempre, y el árbol que cobijara sus canciones enlutece de crespón sus ramas".

Demolido hace décadas, hoy no quedan rastro de aquel viejo hospital, y la lepra -por fortuna-se ha convertido en una enfermedad muy poco frecuente. Al recorrer los pasillos del centro comercial que hoy se alza en ese sitio, pocos recordarán que ese fue el sitio de Montevideo donde El Mago derramó por última vez su voz prodigiosa, esa que ya es patrimonio de la humanidad toda.

Para saber más sobre la relación de Gardel con el Uruguay es recomendable ver el documental La Ruta de Gardel, producido recientemente por Canal 5 y disponible en YouTube.