Por The New York Times | Maria Cramer
Ese nombre está en todos los carteles que les dan la bienvenida a los visitantes en el asentamiento de los Andes, sobre el valle del río Urubamba y a un viaje en tren desde Cuzco, la antigua capital inca. El sitio web del Ministerio de Cultura de Perú tiene una página dedicada a su historia donde también hay un enlace para la compra de las entradas.
No obstante, el nombre de la ciudad, construida por los incas en el siglo XV, es técnicamente Huayna Picchu, o “Montaña Nueva”, según los investigadores que revisaron documentos del siglo XVI para verificar el mote original.
“Los resultados sugieren que en un principio la ciudad inca se llamaba Picchu, o más bien Huayna Picchu”, escribieron Donato Amado Gonzales, historiador del Ministerio de Cultura de Perú, y Brian S. Bauer, antropólogo de la Universidad de Illinois Chicago, en un artículo publicado en línea en agosto en la revista Ñawpa Pacha: Journal of Andean Archaeology.
El mes pasado, la universidad anunció sus hallazgos.
Estos siguen “disipando el mito de que Machu Picchu era una eterna ciudad perdida”, afirmó Mark Rice, profesor de historia del Baruch College, quien no participó en la investigación. “Como la mayoría de los Andes, el sitio era, y sigue siendo, un lugar dinámico con una historia cambiante”.
Las ruinas se empezaron a conocer en todas partes como Machu Picchu después de 1911, cuando Hiram Bingham, profesor de la Universidad de Yale, comenzó a visitar la región y a publicar relatos de sus viajes. En 1913, The New York Times le atribuyó a Bingham el hallazgo de una “ciudad perdida en las nubes”.
“Bingham acaba de anunciar que ha tenido la gran suerte de descubrir una ciudad entera”, decía el artículo, y añadía que era “un lugar de palacios y templos espléndidos y sombrías murallas circundantes”.
“La llama Machu Picchu”, informó el periódico.
Dos familias vivían junto al lugar cuando Bingham llegó por primera vez, y los documentos mostraban que otras personas habían conocido las ruinas antes de su visita, pero, según los historiadores, el profesor fue quien le habló de la ciudad al resto del mundo.
Al parecer, Bingham escuchó el nombre de Machu Picchu de Melchor Arteaga, un campesino que vivía en el fondo del valle y que, según el artículo, fue guía de Bingham durante sus viajes a las ruinas.
El coautor del artículo, Amado Gonzales, dijo en una entrevista que Bingham también había oído que le llamaban Huayna Picchu.
Ignacio Ferro, hijo de un hacendado que vive cerca de las ruinas, le dijo a Bingham que Huayna Picchu era el nombre de la ciudad en ruinas y había documentos del siglo XIX, incluido un mapa de la región, que mostraban el nombre.
No obstante, por razones desconocidas, Bingham se decantó por la afirmación de Arteaga.
“Aceptó lo que le dijeron en ese momento”, dijo Amado González.
Aun así, parece que Bingham no estaba convencido de tener el nombre correcto. En 1922, este escribió un artículo en el que advertía que podrían aparecer otros documentos que demostraran que el nombre de la ciudad no era Machu Picchu, señaló Amado Gonzales.
Bauer dijo que él y Amado Gonzales habían estado analizando esos documentos de manera independiente durante al menos 10 años, estudiando a fondo las pruebas de que el nombre original de la ciudad era Huayna Picchu.
“Al darnos cuenta de que ambos estábamos trabajando en el mismo tema, decidimos combinar nuestra base de datos”, relató Bauer en un correo electrónico.
Sus hallazgos se basan en las notas de Bingham y otros materiales relacionados con su trabajo en el lugar, así como en los primeros mapas y atlas que describían la región y en documentos sobre el terreno, los cuales se conservaban en los archivos regionales, nacionales y españoles.
Según el artículo de los investigadores, un “documento extraordinario” de 1588 describía las preocupaciones de los invasores españoles, que temían que los indígenas de la región estuvieran planeando abandonar Cuzco y “volver a ocupar” un sitio que llamaban Huayna Picchu.
Los hallazgos no son una sorpresa, comentó Bruce Mannheim, profesor de antropología de la Universidad de Míchigan, quien no participó en la investigación, pero conoce a ambos autores y anteriormente fue profesor de Bauer.
“Son dos académicos destacados y muy distinguidos que son investigadores muy cuidadosos”, dijo Mannheim. “Me tomo en serio todo lo que escriben”.
Mannheim señaló que los antropólogos e historiadores que han estudiado documentos sobre la región han encontrado escritos que revelan el nombre original de la ciudad, pero los académicos no habían escrito nada acerca del nombre ni habían insistido en la cuestión.
“No se gana nada corrigiendo a los operadores turísticos”, dijo Mannheim. “De hecho, estaríamos controlando el uso que hacen los demás del lenguaje y nadie quiere hacer eso”.
Aun así, es bueno documentar el nombre original en un registro académico, expresó.
Amado Gonzales dijo que sería “una exageración” decir que fue un error llamar a la ciudad Machu Picchu todos estos años.
“La ciudad, el pueblo inca, está en la jurisdicción de Huayna Picchu”, dijo.
No obstante, Machu Picchu no es un término inventado por Bingham: es el nombre quechua del pico más grande de la montaña que flanquea el antiguo sitio al sur. Huayna Picchu es el nombre del pico más pequeño al norte.
Según Amado Gonzales, en la cima de Machu Picchu había restos arqueológicos incas, y los documentos del siglo XIX indican que los habitantes de la región también le decían Machu Picchu a la ciudad
En otras palabras, los operadores turísticos no tienen que empezar a corregirse.
“No es necesario cambiar el nombre”, señaló Amado Gonzales.
El nombre de Machu Picchu está muy arraigado entre el público y forma parte de la identidad de Perú, por lo que es poco probable que sea sustituido, dijo Natalia Sobrevilla Perea, profesora de Historia Latinoamericana en la Universidad de Kent.
“En cierto sentido, no hay tanta diferencia”, dijo. “Ambos son nombres indígenas. No es que se haya cambiado un nombre español por uno indígena”.
El gobierno peruano y la gente del país están “muy apegados” al nombre de Machu Picchu como “símbolo nacional y arqueológico”, comentó Sobrevilla Perea.
“Es una de las siete maravillas del mundo”, concluyó. “Es algo de lo que los peruanos se sienten muy orgullosos”. La fortaleza inca de Machu Picchu, en el sureste de los Andes de Perú, el 25 de mayo de 2011. (Piotr Redlinski/The New York Times) La ciudadela inca de Machu Picchu en Perú, el 25 de mayo de 2011. (Piotr Redlinski/The New York Times)
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