Ayer se murió una de las personas más llena de vida, de humor y de pasión que he conocido. Horacio Buscaglia, el "Corto", el guapo Bermúdez, el "profesor Paradójico" y quién sabe cuántos personajes más que nos dieron vida y ganas de seguir peleando, sin caminos fáciles y sin atajos.
El Corto dejó un montón muy grande de amigos y también dejó de los otros. No tenía atajos. Basta releer su columna amarilla para recordarlo con su fina y salvaje ironía, su pasión por lo que creía y quería. Lo conozco desde hace más de 40 años. Y lo queremos mucho y su muerte nos pega en el alma.
Un genuino laburante del arte y de la cultura. Trabajaba duro, no se daba aires, tenía un ingenio a prueba de todo, incluso de la dictadura. Se quedó aquí y la peleó desde los renglones de sus canciones que no nos dejaron dormir la siesta de la tiranía pero, por sobre todo, le sacaron el sueño a muchos de sus burros represores.
La peleó desde el teatro, antes, durante y después. Para el Corto el teatro era un refugio, una forma de vida, un diálogo con sus convicciones, con su gente, con sus causas y con sus enemigos. Y también con la muerte. Esa muerte que sólo en el último suspiro de su cruel enfermedad logró aceptar. Era uno de esos amigos que uno nunca logra combinar con la muerte, aceptar que se irán antes que nosotros.
Fue un trabajador de la publicidad y la comunicación. Culto, sensible y, sobre todo, creativo. No posaba, leía, aprendía y trabajaba duro. Pasó por muchas agencias y por muchas campañas y seguramente lo recordaremos por esa genial interpretación del Profesor Paradójico que le dio lenguaje, le dio humor y fuerza creativa a la campaña electoral de la izquierda en 1989. El Corto no actuaba los spots, los vivía, le hablaba a la cámara como si dialogara con la gente, sacando su fuerza de convicción desde el fondo de su alma y de sus tripas.
Pero el Corto compartió con nosotros con un grupo grande de compañeros - muchas otras aventuras políticas en la UJC de Malvín, en el PCU, en la Comisión Nacional de Propaganda, en la campaña por el voto verde, en la renovación de las formas de la comunicación de la izquierda. Y su aporte no era sólo de ingenio, sino que era fundamentalmente político. Sí, político, en esta época en que todos se ocultan de la política o miran y se hacen los distraídos, Horacio tenía pasión por la política. La última conversación que tuvimos, la semana pasada, fue de política y como siempre me aportó esa mirada aguda, llena de sensatez loca y renovadora, comprometida y sin claudicaciones con sus ideas y con la causa del cambio. Hasta diciembre, cuando lo internaron, estuvo trabajando en muchos frentes. Desde su columna, desde SEPREDI. Le costó mucho ser funcionario. Para él la política era una forma de ver la vida.
Y el Corto era un amigo. De los que dan pruebas tangibles, concretas y necesarias. Una sola anécdota: fue el gran amigo de Mateo. Sí, ese Mateo que ahora es famoso y querido por todos, pero cuando tenía que ir a golpear una puerta - porque siempre estaba abierta - iba a visitar al Corto. Que siempre lo recibió sin reproches, sin mezquindades y que le tendió la mano porque era un gran artista, pero por sobre todas las cosas porque era una buena persona, atormentada y necesitada de amistad. Y el Corto era un amigo.
No era amigo de todos. Después de la muerte se tienden mantos grises y parejos y muchas veces hipócritas. Horacio los odiaba. Yo no soy muy conversador con mis amigos, me cuesta abrir el alma, pero con Horacio compartimos escepticismos y pasiones y sus buenos amigos sabemos qué enorme esfuerzo hacía para ser medido en sus críticas y en sus valoraciones. Le salían como un cañonazo, como una tromba y a veces dejaba heridos. Es que las convicciones unánimes son convenientes, pero no son convicciones.
Es que las ideas no se muestran a plazos, no se negocian al mejor postor y de acuerdo al momento, son un riesgo, son volcánicas y firmes. Y ésa es la descripción de Horacio.
Siempre recuerdo un dicho del Corto, cuando leíamos encuestas y preparábamos campañas, "además de eso o mejor dicho antes que eso hay que tener muchos cumpleaños de 15 y mucho boliche para entender a la gente", a su gente, los uruguayos. Y Horacio tenía eso, mucha vida, que le brotaba por todos lados, que quería y necesitaba compartir con el teatro, con sus artículos, con sus interpretaciones inolvidables de los "dos guapos" con otro inolvidable amigo, el flaco Juceca, o creando mensajes políticos.
Hace meses que sabíamos que estaba muy enfermo, pero siempre nos quedó la esperanza que le tomara el pelo a la muerte, que la entretuviera con una historia, que le recitara un duelo criollo, que la cautivara con Shakespeare, que la encandilara desde un aviso publicitario, desde un afiche o con una consigna. Ilusiones. La muerte no tiene sutilezas y nos dejó a todos nosotros sin nuestro amigo y compañero.
A su esposa Mary, a sus hijos que siguen por su camino de musicalizar la vida, a su nieto, a su hermana y a todos sus amigos y compañeros nos han llevado un ser humano cortito y muy grande que está pegado a muchos de los mejores episodios de nuestras vidas.
Todos nos quedamos ayer preguntándonos: ¿con quién nos juntaremos en un boliche o en una reunión a tomarle el pelo seria y concienzudamente a la política, a la vida, al poder, al contra poder y a la muerte? Nos costará mucho recordar al Corto con tristeza, porque con él compartimos y fabricamos muchas alegrías y miramos al mundo con inteligencia y por ello mismo con humor. El seguirá navegando junto a sus locos.
Por Esteban Valenti
Paradoja
SOBRE HORACIO BUSCAGLIA
Esteban Valenti, de la publicación Bitácora (http://www.bitacora.com.uy) escribió este texto en recuerdo de Horacio Buscaglia, recientemente fallecido.
02.02.2006
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