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Cultura

En tu mezcla milagrosa

Paullier y Guaná resurge de las cenizas y quiere volver a “dejar una huella en Montevideo”

Rebautizado como PYG, el legendario bar montevideano retorna en un nuevo lugar, bendecido con “el mejor atardecer de toda la rambla”.

13.10.2020 11:20

Lectura: 10'

2020-10-13T11:20:00-03:00
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Por Manuel Serra

Fotos: Javier Noceti | @javier.noceti

El setiembre de 2016 fue, sin dudas, un mes traumático para los amantes de la cultura y la bohemia montevideana. Luego de muchas idas y vueltas, el bastión cultural que era el boliche Paullier y Guaná finalmente fue clausurado ante la reacción atónita de sus adeptos.

Durante mucho tiempo fue un tema del que poco se podía hablar entre quienes supimos disfrutarlo, ya que, al haber sido tan grande el trauma, recurrimos a la negación y al "tabú" como mecanismo de defensa.

Muchos, me animo a afirmar sin miedo a equivocarme, nos sentimos estos años como náufragos a la deriva sin ese puerto donde atracar cuando las cargas de la existencia nos exigían una parada para tomar una copa y reflexionar. Porque, a fin de cuentas, ese es el rol que cumple -o debería cumplir- un bar: reconfortarlo a uno y darle fuerza para seguir.

Pasó el tiempo, y afortunadamente hoy podemos decir que el maleficio terminó y este martes abre sus puertas una continuación de lo que fuera "esa escuela de todas las cosas" -no se me ocurren mejores versos que estos de Discépolo para definirlo- y nuevamente tendremos un lugar donde desembarcar cuando así lo mande la ocasión.

PYG, que será "un primo hermano" del viejo Paullier y Guaná, abre en el complejo de la Rambla Wilson donde hasta hace poco se encontraba Soprano's, un espacio enorme, de más de un piso y varios ambientes, lo que le dará al lugar infinidad de posibilidades para llevar a cabo esas propuestas culturales que, por momentos, tanto faltaron. Su horario de apertura será de las 11 de la mañana a las 2 de la madrugada.

Así lucirá PYG cada noche, en un nuevo lugar en la Rambla, que busca "dejar una huella en Montevideo".

Un milagro caído del cielo

A casi cuatro años de la mentada clausura, a Pepe Álvarez le surgió esta posibilidad de volver a reconstruir el legado de Paullier y Guaná. Si bien las circunstancias no ayudaban (plena pandemia de COVID-19, entre otras cosas) el bolichero empezó a ordenar las fichas y vio que la oportunidad era muy buena y que podría plasmar un ambicioso proyecto en el que mezclar diferentes ideas que venía fermentando en los últimos años.

"Siempre estaba en la mente de uno terminar aquello que empezamos en Paullier y Guaná, un lugar de buen comer, beber, de espectáculos; un lugar de encuentros, de gente que sabía que cuando iba siempre iba a encontrar otros parroquianos con los que sintonizar", cuenta a Montevideo Portal Álvarez, que ni bien tuvo la chance, se puso a trabajar y no la dejó pasar.

Es así, luego de mucho trabajo de preparación, logística e ideas, que hoy están listos para abrir un lugar que busca aunar quizá las patas más importantes del rubro del entretenimiento: bar, restaurante, sala de espectáculos, una radio in situ y hasta un patio cervecero en las afueras del local.

Álvarez, agitador cultural de mil batallas, con boliches como el Bar Tabaré, el Sargento García, La Puesta, La Luna, por apenas nombrar algunos, en su haber, confiesa que también le motiva el hecho de que, a pesar de ser un complejo grande y muy bien ubicado, sigue siendo un "lugar un poco perdido dentro de Montevideo", ya que nunca fue de referencia para el circuito nocturno.

Con una gran barra central, el bar será uno de los puntos neurálgicos de la propuesta.

"Si bien es un ícono arquitectónico, es y era como una incógnita", subraya, a la vez que cuenta que está contento porque "se le puede sacar mucho más jugo", y eso termina siendo un desafío en el que volcar todas sus experiencias que trae de tantos años de mostrador. Y además cuenta con algo no menor, "el mejor atardecer de todo Montevideo".

En este sentido, Álvarez es claro con el leit motiv del lugar: "Que sea un lugar donde sucedan cosas y donde te sucedan cosas". "Buscamos que puedas ver de golpe una gran orquesta de tango, al otro día a una banda de punk y tengas también nuestro patio cervecero de hip-hop", ejemplifica.

Y a la hora de poner un objetivo no es para nada conformista, lo que es entendible dado el despliegue que busca idear y el cóctel de experiencias que piensa servirle a los clientes. "Queremos dejar una huella en Montevideo", dice, sin tapujos.

La antorcha prendida

En todo este tiempo hubo un "hilo conductor y de unión" que mantuvo encendida la llama de lo que fue Paullier y Guaná y que continúa su camino hoy en el nuevo capítulo de la historia del boliche. Es PYG Radiobar, que musicalizada por el reconocido DJ Germán Quintans, tuvo la nada fácil tarea de seguir el legado del bar respetando un estricto criterio de excelencia musical y de sonido.

Pudiendo ser escuchada online - en la web de la radio, en la app o también en Montevideo Portal -, tiene la particularidad que pone, por sobre todas las cosas, la música, pero le da al espectador una variada selección de todo tipo de sonido, con una condición sine qua non: mantener el buen gusto. Es por ello que podés escuchar desde programas dedicados a la salsa, pasando por el reggae más puro y hasta las últimas tendencias del rock y pop británico.

Dale PLAY! y disfrutá la programación
dale PLAY!! a PYG Radio

Y a partir del martes, el estudio de la radio estará en una esquina del bar, a la vista de todos los presentes, que podrán ver cómo funciona la "cocina" que elige la música que suena día a día.

Para Álvarez, la radio es "como la frutillita de la torta", y va a ser la que les va a permitir "comunicarse con el mundo exterior de una forma diferente". "Es como un motorcito de conexión con los clientes y con los demás", explica.

Además de esto, la idea original, al tener también transmisiones en vivo y por streaming, es que sirva de "llamador" para los clientes y habitúes, que, antes de decidir concurrir al bar, podrán ver a través de la web qué está pasando en ese mismo instante.

La canción es la misma

Una pregunta obligada a Álvarez, quien carga con tantas experiencias bolicheras en sus espaldas, es cuál sería el "bar perfecto" para él. Y no duda ni un segundo en responder: "A mí me gustaban los viejos bares de barrio, con cuatro o cinco parroquianos acodados al mostrador. Ese es el bar que yo amo y adoro".

"Esos son a los que les hallo el espíritu del verdadero parroquiano, el que va prácticamente todos los días, donde la vida pasa por ahí. Y también donde se ven grandes alegrías, tristezas, frustraciones y miserias", agrega el artífice de esta nueva iniciativa en la rambla, que promete dejar una marca.

Con una mueblería que remite a los bares de antaño, PYG pretende transformarse en una mezcla de los dos mundos.

Y esta respuesta quizá nos ayude a desentrañar, al menos un poco, la clave del éxito de lo que fuera el propio Paullier y Guaná: estando aggiornado a su tiempo, un bar que nunca perdió la esencia de lo clásico, donde el que entraba a sus puertas se sentía acogido como en su casa y apoyando el codo en la barra, también apoyaba sus problemas cotidianos. Y ese soporte existencial es posible que sea de lo más importante que se le puede pedir a la vida misma.

Claro que todo esto, sin dejar de ser nunca un lugar donde la sorpresa estaba servida cada día -o noche, más bien- en la mesa. Un lugar donde el lunes bajabas a su famoso sótano y te sorprendías con una big band de jazz, el martes disfrutabas toda la magia de los on fire, el miércoles te daban contra el pecho los aullidos de Pedro Dalton con Los Búhos y hasta el jueves, si tenías suerte, te encontrabas con el catalán Albert Plá, que te daba un show para la historia a dos metros de distancia. Y así podríamos seguir enumerando y enumerando. Una usina cultural, con todas las letras.

Algunos de los afiches de la infinidad de conciertos que hubo en el viejo Paullier y Guaná tendrán su lugar reservado. Será un pequeño altar donde recordar las viejas épocas.

Consciente de ese legado en su mochila, Álvarez tiene bien claro lo que espera para su nuevo PYG. "Que sea un lugar en el que te saques la careta cuando entrás y donde, a partir de que pasás por la puerta, dejes de ser vos y te conviertas en una persona que viene a humanizarse", pide.

No parece ser poco, pero ya tiene experiencia en lograrlo y se anima a pedir incluso más. "Para eso, uno tiene que ser el que no tenga la careta puesta para poder recibir a la gente y que se abra", sostiene.

Y estamos seguros que si algo nunca tuvieron puesto ni tendrán será una careta. El tapabocas al principio, por estos extraños tiempos que corren, pero la careta jamás. El bar nos espera, a cada uno de nosotros, pero hay que estar dispuestos a bajar la guardia y a animarnos a ser un poco más humanos. Aunque sea por un rato.

Por Manuel Serra