En su nueva novela, El niño que heredó el silencio, el escritor aborda el abuso sexual infantil desde un thriller psicológico. En diálogo con Montevideo Portal, explica por qué este era un tema que lo acompañaba desde hace décadas y cómo busca que el lector quede “con una alerta y una incomodidad necesarias”.
La asignatura pendiente
“Este libro es una asignatura pendiente que tengo desde hace mucho”, dice Pablo Vierci apenas comienza la conversación. El niño que heredó el silencio empezó a gestarse hace cinco décadas, cuando él era un niño en los años cincuenta y joven en los sesenta. “En esa época, el abuso sexual infantil estaba, entre comillas, admitido. Yo conocí abusadores que se jactaban de serlo, conocí abusados, y nadie decía nada. Era todo sotto voce”.
“Escribir es más fácil que vivir. Puedo escribir de algo muy duro, pero no podría vivirlo de esa manera. La ficción me permite hablar de lo que no me animo a decir explícitamente”.
Lo que para muchos era invisible, para él resultaba inquietante. “Me parecía rarísimo desde todo punto de vista. Siempre me gustó la psicología, y creo que eso también me llevó a preguntarme por qué sucedía y estaba normalizado, y qué pasaba en las cabezas de las víctimas y de los perpetradores”.
De la memoria fragmentada a la ficción
Vierci recuerda que, según datos actuales de Unicef, una de cada cinco mujeres y uno de cada siete varones vivos sufrieron abuso sexual infantil. “Nuestra generación de adultos es la primera que habla del tema”, subraya. El paso del tiempo y el cambio social fueron determinantes para que finalmente se decidiera a escribirlo: “La historia de la humanidad es la hazaña de la conciencia y la libertad. Cada vez avanzamos más, y hoy la sociedad admite tratar un tema así. Lo escribí como un thriller psicológico, porque el misterio y la intriga facilitan la complicidad con el lector”.
Para él, la novela es una herramienta para entrar en zonas difíciles. “Escribir es más fácil que vivir. Puedo escribir de algo muy duro, pero no podría vivirlo de esa manera. La ficción me permite hablar de lo que no me animo a decir explícitamente”.
Un niño roto
El protagonista de la novela es un niño abusado entre los 6 y los 12 años por un hombre poderoso, con vínculo cercano a la familia. “Cuando se rompe la infancia, se rompe buena parte de la vida. El abuso es como un parásito que te acompaña para siempre”, afirma. El proceso narrativo va revelando la historia a medida que el personaje adulto hilvana sus recuerdos y se enfrenta a su pasado.
El cambio en la forma de nombrar al abusador —a veces “el tío”, otras “el viejo”— refleja su avance emocional. “Es clave la ambivalencia. El perpetrador juega con el miedo, la vergüenza, el bloqueo, la extorsión… y con la ambigüedad que percibe el niño, que no entiende lo que pasa, pero sabe que algo está mal”.
La traición del silencio
Para Vierci, lo más devastador es cuando la familia calla: “Si el niño se anima a contarlo y los padres optan por el silencio, se produce una devastación psíquica inimaginable. Los que deben brindarte seguridad se vuelven cómplices del perpetrador”. Ese bloqueo emocional, sostiene, puede derivar en adicciones, depresión o ideas suicidas, aunque a veces se compensa con un desarrollo extraordinario de otras capacidades, como ocurre con su personaje, que se convierte en un exitoso empresario.
La escritura como reparación
El autor incorpora en la trama la escritura como recurso terapéutico: “James Pennebaker habla de la escritura expresiva para víctimas de violencia o abuso. Escribir obliga a ordenar emociones y recuerdos caóticos. En la novela, el protagonista está solo y escribe para comprender lo que pasó”.
Situada en Montevideo entre 1963 y 1969 —años en los que, recuerda, “no se hablaba del tema”—, la historia se relata cuarenta años después, cuando el debate social ya es posible. “Ubico la trama en un contexto que conozco emocionalmente, con la atmósfera y los olores de mi ciudad”, señala.
Un libro que incomoda
Vierci no oculta que busca dejar huella: “Me encantaría que, después de leerlo, el lector imagine la infancia con prevención, sin paranoia, pero con conciencia. Esto existe, esto es real. No es para limitar la libertad de los niños, sino para protegerlos”.
En lo personal, la llegada de sus nietos activó viejas memorias. “Voy con ellos a un lugar público y recuerdo vestuarios, baños… tengo como un radar. Esa alerta me gustaría que quedara en quien lea el libro”.
Semillas contra el silencio
El escritor vincula este proyecto con la idea de aportar algo superador: “Todos queremos dejar una semilla para la generación que viene. Yo elegí escribir. No busco ser benefactor; es mi manera de encarar lo que me incomoda desde hace años. Si un libro es una botella que lanzás al mar, ¿cómo no intentarlo?”.
El niño que heredó el silencio ya está disponible en librerías uruguayas y llegará a Hispanoamérica y España en febrero de 2026. Para su autor, más que un cierre, es un paso más en la tarea de “sacar de debajo de la alfombra” esos secretos tóxicos que, como repite, “pueden arruinar la vida de un niño para siempre”.