Contenido creado por Manuel Serra
Cultura

Push the sky away

Nick Cave dio un show apoteósico entre la lluvia y los rayos montevideanos

El australiano y sus Bad Seeds llegaron por primera vez a nuestro país y compartieron una velada única junto a los fanáticos que llenaron el Teatro de Verano.

09.10.2018 17:59

Lectura: 3'

2018-10-09T17:59:00-03:00
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El escritor Joseph Campbell sostenía que el mito es fundamental para comprender los oscuros abismos de la existencia humana y es también la semilla para intentar explicar lo inexplicable. Tal y como lo que vivimos anoche las cuatro mil personas que colmamos el Teatro de Verano, con la primera presentación en Montevideo de Nick Cave y sus Bad Seeds.

No soy un fanático acérrimo, ni un advenedizo que alguna vez hubiese confundido a Cave con Drake. Desde los primeros años noventa conocí la música del australiano gracias a Pedro Dalton de los "Buenos Muchachos", la banda que ofició de anfitriona, con formato reducido, abroquelada el centro del escenario, con sus guitarristas sentados, haciendo un clima más íntimo en un set breve, compacto, emotivo y vibrante. No podía ser mejor el guiño la interpretación de "Nico Cuevas".

Sobre la hora marcada para el comienzo, casi las 22hs, Nick Cave ataviado con traje negro, camisa a tono desabotonada hasta el pecho y zapatos de charol, hace explotar la ansiedad y la emoción retenida por todos. Apenas en la primera canción hace contacto con el público, estirando su mano hacía la platea que está apenas separada por una valla de media altura.

Cave es un gran performer, se mueve con soltura evangelizadora. Transcurren las melodías, los climas pasan de unas simples baladas hipnóticas, minimalistas, hasta la estridencia estremecedora y energética con atmosferas sónicas que Nick sabe dominar, mover y canalizar, yendo de un lado a otro del escenario, haciendo volar por el aire algún micrófono y atril con partituras incluidas, trepándose sobre el público, abriendo más su camisa diciendo "pueden sentir mi corazón", entregándose en cada canción en cuerpo y alma.

Los Bad Seeds son un motor que suenan precisos y afinados, contundentes, y a la vez pueden ser la orquestación sinfónica más exquisita y sutil; un piano de cola negro domina el centro de la escena, en el cual Cave recurrirá a sus notas, campanas tubulares, melotrón, flauta traversa, violín con distorsión, estos últimos ejecutados por el histriónico multiinstrumentista Warren Ellis.

El final se acerca y la anunciada tormenta que desgarraba la noche con él, pero había tiempo de hacer subir a un grupo al azar de la platea hasta completar el espacio de la escena para ser parte de la comunión. No le alcanzó, quería compartir más y subió él por la tribuna, en un gesto de grandeza de rock bestial y cantar entre el público que extasiado se veía en la pantalla gigante del fondo con las gotas rayando la imagen de un cielo que comenzaba a derrumbarse.

El final fue apoteósico, Cave parado desafiando la lluvia agitando los brazos, como empujando la tormenta al grito desaforado de "Push the sky away". La homilía estaba concluida, los cuerpos empapados, el mito latiendo y las semillas creciendo...

Por Leo Silveira