Keith Richards ha vuelto a estar en las portadas de los medios de información de todo el mundo en estos días, no tanto por haber editado un nuevo disco solista, 23 años después de su último trabajo, sino gracias a varias declaraciones polémicas. Estas seguramente fueron hechas con toda la intención por alguien que se sabe inimputable a esta altura de la vida y que tiene claro que el personaje atrae muchos más clics que el músico.
Richards es una figura de esas que los anglosajones llaman "larger than life", algo que se podría traducir no literalmente como de "proporciones épicas". Parte de su vida puede parecer a veces una caricatura demasiado exagerada de lo que se asocia con una estrella de rock, con excesos sobrehumanos que le hubieran costado la vida a cualquiera. Pero a la vez es un músico sobresaliente y lúcido, un guitarrista creativo y original que marcó una escuela, el compositor de alguna de las canciones más trascendentes del rock y de varios de los más recordados riffs guitarrísticos de su historia, además de un estudioso de la música estadounidense con un conocimiento único de la historia del blues. Y alguien que pese a vivir en un mundo totalmente alejado a lo que la mayoría llama "realidad" es bien consciente de lo artificial de su universo.
El 90 por ciento de la carrera musical de Keith Richards ha sido como miembro y líder (junto a su amigo, casi hermano y -a la vez- némesis Mick Jagger) de los Rolling Stones. Junto a ellos dio a conocer el blues eléctrico estadounidense a las masas, ayudó a cambiar ciertos paradigmas culturales en la década de 1960 y construyó una forma de ver el rock que fue a la vez un rescate de los orígenes y un cambio radical.
Richards fue desarrollando con el tiempo un estilo muy personal como guitarrista, especialmente en lo rítmico, usando diversas afinaciones abiertas (usadas por muchos ejecutantes de blues) sacándole muchas veces la sexta cuerda a su guitarra. La participación de dos guitarristas que interactúan entre sí, sin que haya una guitarra líder y donde las figuras rítmicas son mucho más importantes que las armónicas y melódicas, es otro sello que desarrolló Richards, primero con Brian Jones, luego con Mick Taylor y por último con Ron Wood, tal vez el guitarrista con el que mejor se entendió. Esa interacción rítmica también se dio de manera muy especial entre guitarras y percusión: el dúo Richards-Charlie Watts es otra de las marcas registradas del sonido que el músico ayudó a crear.
Es muy escaso lo que el músico ha hecho por fuera de los Rolling Stones. En 1968 fue el bajista de los Dirty Mac, una increíble banda compuesta por John Lennon, Eric Clapton y Mitch Mitchell que tocó dos temas en una sola presentación. En 1986 fue director musical y productor del filme sobre Chuck Berry Hail, Hail, Rock and Roll, siendo parte de la banda que se armó para rendirle tributo. Tocó con Aretha Franklin también ese mismo año. Otro punto alto es su participación en los discos de Tom Waits Rain Dogs (1985) y Bone Machine (1992). En este último disco hay una maravillosa composición conjunta, "That Feel", cantada a dúo.
Después de 25 años de estar ininterrumpidamente en los Rolling Stones y en un momento de crisis de la banda, Richards decidió editar un álbum solista. El resultado fue Talk is Cheap de 1988. Cuatro años después volvió a reincidir con Main Offender (1992).
En los dos discos está acompañado por el productor y baterista Steve Jordan y la banda llamada X-Pensive Winos, integrada además por Waddy Wachtel, Bobby Keys, Ivan Neville y Charley Drayton.
Son excelentes trabajos hechos con un gran espíritu lúdico, algo que logra trasmitirse en las grabaciones de una manera muy convincente. La mayoría son canciones que giran en torno a riffs de guitarra y a la interacción entre estas, haciendo de la economía de recursos un arte. El sonido desprolijo que siempre parece a punto de desarmarse, (marca de fábrica de los Stones) que se debe al estilo de Richards de manejar en forma muy libre el tiempo, obligando al resto de la banda a acoplársele, está aquí más presente que nunca. Y como había pasado en los discos de los Stones de comienzos de la década del 80, Richards se luce especialmente como compositor en las baladas, y -aunque mucha gente piense lo contrario- como el expresivo y personal cantante que es. Hay canciones como "Hate it When You Leave" (de Main Offender) que son una maravilla compositiva, arreglística e interpretativa.
Veintitrés años después de aquellos trabajos el músico volvió a juntarse con Jordan y con los X-Pensive Winos. El resultado es el flamante Crosseyed Heart, un disco que es más un trabajo a dúo de Richards y Jordan que un trabajo grupal, pero que continúa las líneas de aquellos viejos álbumes.
Hace ya décadas que Richards, lejos de sus tiempos de experimentación e innovación, se dedica a depurar su estilo minimalista tanto como guitarrista como compositor de canciones. En este disco hay muchas pruebas de esto, al punto que algunas canciones como la excelente "Robbed Blind" parecen una continuación de "Locked Away" de Talk is Cheap. Lo mismo sucede con la también muy buena "Illusion" con la participación de Norah Jones, que suena muy parecida a "Make No Mistake" del mismo disco de 1988. Están las obsesiones de siempre: hay homenajes directos a Chuck Berry ("Blues In the Morning" ) a Gregory Isaacs ("Love Overdue" de autoría de Isaacs) y a Robert Johnson (la versión de "Goodnight Irene" de Leadbelly) y también hay, además de las ya nombradas, grandes canciones como "Suspicious" y "Lover's Plea". Es un disco extremadamente agradable, que es un lindo y tardío complemento de su escueta (y muy recomendable) obra solista.
Simultáneamente al álbum se estrenó, exclusivamente a través de Netflix, un documental llamado Under The Influence, dirigido por Morgan Neville.
El título enseguida puede remitir a la clásica asociación de Richards con la adicción a las drogas. Pero en verdad no hay alusión a ninguna droga en el filme, y la referencia a estar "bajo la influencia" se refiere exclusivamente a lo musical. El documental narra las distintas influencias musicales de Keith Richards: el blues, el rock and roll, la música country y el reggae; su amor incondicional por Muddy Waters y Chuck Berry, su fascinación con la cultura estadounidense en particular y con las raíces musicales africanas en general, a la vez que documenta parte del proceso de la grabación de este nuevo álbum.
Los Rolling Stones están muy presentes obviamente, pero no son el eje central. Es muy significativo que las únicas voces que aparecen en el documental aparte del propio Keith Richards son las de Tom Waits, Buddy Guy, Steve Jordan y el técnico de guitarras del músico, Pierre De Beauport. Hay historias muy conocidas y otras no tanto, una mirada íntima y hogareña del músico muy alejada de todos los clisés de su personaje, y excelente material de archivo. Son quizás pocas las sorpresas (alguna de ellas: la relación de Keith con la guitarra española, su conocimiento jazzístico, su relación con el bajo eléctrico y el piano), pero el logro principal de Morgan Neville es compartir algo que a muchos nos gustaría hacer: tocar la guitarra, escuchar discos y hablar de música con Keith Richards, haciéndonos parte de esa charla y del largo periplo del artista.
Quizás veamos a Keith Richards en Montevideo a principios del año que viene y quizás haya todavía otro álbum de los Rolling Stones. Por ahora hay un buen disco y un mejor documental, además de medio siglo de música.
Por Andrés Torrón
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