«Me paré sobre los lugares donde millones de personas vivieron la tragedia. Intenté imaginarme todo el espanto, la masacre... Y pensé en mi abuelo, un niño de tan sólo 8 años, separado de su familia, siendo completamente torturado.

A diferencia de mí, que entré sin que nadie me obligara y con la libertad de salir cuando quisiera.

Me sentí orgullosa de mi abuelo pero al mismo tiempo imponente, triste y con mucho enojo.

Vine para tratar de entender cómo pudo ser posible, y me quedo con más dudas todavía. Vine en honor a mi abuelo que logró sobrevivir y, sobre todo, para demostrar que realmente no pudieron con nosotros».

Tatiana Poznanski, Auschwitz 201