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Cultura

Por The New York Times

Los artistas pop del año desmantelaron su masculinidad

Es difícil imaginar a estos hombres cometiendo los mismos errores que sus antepasados, y la sobrecorrección es en cierto sentido bienvenida.

29.12.2022 15:10

Lectura: 7'

2022-12-29T15:10:00-03:00
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Por The New York Times | Lindsay Zoladz

En abril, durante su actuación estelar en Coachella, el príncipe reinante del pop, Harry Styles, invitó al escenario a una invitada sorpresa, Shania Twain, para cantar a dúo una canción provocadora: “Man, I Feel Like a Woman”.

Enfundado en un mono escotado de lentejuelas plateadas, Styles se pavoneó, dio vueltas y entonó la descarada letra del himno. “Esta señora me enseñó a cantar”, dijo a la ruidosa multitud de más de 100.000 personas cuando terminó la canción. “También me enseñó que los hombres son basura”.

La actuación fue divertida, generadora de titulares y relativamente radical: es difícil imaginar al predecesor generacional de Styles, Justin Timberlake —o incluso al sucesor de Timberlake, Justin Bieber—, jugando con los roles de género tan rápido y con tanta informalidad. Esto se debe en parte a que los Justin adoptaron el hiphop y el R&B —géneros en los que la experimentación suele ser menos bienvenida— de forma más directa que Styles. Pero también se debe a que las fuerzas culturales que conforman las normas y expectativas de lo que puede y debe ser una estrella masculina del pop están evolucionando.

Aunque el año musical ha estado dominado por un puñado de potencias femeninas (desde el punto de vista crítico, por la odisea de Beyoncé en la pista de baile, “Renaissance”, y desde el punto de vista comercial, por “Midnights” el colosal álbum de synthpop de Taylor Swift), las principales estrellas masculinas del pop (Styles, Bad Bunny y Jack Harlow) han triunfado al tiempo que retan subversivamente con originalidad a la masculinidad clásica.

Styles y Harlow parecen saber muy bien cómo ocupar el lugar de rompecorazones en un momento cultural en el que ser hombre —especialmente si es heterosexual y blanco— puede parecer un campo minado de posibles errores, ofensas y privilegios exagerados. Bad Bunny, de forma aún más subversiva, rompió el libro de reglas de las estrellas del pop en inglés y ofreció una visión más amplia del género y la sexualidad.

Bad Bunny, la superestrella puertorriqueña cuyo éxito veraniego “Un verano sin ti” pasó más semanas en lo alto de la lista Billboard que ningún otro álbum este año, ha rechazado alegremente los confines del machismo. En lugar de ello, ha adoptado una moda de género fluido, ha denunciado la agresión masculina en sus canciones y videos e incluso se besó con uno de sus bailarines durante una actuación en los MTV Video Music Awards de este año, decisiones que tienen un peso extra si se tiene en cuenta que su pop, cuya estética cambia constantemente, tiene raíces en el reguetón, un género que se ha apoyado en la heteronormatividad.

Styles también ha ganado seguidores y admiradores al tratar su presentación de género como una especie de patio de recreo, ya sea usando un vestido en la portada de “Vogue”, negándose a etiquetar su sexualidad o dando la vuelta al guion familiar del autor masculino mayor/musa femenina más joven en su muy publicitada relación con su directora de “No te preocupes querida”, Olivia Wilde, diez años mayor que él. Nada de eso ha sido malo para el negocio: “As It Was” de Styles fue la canción que estuvo en el número uno de Billboard por más tiempo durante el año y, a nivel mundial, es el tema más escuchado de Spotify en 2022.

Sin embargo, también existe una línea cada vez más delgada entre aliarse y ser complaciente, una línea que los aficionados no dudan en denunciar en internet. Styles y Bad Bunny han sido acusados del delito muy actual de “queerbaiting”, o cultivar una falsa mística en torno a la propia sexualidad para atraer a una base de admiradores de la comunidad LGBTQ. Sin embargo, hacer demasiado hincapié en la heterosexualidad y en los estereotipos de macho alfa presenta sus propios riesgos, especialmente en un momento posterior al movimiento #MeToo. ¿Qué puede hacer un hombre?

Harlow, un rapero de 24 años nacido en Kentucky, pasó 2022 intentando averiguarlo. Harlow, un rapero técnicamente diestro con un carisma accesible y una cabeza de rizos al estilo de Shirley Temple, es conocido por tomar decisiones artísticas que ponen de relieve sus habilidades y transmiten su seriedad como artista. También ha cultivado una personalidad de coqueto irrefrenable con una atracción especial por las mujeres negras. Es famoso por su foto con Saweetie en la alfombra roja de los BET Awards, por aparecer repetidamente en las transmisiones en directo de la cuenta de Instagram de Doja Cat e incluso por parodiar su reputación durante una actuación estelar como presentador de “Saturday Night Live”, cuando se interpretó a sí mismo en una escena cómica donde lo imaginaban seduciendo a Whoopi Goldberg en el plató de “The View”.

La música de Harlow también cultiva de manera activa a las mujeres que escuchan. Como explicó en una entrevista con The New York Times este año, “siempre pienso en si estuviera en el auto y la chica de la que estoy enamorado estuviera en el asiento del copiloto, y tuviera que tocar la canción, ¿me sentiría orgulloso de hacerlo frente a ella?”. En cierto sentido, esto es sin duda un progreso. Pensemos que el éxito de Timberlake en los primeros años de la década de 2000 consistió en vilipendiar excesivamente a su ex Britney Spears, o que una actuación en la que simulaba una especie de dominio hiperheterosexual sobre Janet Jackson no tuvo prácticamente ningún efecto en su carrera, pero casi acabó con la de ella. La colaboración de Harlow con la estrella del pop gay Lil Nas X y su apoyo público a la misma, e incluso su adulación a sus compañeras femeninas, están a mundos de distancia de su predecesor Eminem, que negoció su compleja postura como hombre blanco en un género predominantemente negro a base de atacar y criticar a mujeres y a personas queer. La misoginia y la homofobia ya no son precisamente buenas para el negocio, y menos mal.

Es difícil imaginar a estos hombres cometiendo los mismos errores que sus antepasados, y la sobrecorrección es en cierto sentido bienvenida, dada la alternativa. (Bad Bunny, de nuevo, ha asumido riesgos aún más audaces, como criticar con vehemencia al gobierno de Puerto Rico en respuesta a los apagones en toda la isla).

Pero incluso un privilegio ejercido con responsabilidad sigue siendo, al fin y al cabo, un privilegio. Y la música de Styles y Harlow a menudo lo delata por su relativa ingravidez, su sensación de existir en un espacio libre de grandes preocupaciones existenciales. Las canciones de Styles en particular parecen vacías de cualquier introspección; la mayoría de las canciones de su álbum “Harry’s House” pasan como cúmulos de nubes. El enfoque de la música de Harlow vacila entre las chicas y el ego, con pocos gestos hacia las declaraciones políticas más arriesgadas que ha hecho en las alfombras rojas (denunciando la homofobia) y en las redes sociales (asistiendo a protestas para exigir justicia en el caso de Breonna Taylor). Esa incapacidad para verse como parte de un problema mayor también es síntoma de privilegio. Aunque use lentejuelas, que un hombre declare que “los hombres son basura” no es más que una forma muy sutil de decir “no todos los hombres”. Y el hombre que lo está diciendo, ¿qué? Jack Harlow antes de la gala benéfica del Costume Institute del Museo Metropolitano de Arte en Nueva York, el 2 de mayo de 2022. (Krista Schlueter/The New York Times)