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Por The New York Times

La puntualidad está teniendo su momento

La hora de inicio del festejo para celebrar el nuevo libro de Tina Brown, “The Palace Papers”, era 6:30 p. m. y fue justo en el momento en que los integrantes de los medios comenzaron a llegar a Michael’s, un bistró en el centro de Manhattan conocido por sus almuerzos de negocios. Para las 6:35 p. m., el lugar estaba lleno.

08.06.2022 07:07

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2022-06-08T07:07:00-03:00
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Por The New York Times | Katherine Rosman

Yo estaba parada del otro lado de la calle 55 Oeste y veía cómo se desarrollaba el momento sin poder creerlo. Varios años de asistir a este tipo de actos, fuera como reportera o invitada, me habían enseñado a llegar al menos quince minutos después de la hora a la que nos citaban. Ingresé a las 6:40.

Brown también notó el arribo temprano. La escritora me comentó: “Todos anhelamos tener compañía estos días. En la actualidad, queremos llegar a la fiesta tan pronto como sea posible, antes de que otro brote de COVID la cancele”.

En el centro de la ciudad, en el ayuntamiento, ha habido un nuevo énfasis en la puntualidad desde que el alcalde Eric Adams asumió el cargo en enero.

Frank Carone, el jefe de personal del alcalde mencionó: “El alcalde Adams es muy puntual. Si llegas cinco minutos antes, eres puntual. Si llegas a la hora, llegas tarde”.

Carone continuó: “Estamos en Hora Lombardi”, en referencia al sistema de puntualidad del famoso entrenador de los Empacadores de Green Bay en la década de los sesenta.

Katie Honan, una reportera de The City, un medio informativo sin fines de lucro que cubre Nueva York, indicó que le agradaba el cambio desde la partida del a menudo impuntual alcalde anterior Bill de Blasio. Ya que ella misma se describe como una “persona puntual de manera compulsiva”, Honan señaló que ha notado (y agradece) el compromiso de Adams para estar a tiempo.

Agregó: “Hay una diferencia muy notoria entre los alcaldes Adams y Bill de Blasio”.

En 2022, ya no está “un poco” de moda llegar “un poco” tarde, un cambio que parece haber surgido a raíz de la pandemia que ahora está en su tercer año.

Durante la primera fase, cuando las videoconferencias se volvieron la norma para muchos oficinistas en todo Estados Unidos, las personas que antes tenían dificultad para estar a tiempo descubrieron que ya no se retrasaban debido al traslado al lugar de trabajo o las sesiones de chismes de oficina. La colaboración entre quienes estaban en diferentes zonas horarias se ha vuelto casi perfecta y las personas pueden integrar el recoger a los niños del colegio y otros deberes relacionados con el cuidado infantil en sus jornadas laborales.

“La puntualidad es lo más importante a medida que atravesamos una reevaluación de nuestra relación con el tiempo”, opinó Linda Ong, directora ejecutiva de Cultique, una firma consultora en Los Ángeles que asesora a compañías sobre las normas culturales cambiantes. “Ha habido menos tolerancia a los retrasos porque existe la expectativa de que tienes más control sobre tu tiempo y de que deberías estar a tiempo”.

Conforme más y más empleados de oficinas regresan al lugar de trabajo, la capacidad de administrar su propio tiempo no es algo a lo que quieran renunciar, manifestó Sophie C. Avila Leroy, una profesora de Administración en la Universidad de Washington Bothell.

Leroy precisó: “La pandemia le permitió a la gente funcionar durante un largo periodo en su propio horario. Conforme regresas a la oficina, tienes que negociar todas estas cosas: traslados al trabajo, interactuar con personas y no poder atender tu vida personal y familiar de las maneras en que podías cuando trabajabas desde casa”.

La académica agregó que la renuencia de algunos para regresar a la oficina requerirá que los gerentes conviertan a la eficiencia en una prioridad.

“Las personas cuestionan de manera implícita: ‘¿Para qué me quieren de regreso en el lugar de trabajo? Más les vale que haya una razón para gastar todo este dinero en gasolina o trenes para trasladarme; más les vale que valga la pena arriesgarse a contraer COVID cuando he demostrado que puedo trabajar con eficiencia desde la casa’”, indicó. Leroy también comentó que esto se podría traducir en una cultura de “Estoy aquí para hacer cosas, no para tener conversaciones sin importancia”.

Marcia Villavicencio, una integrante de la Marina de Estados Unidos destacada en San Diego que también administra una empresa de acondicionamiento físico y asesoría de vida, secunda la idea de que el trabajo remoto ha hecho que los empleados se sientan menos dispuestos a soportar las distracciones y las ineficacias de la vida de oficina. Villavicencio dijo: “La gente quiere terminar con mayor rapidez las cosas que tiene que hacer, para que pueda hacer lo que quiera hacer”. El nuevo énfasis en la puntualidad en la vida cotidiana llega cuando los científicos están trabajando en obtener un recuento más preciso del propio tiempo. Como The New York Times reportó este año, físicos y metrólogos en la Oficina Internacional de Pesas y Medidas han estado redefiniendo la medida de la unidad de tiempo conocida como segundo.

Chad Orzel, un profesor adjunto de Física y Astronomía en Union College y autor de un libro, “A Brief History of Timekeeping”, de reciente publicación, comentó que apegarse a la puntualidad ha sido un reto difícil de cumplir desde hace milenios.

Orzel contó que las personas que intentaron medir el tiempo en el Antiguo Egipto transformaron contenedores de agua en relojes y las nociones modernas de puntualidad se desarrollaron miles de años después, en la era industrial.

Orzel también aseguró: “Con el ascenso de las ciudades, la gente comienza a tener relojes públicos que muestran la hora y las personas se vuelven más y más estrictas sobre el tiempo. Para finales de la década de los 1800, los relojes de bolsillo se vuelven tan suficientemente buenos y baratos, alrededor de 1 dólar por un reloj bastante decente, que la mayoría de las personas tenían uno y podían simplemente ir a la estación de tren una vez a la semana para poner sus relojes a la hora”. Orzel entiende por qué la puntualidad está cobrando popularidad. Afirmó: “Pienso que es algo relacionado con el aspecto de que ahora hay menos pérdida de tiempo en las oficinas. Las personas parecen decir: ‘No me gusta usar cubrebocas, así que iré a la oficina, haré mi trabajo y saldré de ahí tan pronto como sea posible’”.