Contenido creado por Julia Peraza
Entrevistas

El lugar del hijo

Juan Pablo Escobar: ''Mi padre obtuvo el poder que ostentó gracias a la corrupción internacional''

Conversamos con el hijo del reconocido narcotraficante Pablo Escobar. El autor pasó por nuestro país para presentar su segundo libro, donde dialoga con quienes fueron enemigos y víctimas del líder del Cartel de Medellín.

20.01.2017 15:00

Lectura: 12'

2017-01-20T15:00:00-03:00
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Juan Pablo Escobar tan solo tenía 16 años cuando su padre fue asesinado en circunstancias que aún hoy se discuten. En ese momento juró venganza, aunque según relata "tardó diez minutos" en arrepentirse. Su parentesco con el narcotraficante más peligroso de Colombia, y quizás del mundo, lo llevó a recluirse en Argentina con su familia y cambiar al nombre de Sebastián Marroquín.

Luego de años en el anonimato, el ahora arquitecto y diseñador industrial decidió tomar el camino de la paz y contar la historia de su padre para que no se vuelva a repetir. Comenzó participando del documental Pecados de mi padre (Nicolás Entel, 2009) y luego publicó su primer libro, Pablo Escobar. Mi padre, donde relata cómo fue su vida familiar. Ahora pasó por Uruguay para presentar el segundo, Pablo Escobar in fraganti, basado en una investigación de meses. Allí se refiere a episodios nunca contados de la historia de su padre, como el informante estadounidense que lo fotografió traficando y no sobrevivió, o la autopista por la que circuló su droga en Miami, Nueva York y Los Ángeles.

En el libro te reencontraste con quienes fueron enemigos de tu padre y también con hijos de sus víctimas, ¿cómo te sentiste en esos momentos?

Te confieso que sentí mucho miedo al principio, porque nunca sabes cuál va a ser su reacción. En el caso de Ramón Isaza y sus hijos, sabía que había historias de mucho dolor en el interior de sus familias causadas por mi propio padre, que le mató un hijo a Ramón. No sabes nunca cómo las víctimas pueden llegar a reaccionar, sobre todo personas que en el pasado tuvieron tanto poder económico, militar y político. Lo mismo en el caso de William Rodríguez, hijo de Miguel Rodríguez, jefe del Cartel de Cali. También con Aaron Seal. En aquel entonces, su padre, Barry Seal, era informante de la DEA y agente de la CIA. Nadie te prepara para acercarte a las víctimas. Sin embargo, fueron ejercicios de reconciliación que permitieron, no solamente acercarnos como colombianos, sino también con personas de otras nacionalidades, como fue el caso de Aaron Seal. Y también nos ayudó a reconstruir una radiografía mucho más precisa sobre quién era mi padre en el bajo mundo en el que se movía, cómo lo veían sus enemigos, qué tipo de comunicación tenía con ellos y cuál fue el origen de los conflictos.

¿Tuvo alguna repercusión la historia que contás en el libro sobre la ruta de narcotráfico llamada El Tren, que involucra autoridades estadounidenses?

Hay un silencio sepulcral en torno a esa publicación. Silencio que, creo, contribuye a darme la razón. Siempre se ha querido culpar a Pablo Escobar como si fuera un responsable exclusivo de su accionar, y lo es, pero no hay que olvidar que mi padre también obtuvo el poder que ostentó gracias a la corrupción internacional.

 ¿Cómo fue que decidiste tomar el camino de la paz? Porque en un principio, al enterarte de su muerte, habías jurado venganza.

Diez minutos después de que dije esas amenazas, llamé a los medios de comunicación a retractarme por ellas y a decir, justamente, que no tenía intención real de perpetrarlas. Expliqué que había sido producto del inmenso dolor que me había producido la muerte de mi padre en ese instante, pero que de ninguna manera cumpliría esas amenazas. Y de hecho nunca las cumplí. Hace 23 años que mi padre falleció y jamás hice nada para vengar su muerte. Soy consciente, más que nadie, de que la violencia solo genera más violencia, que eso no nos traería de vuelta a mi padre y que, al contrario, nos generaría muchos más problemas que los que ya teníamos por haber pertenecido a esta familia.

¿Cuándo comenzaste a tener un punto de vista crítico respecto a los actos de tu padre?

No esperé a que mi padre se muriera para salir a decir lo que pensaba de su accionar violento. En vida claramente le dije, le hablé y le manifesté airadamente mi oposición férrea a su intolerancia, porque consideraba que estaban muriendo centenares de inocentes que no tenían nada que ver con los problemas en los que él había elegido meterse. Desde ese momento, él mismo me reconoce como pacifista. Si revisas su discurso de entrega en la cárcel La Catedral, él se lo dedica a su hijo pacifista de 14 años.

¿Cómo fue que saliste a la luz como Juan Pablo Escobar y comenzaste a contar tu historia?

Nosotros no cambiamos de identidad por renunciar al parentesco, sino porque fue la única manera que encontramos de poder recuperar nuestro derecho a la vida, a la educación y a la libertad. Ese cambio de identidad legal fue la única herramienta posible para poder liberarnos del estigma. En el año 1999, las autoridades argentinas decidieron meternos a la cárcel. Fuimos víctimas de un montaje judicial perpetrado por un empresario que se robó un dinero nuestro y que, para ocultar su accionar, nos lanzó a la prensa buscando distraer a la autoridad. Eso nos sacó a la luz pública contra nuestra voluntad. Pero una vez que estábamos afuera, que nos tocó pagar cárcel y siete años de procesos judiciales, ya no tenía sentido seguir apegados a esa identidad que habíamos cambiado. Hoy buscas por Sebastián Marroquín o por Juan Pablo Escobar y llegas a la misma información.

¿Actualmente cómo te llevás con tu familia?

Mi familia es mi familia materna: mi madre y mi hermana. Con la familia paterna tengo muy mala relación, porque descubrí que lo entregaron a sus enemigos, por lo cual el amor que ellos fingían tener por él y por nosotros no era más que frutos de la perfidia y de su maldad, pero no de la realidad.

En el libro nombrás una serie de imprecisiones en las que incurre la serie Narcos, de Netflix ¿Por qué creés que sus creadores no aceptaron tu colaboración en el guion y prefirieron otra versión?

Javier Peña, la persona que le vendió a ellos los derechos, es un agente de la DEA (Drug Enforcement Administration) que persiguió a mi padre, pero nunca lo conoció. Él los puso a elegir entre la versión de la DEA y la de la familia y Netflix optó por la versión que más se acomodaba a sus intereses, a su mercado y que le traería menos conflictos. Si lo hubiesen hecho con nosotros, habrían tenido que hacer un par de capítulos: uno de mi padre traficando con la CIA y otro de mi padre traficando con la DEA.

La familia que ahora formaste, ¿supo desde un principio la historia de tu padre?

Mi esposa siempre lo supo y mi hijo, que hoy tiene cuatro años, conoce quién es Pablo Escobar. Cuando lo identifica en las noticias le da un beso al televisor o al portarretratos que tengo en mi casa, porque quise que se relacione con su abuelo desde el afecto. Cuando sea un poco más grande, tendré la oportunidad de sentarme con él y relatarle el cien por ciento de las historias de su abuelo, tanto las buenas como las malas, porque yo como padre tengo la enorme responsabilidad de formar a mi hijo como un hombre de paz ante la sociedad. Tengo que cuidar que mi hijo no se vaya a creer la historia de su abuelo, ni la intente imitar en ninguno de sus pasos.

Además de la serie, también existen numerosos productos en torno a la figura de Escobar ¿Por qué creés que existe esa fascinación con él?

Yo creo que los medios de comunicación y los reyes del streaming descubrieron que la fórmula de Pablo Escobar genera mucho rating, lo que se traduce en millones de dólares en ganancias para sus arcas. Esto ha producido una avalancha de series de televisión y de productos relacionados con su vida y su nombre, que al hacerlo sin autorización están, además, contando historias que nunca ocurrieron, vendiéndolas como verdades e incitando a la juventud a imitar los pasos de mi padre. Esto me parece lo más grave, porque estoy recibiendo mensajes en las redes sociales de chicos que tienen muchas oportunidades de salir adelante por el buen camino y que, sin embargo, por el lavado de cerebro que hacen estas series sobre ellos, creen que ser narcotraficante es lo más cool, que está de moda y que Pablo Escobar fue un superhéroe del bajo mundo que vale la pena imitar. Yo me dedico a mostrarle a la juventud y a la sociedad todo lo contrario.

Escobar también es adorado por una gran parte de Colombia ¿creés que eso se debe a que ayudó a personas de bajos recursos?

Es tan cierto que mi padre fue un hombre muy bueno como que fue un hombre muy malo. Esas son dos verdades que se contradicen, pero son perfectamente posibles dentro de la figura y el personaje de mi padre. Fue un hombre que ayudó a miles de personas en Colombia. Les dio techo, salud, dinero. Ocupó el lugar y el vacío que dejó el Estado colombiano. Y fue por eso que el día de su muerte diez mil personas terminaron yendo a darle su último adiós. Por supuesto que la vida y obra de mi padre terminan demeritándose en virtud de su mal proceder y accionar ante la sociedad. Pero también fue cierto que, a lo largo de su historia y al comienzo de sus días como hombre rico, quiso ayudar sin mayor interés que el placer de ver a los demás colombianos tener las oportunidades que él nunca tuvo.

¿Cómo ves el hecho de que haya ganado el "no" al proceso de paz en Colombia?

Me parece absurdo que un país crea que el camino es por el lado de la guerra y no por el lado de la paz. También considero, con todo respeto, una idiotez que se hayan atrevido a preguntarle al pueblo si quería paz o si quería guerra. Yo hubiera hecho la paz sin pedirle permiso a nadie. ¿Quién puede salir mal librado de vivir en un país en paz? Los que ganaron ni siquiera fueron los que le dijeron no a la paz, sino el abstencionismo. Esa fue la gran mayoría silenciosa que no se quiso comprometer con el proceso de paz, porque el 65 % de los colombianos no salieron a decidir, y solo 50.000 personas inclinaron la balanza en favor del no a la paz y sí a la guerra. Justamente eso es un disparate, porque no creo que estemos en nuestros cabales como nación si es lo que creemos. Se trató de una minoría que tiene intereses en la guerra y se beneficia con la violencia en Colombia.

¿Y por qué pensás que tanta gente se abstuvo de participar?

Creo que llevamos tantos años acostumbrados a tanta violencia que a nadie le importa finalmente si vivimos en paz o en guerra. Al margen de eso, todos los colombianos se tienen que levantar a trabajar.

Te has pronunciado en contra de la prohibición de las drogas, ¿creés que con eso alcanza para acabar con el narcotráfico?

La herramienta más importante para enfrentar el tema de las drogas en el mundo es la educación. Lo que pasa es que se ha subvaluado, se ha menospreciado el verdadero efecto que tiene en la juventud. En las escuelas no se les habla a los chicos de las drogas, no se les habla de prevención de consumo. Los familiares, los padres, tampoco estamos preparados ni debidamente informados para educar a nuestros chicos desde el amor e invitarlos a que no consuman. Y a eso se le suma un agravante que es la prohibición misma. Cuando hay prohibición no hay mejor propaganda para que los chicos se sientan tentados a probar. Yo estoy totalmente seguro de cómo fue mi caso personal: mi padre me educó desde muy temprano frente a las drogas y siempre les dije que no, porque sabía desde su educación a conciencia los efectos y las consecuencias de involucrarme en ese consumo. En la medida en que los jóvenes puedan entender eso, a pesar de que esté legalizada y regularizada esa sustancia, siempre van a decir que no, en su inmensa mayoría. El gran negocio de la prohibición y la falsa promesa de que por esa vía vamos a lograr algo nos ha mantenido a todos los latinoamericanos de rehenes. Mientras en Latinoamérica los jóvenes se matan por ser los dueños del poder para llevar la droga a las grandes potencias, en realidad financian sus fiestas allá arriba.

En el sentido más personal, ¿por qué creés que te ayuda el escribir estos libros?

Me sirve porque uno tiene que reconocerse dentro de su propia historia. Debe tener la capacidad de reconocer los errores, los actos violentos de los padres y de uno mismo y buscar la reconciliación. Creo que todos merecemos una segunda oportunidad en la vida, yo la he tenido y no la he dejado de aprovechar hasta el día de hoy. Hacer públicas historias como las de mi padre con un absoluto sentido de la responsabilidad y sin hacer apología creo que contribuye a la paz de los pueblos y a que la juventud se inspire para no repetir su historia.

Julia Peraza/Montevideo Portal