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Por The New York Times

Jann Wenner defiende su legado y el de su generación

Las entrevistas son el tipo de artículos que la ayudaron a ganarse la reputación que mantuvo durante tanto tiempo.

18.09.2023 10:55

Lectura: 13'

2023-09-18T10:55:00-03:00
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Por The New York Times | David Marchese

En 2019, Jann Wenner se fue oficialmente de Rolling Stone, la revista que cofundó en 1967, pero no la ha olvidado. Desde que se alejó de la icónica publicación, donde trabajé por un corto periodo como editor de la versión en línea hace una década, Wenner, de 77 años, ha escrito dos libros sobre su tiempo al frente de la revista. El primero, “Like a Rolling Stone”, unas memorias, fue un éxito de ventas tras su publicación el año pasado. El segundo, “The Masters”, que se publicará el 26 de septiembre, consiste en entrevistas que Wenner realizó durante sus años en Rolling Stone a leyendas del rock como Bob Dylan, Mick Jagger, Bono y otros, así como una nueva entrevista a Bruce Springsteen.

Esas entrevistas —largas, profundamente estudiadas, perspicaces— son el tipo de artículos que ayudaron a Rolling Stone a ganarse la reputación que mantuvo durante tanto tiempo como la publicación musical. Bajo la dirección de Wenner, la revista también cimentó su reputación como fuente de periodismo de investigación crucial y contundente. Sin embargo, ha sufrido algunos reveses a lo largo de los años. El principal de ellos fue un artículo de investigación muy leído sobre una supuesta violación en la Universidad de Virginia, algo que resultó no haber ocurrido.

De la manera que le corresponde a un hombre que ha sido considerado la encarnación de los logros y fracasos de su generación, Wenner ha dejado tras de sí un legado complejo. Pero es un legado que está dispuesto a defender. Hablando con Wenner desde su casa en Montauk, Nueva York, fue inevitable sospechar que extraña la intensidad de sus días de periodista. Se mostró muy dispuesto, incluso ansioso, por entablar un debate sobre su enfoque a la hora de entrevistar a sus famosos amigos estrellas del rock, sus propios errores y los de su revista, y el verdadero logro de los “baby boomers”. (Esta entrevista se resumió y editó por cuestiones de extensión y claridad).

P: Entablaste amistad con muchas de las personas que entrevistaste en “The Masters”. Tengo la curiosidad de saber si crees que esas relaciones de amistad favorecieron las entrevistas y si en algún modo las entorpecieron.

R: En general, la amistad las favoreció. Porque las entrevistas que hice no son confrontativas. No son entrevistas con políticos o ejecutivos de empresas. Son entrevistas con artistas. Pretenden ser empáticas y sacar del artista las ideas más profundas que esté dispuesto a revelar. Creo que las relaciones de amistad fueron fundamentales. Por ejemplo, Mick Jagger no concedía entrevistas a nadie y sigue sin hacerlo. Yo logré que aceptara porque somos amigos. Tuve una relación muy particular con Bob Dylan. Jerry García ya era mi amigo desde hacía muchos años. Así que las relaciones de amistad sí funcionan. El único caso contrario fue la entrevista con Bruce. La hice para el libro, no para la revista. Y mi amistad con Bruce es muy íntima en este momento. Se vuelve difícil hacer preguntas cuando ya te sabes las respuestas. La amistad te limita. P: En la introducción a la entrevista de Bono en “The Masters”, mencionas que él editó y revisó la transcripción. ¿Qué significa editar en ese contexto?

R: Ver asuntos gramaticales, cosas de uso; cambiar una palabra en algunas partes si quería usar una palabra diferente o más precisa; quizás algo era demasiado íntimo y decidió que no quería hacerlo público. Con gusto dejo que estos personajes lo hagan. Como dije, no se trata de entrevistas de confrontación. En cierto modo, son semblanzas. Si tengo que negociar el nivel de confianza necesario para conseguir este tipo de entrevista, dejar que algunas cosas que dicen queden como menciones extraoficiales, nada de valor, tal vez algo sobre sus hijos o su familia o porque no quieren humillar a alguien. Dejé que John Lennon editara su entrevista, y todo lo que dijo en esa entrevista.

P: ¿En serio? Esa es una entrevista célebre de 1970. Reveló al público lo que pensaba de los Beatles. No sabía que le permitiste editarla.

R: Sí. La releyó e hizo cambios en varias partes. Básicamente, los entrevistados aclaran lo que quieren decir para que sea más preciso. Porque es un largo torrente de charla y verborrea, y a veces no piensas bien cada palabra. Quiero que tengan la oportunidad de decir exactamente lo que era su intención decir. P: Rolling Stone tenía un historial de producir cierto tipo de historias que acababan siendo decisivas. Pero hubo algunas historias que pusieron en duda su integridad. El artículo sobre la violación en el campus de la Universidad de Virginia fue una de ellas. Incluso Hunter S. Thompson… no creo que alguien lo considere un ejemplo de exactitud en los hechos, independientemente del mérito literario de sus historias. ¿Había algo intrínseco en Rolling Stone que te hiciera anteponer la búsqueda de un artículo jugoso a la procuración de la exactitud?

R: Respuesta corta: no.

P: ¿Fueron casos excepcionales?

R: Lo del artículo de la Universidad de Virginia no fue por un problema de intención, ni fue por tratar de interpretar los hechos libremente. Más allá de los errores fácticos que hundieron el artículo, se trataba realmente de la cuestión de la violación y de cómo afecta a las mujeres en las universidades, de su falta de derechos. Aparte del hecho clave de que la violación narrada fue invención de esa mujer, el resto de la historia era infalible. No fue por imprudencia. Es decir, cometimos uno de esos errores que todas las publicaciones del país, incluido el Times, cometen al menos una vez cada 50 años. Te destrozan por esos errores. Nosotros también recibimos una paliza. Pero no era indicativo de la manera en que operábamos. Ese error no fue porque no nos preocupara la verdad, ni por tratar de exagerarla o de desviarnos del objetivo, ni nada por el estilo.

Hunter, bueno, ya sabes, es sui generis. Hunter, de hecho, era un reportero tan preciso como todos los que he tenido, pero es que sus historias iban más allá de los hechos, se adentraban en áreas de la verdad, la espiritualidad y la farmacología que ninguno de nosotros realmente puede juzgar por sí mismo. Periodísticamente hablando, mi filosofía siempre fue que la verdad es lo más importante. Como todos lo sabemos ahora, si alguien realmente quiere engañarte, hay muy poco que puedas hacer al respecto, a menos que implementes un nivel de hipervigilancia que implique que no puedas publicar nada.

P: Así que, casi una década después, ¿no has aprendido nada de esa experiencia? ¿En tu opinión solo estuvieron en el lugar equivocado en el momento equivocado? Parece una respuesta simplista.

R: Hay dos cosas principales en la historia. Una fue el relato de una violación en grupo que nos dio esa fuente, Jackie. Eso resultó ser una invención. Como no queríamos identificarla, no exigimos reunirnos con gente para corroborar su historia. Nuestro error fue liberarla de ese requisito, pues no queríamos que reviviera el trauma. Ese fue un tema que se desarrolló a lo largo del reportaje. Pero también se desarrolló otra historia, que no tenía nada que ver con Jackie, y trataba sobre el manejo de la violación en ese campus por parte de otras personas, el manejo de la violación en general en todo el país. Fue un intento concienzudo y serio de abordar ese tema, y ese fue como el tercer artículo de ese individuo sobre delitos sexuales y nuestro segundo o tercer artículo sobre violaciones en campus universitarios. Entonces se descubrió el engaño y sufrimos las consecuencias. Fue una de las experiencias profesionales más horribles que he tenido. No quiero ser simplista, pero no me siento totalmente culpable, ni creo que sea una terrible mancha negra. Creo que la lección que he aprendido es que, sí, le pasa a todo el mundo. La otra es, por supuesto, que pudimos haber sido más estrictos. Es una serie de circunstancias. No voy a suicidarme por eso. Hay siete hombres en el nuevo libro, siete hombres blancos. En la introducción, reconoces que los artistas de color y las mujeres artistas no están en el espíritu de tu época. Eso, según yo, no es verosímil para Jann Wenner. Janis Joplin, Joni Mitchell, Stevie Nicks, Stevie Wonder, la lista sigue y sigue. ¿No están en el espíritu de tu época? ¿Cuál crees que sea la explicación más profunda de por qué entrevistaste a esos personajes y no a otros?

A: Pues, déjame pensar…

P: Carole King, Madonna. Hay millones de ejemplos.

R: Cuando me refería al espíritu de mi época, me refería a los intérpretes negros, no a las intérpretes femeninas. Para que quede claro, ¿de acuerdo? La selección no fue deliberada. Fue una especie de intuición a lo largo de los años. Solo se dio así. La gente tenía que cumplir un par de criterios, pero era simplemente mi interés personal y mi amor por ellos. En cuanto a las mujeres, ninguna era lo bastante elocuente a nivel intelectual.

P: Ay, por favor. ¿Me estás diciendo que Joni Mitchell no es lo suficientemente elocuente a nivel intelectual?

A: Espera un momento.

P: Dejaré que vuelvas a formular lo que dijiste.

R: Muy bien, gracias. No es que no sean genios creativos. No es que sean poco elocuentes, aunque, ve a tener una conversación profunda con Grace Slick o Janis Joplin. Por favor, adelante. Sabes, Joni no era una filósofa del rock ‘n’ roll. Ella, en mi opinión, no pasaba la prueba. Ni por su trabajo ni por otras entrevistas que hizo. Las personas que entrevisté eran filósofos del rock.

De los artistas negros, ya sabes, Stevie Wonder es un genio, ¿no? Supongo que, cuando usas una palabra tan amplia como “maestros”, el error está en usar esa palabra. ¿Quizás Marvin Gaye o Curtis Mayfield? Quiero decir, simplemente no se expresaban a ese nivel.

P: ¿Cómo lo sabes si no les diste una oportunidad?

R: Porque leo sus entrevistas. Escucho su música. Quiero decir, mira lo que Pete Townshend escribía, o Jagger, o cualquiera de ellos. Eran cosas profundas sobre una generación en particular, un espíritu particular y una actitud particular sobre el rock ‘n’ roll. No es que los otros no lo fueran, pero estos eran los que realmente podían articularlo.

P: ¿No crees que en realidad tiene más que ver con tus propios intereses como fan y oyente que con algo particular de los artistas? Creo que el problema es cuando empiezas a decir cosas como “ellos” o “estos artistas no pueden”. Realmente, es un reflejo de lo que a ti te interesa más que cualquier habilidad o incapacidad por parte de esos artistas, ¿no?

R: Eso era lo primero para mí. La selección fue intuitiva. Era lo que me interesaba. Sabes, solo por relaciones públicas, quizá debería haber seleccionado un artista negro y una mujer para incluir aunque no estuvieran a la altura de ese mismo estándar histórico, solo para evitar este tipo de críticas. Y lo entiendo. Tuve la oportunidad de hacerlo. Tal vez soy anticuado y me importa un comino o yo qué sé. En retrospectiva, me gustaría haber entrevistado a Marvin Gaye. Quizá lo hubiera elegido a él. Quizás Otis Redding, de haber vivido, habría sido el indicado.

P: La última entrevista en el libro fue con Springsteen. Le preguntas: ¿hemos cambiado las cosas? Estabas hablando de los “boomers”. Y él da una respuesta humilde y positiva: no arreglamos todos los problemas del mundo, pero hicimos avanzar algunas ideas y prácticas sociales. ¿Cuál es tu respuesta a esa pregunta?

R: Bruce es un poco más modesto que yo. Creo que hicimos cambios sorprendentes desde el punto de vista social, moral y artístico. No creo que el rock ‘n’ roll lo haya cambiado todo. No creo que el rock ‘n’ roll haya cambiado la segregación o la guerra de Vietnam, pero desempeñamos un gran papel en ello, consciente e inconscientemente. A pesar de Trump, a pesar de los presidentes republicanos de los últimos 30 años, que han frenado tanto progreso, la sociedad se ha vuelto mucho más liberal. Creo que el rock ‘n’ roll ha desempeñado un papel enorme en eso. ¿Lo hizo todo? No. ¿Fue lo único? No. Pero hicimos mucho.

P: ¿Cuáles son las críticas válidas a tu generación?

R: ¿Qué no hizo la generación del rock ‘n’ roll? No consiguió hacerlo todo. Pero no tengo críticas fundamentales y profundas. ¿Hay algo que creas que no hicimos bien?

P: Le hice una de estas entrevistas hace unos años a Pete Townshend, y le hice una pregunta similar sobre la promesa del rock n roll, un balance al respecto. Él fue mucho más negativo y realista, me parece. Básicamente dijo que abandonaron la promesa en cuanto hubo suficiente dinero y estrellato. Creo que es una crítica válida. Algo que tenía potencial como fuerza social quedó reducido a entretenimiento.

R: Bueno, Dios bendiga a Pete. Ya sabía que diría algo así. Pete odia a todo el mundo.

P: Pero es un hombre inteligente que tiene buenas ideas.

R: Inteligente, elocuente, una persona maravillosa con quien conversar. ¿Lo que estás diciendo y lo que dice Pete es que todo se volvió comercial?

P: Que dejó de tener otro sentido.

R: Se volvió comercial. Se convirtió en un éxito. Creo que lo digo en alguna parte de la introducción del libro: a pesar de que se convirtió en un negocio multimillonario, nunca se abandonaron los ideales y los objetivos. Ahora, cuando alguien alcanza la cima en nuestra sociedad, dicen que se ha vuelto una estrella de rock. Sí, se volvió comercial, pero ¿y qué? Sigue siendo música que habla de los deseos más profundos y los pensamientos más íntimos de la gente. Sigue siendo música de consecuencias políticas.

El éxito financiero de estos personajes no los obligó a venderse. Les exigía hacer más de lo mismo. Sean igual de escandalosos; hagan lo que están haciendo. Nadie dijo: “Tienes que moderar tu mensaje ahora”. Que Dios bendiga a Pete, y ya sé que él diría esas cosas, pero no es verdad. El trabajo valió la pena, nos divertimos haciéndolo. Fue significativo. Tuvimos mucha suerte. Hemos tenido vidas privilegiadas. Ahora, podemos descansar. Al mismo tiempo, podemos mirar a nuestros hijos y al mundo que dejamos atrás igual de motivados e inspirados para hacer lo mismo. En ese sentido, el rock ‘n’ roll aún vive y seguirá viviendo. Jann Wenner, cofundador de la revista Rolling Stone, en su casa en Montauk, Nueva York, el 22 de agosto de 2022. (Dana Scruggs/The New York Times) Jann Wenner, cofundador de la revista Rolling Stone, en su casa en Montauk, Nueva York, el 22 de agosto de 2022. (Dana Scruggs/The New York Times)