Gallinas vs turistas: un fallo judicial polémico y una respuesta viral

El auge global experimentado por el turismo en las últimas décadas ha encontrado modalidades que hasta hace no mucho resultarían impensables: Desde restaurantes submarinos hasta cruceros por la Antártida, pasando por el alojamiento en "resorts asentamientos" hasta los viajes fuera de la atmósfera terrestre.

Una de esas tantas variantes es el denominado "turismo rural", que permite a los urbanitas disfrutar de la bucólica paz de los campos. El problema es que no siempre la gente de la ciudad es capaz de disfrutar de -citando a Max Jacob- "ese horrible lugar donde los pollos se pasean crudos". Y no sólo andan por ahí sin cocinar: lo peor -tal como se verá luego- es que hacen ruido.

El pasado 25 de abril, el periódico asturiano La Nueva España publicaba una noticia que parecía curiosa: el dueño de un hotel rural de la localidad de Cangas de Onís, había logrado que un juzgado clausurase un gallinero que había junto al establecimiento turístico porque el sonido que emitían sus gallinas sobrepasaba los decibelios permitidos por la ley, y molestaba a los huéspedes.

El dueño del establecimiento hotelero, José María García, explicaba al periódico El Comercio que "los gallos cantan a todas horas e incluso les tengo que dar tapones a mis clientes, pues no pueden descansar por las noches debido al ruido y algunos optan por marcharse". Sin embargo, el dueño del gallinero ha anunciado un recurso.

Fernando Villarroel, propietario del gallinero, explicaba a su vez que lo suyo no es un negocio, sino que son animales "para autoconsumo" y que él y sus gallinas ya estaban allí mucho antes de que se levantara la casa que ahora sirve de alojamiento turístico. Por eso no entiende el fallo del juez.

Sin embargo, la mayor defensa le ha llegado por parte de Nel Cañedo, un ganadero de la zona.

Cañedo publicó un video a su cuenta de Facebook, donde -entre insultos, imprecaciones, explica los hechos desde su punto de vista, y ofrece "un par de reflexiones". En resumidas cuentas, el ganadero considera absurdo que alguien que elige hacer un viaje de turismo rural se queje luego de los sonidos de los animales del campo. Por ello, entiende que el juez que dictó el fallo no está muy bien de la cabeza.